Como un molde que no quiso ser Juanito, que se dijo “político”, se convirtió desgraciadamente desde su lanzamiento hasta su prematura y muy anunciada muerte política, en el “arquetipo” del político actual de México.
Primeramente, se le reconoce por un nombre que no es real. Muchos de los políticos actuales hacen peripecia y media con sus nombres, actas de nacimiento y domicilios para poder contender por las posiciones que los partidos les ofrecen y, además, también quisieran poder cambiarse el nombre después de ejercer sus puestos para que no los persigan por sus tropelías. La paradoja del nombre falso o supuesto en este caso, es que el dirigente lo bautiza con un nombre diferente porque no se sabe su nombre real, lo que implica que es solamente una ficha del juego político, pero hoy a los políticos eso no les importa, mientras puedan estar en la jugada y obtener el puesto.
En segundo lugar, tenemos que, como el caso de este personaje, a los políticos les crean una fama pública y el aparato de burocracia partidista lo encumbra porque lo necesita y lo desecha ¡por la misma razón!, para que al final del día dar cabida a otros políticos que, por impedimento legal, no pudieron contender en la elección. En el fondo los partidos lo que hacen es hacer llegar a sus piezas políticas a cualquier precio, pasando por encima de leyes, instituciones y personas. La partidocracia está convirtiendo a la institucionalidad, la democracia y la política en una desgracia.
Tres, los conocimientos, el profesionalismo, la experiencia, el perfil psicológico, el pasado, su expediente penal, la responsabilidad social y otras tantas más cualidades de una persona no importan para elegir a sus candidatos, lo que les importa es encontrar a una persona a la que puedan manipular, que le ordenen qué hacer y que se comporte como un soldado.
Para acabarla de amolar el ambiente político, lleno de malos ejemplos, le dieron la fuerza para sentirse el dueño del mundo, pasó como muchos de nuestros políticos, de chalán a candidato y, gracias a su proyección, empezó a acariciar sueños guajiros que alcanzaban hasta la posibilidad de ser Jefe de Gobierno del DF y hasta Presidente de México.
En todo este drama nacional, la opinión pública y los medios de comunicación jugaron un papel importantísimo en el encumbramiento de este personaje, como representativo de la política nacional. Tenía todo lo que cualquier asunto mediático exige, personaje popular, de una clase social baja, que después de luchar y ser soldado disciplinado, logra con base en un gran esfuerzo, alcanzar una posición de responsabilidad. Además, hace todo tipo de monerías y excesos, alcanza la fama y encima de un ladrillito se marea y se convierte en el personaje más famoso de la política nacional durante las últimas semanas. Si hubiera sido un candidato del partido en el poder, seguramente se hubiera dicho que era una pantalla para distraer la atención pública, pero no, era un hijo de López Obrador.
La situación más compleja fue que, fuera del control de nadie, fue creciendo y como esponja y buen seguidor de AMLO, copió al pie de la letra la misma y sagrada fórmula del rayito de la esperanza y comenzó a hacer tropelías y chuza con sus propios jerarcas políticos. Sin querer queriendo, como dijera el chavo, puso en vilo al país, contribuyó a desacreditar a los políticos nacionales, fue tema central de debate político, hizo que las corrientes políticas de la izquierda, derecha, centro y anexas mostraran lo más podrido de su pensamiento y actuar. Provocó la miseria política mexicana y mostró lo peor de nuestra sociedad.
En estas semanas escuchamos aberraciones de todo tipo, desde trucos legales, hasta las más retorcidas historias y estrategias políticas. Juanito funcionó como una catarsis a la memoria colectiva nacional, para dar pie al arquetipo político de la época. Qué añoranzas cuando en la época de Cantinflas, con sus personajes lograba algo similar, pero de manera positiva en la conciencia pública. La gran diferencia es que en esa época los personajes eran supuestamente ficticios y, todos lo entendían así, actuados.
Ahora lo que vemos es una cruel realidad y un terrible reflejo de nuestra sociedad y de nuestros políticos, convirtiendo a las leyes y legalidad en un trapo sucio con el que se puede limpiar la peor escoria de nuestros tiempos.
La gran moraleja es dura y destructiva, ¿Quiénes son los grandes culpables de tanta miseria política? ¿Los partidos, los dirigentes, los medios, la opinión pública, el candidato Juanito que no es el Juanito que ganó pero sí el que perdió o todos como parte de un colectivo histérico en época electoral?
Esta terrible historia se deberá de escribir en las páginas negras de nuestra vida política, es una de las más triste y desgraciada leyendas urbanas modernas que este país ha tenido.
Ojalá aprendamos la lección, incluyendo a todos los demás Juanitos de México: la mayoría de los políticos nacionales.
Primeramente, se le reconoce por un nombre que no es real. Muchos de los políticos actuales hacen peripecia y media con sus nombres, actas de nacimiento y domicilios para poder contender por las posiciones que los partidos les ofrecen y, además, también quisieran poder cambiarse el nombre después de ejercer sus puestos para que no los persigan por sus tropelías. La paradoja del nombre falso o supuesto en este caso, es que el dirigente lo bautiza con un nombre diferente porque no se sabe su nombre real, lo que implica que es solamente una ficha del juego político, pero hoy a los políticos eso no les importa, mientras puedan estar en la jugada y obtener el puesto.
En segundo lugar, tenemos que, como el caso de este personaje, a los políticos les crean una fama pública y el aparato de burocracia partidista lo encumbra porque lo necesita y lo desecha ¡por la misma razón!, para que al final del día dar cabida a otros políticos que, por impedimento legal, no pudieron contender en la elección. En el fondo los partidos lo que hacen es hacer llegar a sus piezas políticas a cualquier precio, pasando por encima de leyes, instituciones y personas. La partidocracia está convirtiendo a la institucionalidad, la democracia y la política en una desgracia.
Tres, los conocimientos, el profesionalismo, la experiencia, el perfil psicológico, el pasado, su expediente penal, la responsabilidad social y otras tantas más cualidades de una persona no importan para elegir a sus candidatos, lo que les importa es encontrar a una persona a la que puedan manipular, que le ordenen qué hacer y que se comporte como un soldado.
Para acabarla de amolar el ambiente político, lleno de malos ejemplos, le dieron la fuerza para sentirse el dueño del mundo, pasó como muchos de nuestros políticos, de chalán a candidato y, gracias a su proyección, empezó a acariciar sueños guajiros que alcanzaban hasta la posibilidad de ser Jefe de Gobierno del DF y hasta Presidente de México.
En todo este drama nacional, la opinión pública y los medios de comunicación jugaron un papel importantísimo en el encumbramiento de este personaje, como representativo de la política nacional. Tenía todo lo que cualquier asunto mediático exige, personaje popular, de una clase social baja, que después de luchar y ser soldado disciplinado, logra con base en un gran esfuerzo, alcanzar una posición de responsabilidad. Además, hace todo tipo de monerías y excesos, alcanza la fama y encima de un ladrillito se marea y se convierte en el personaje más famoso de la política nacional durante las últimas semanas. Si hubiera sido un candidato del partido en el poder, seguramente se hubiera dicho que era una pantalla para distraer la atención pública, pero no, era un hijo de López Obrador.
La situación más compleja fue que, fuera del control de nadie, fue creciendo y como esponja y buen seguidor de AMLO, copió al pie de la letra la misma y sagrada fórmula del rayito de la esperanza y comenzó a hacer tropelías y chuza con sus propios jerarcas políticos. Sin querer queriendo, como dijera el chavo, puso en vilo al país, contribuyó a desacreditar a los políticos nacionales, fue tema central de debate político, hizo que las corrientes políticas de la izquierda, derecha, centro y anexas mostraran lo más podrido de su pensamiento y actuar. Provocó la miseria política mexicana y mostró lo peor de nuestra sociedad.
En estas semanas escuchamos aberraciones de todo tipo, desde trucos legales, hasta las más retorcidas historias y estrategias políticas. Juanito funcionó como una catarsis a la memoria colectiva nacional, para dar pie al arquetipo político de la época. Qué añoranzas cuando en la época de Cantinflas, con sus personajes lograba algo similar, pero de manera positiva en la conciencia pública. La gran diferencia es que en esa época los personajes eran supuestamente ficticios y, todos lo entendían así, actuados.
Ahora lo que vemos es una cruel realidad y un terrible reflejo de nuestra sociedad y de nuestros políticos, convirtiendo a las leyes y legalidad en un trapo sucio con el que se puede limpiar la peor escoria de nuestros tiempos.
La gran moraleja es dura y destructiva, ¿Quiénes son los grandes culpables de tanta miseria política? ¿Los partidos, los dirigentes, los medios, la opinión pública, el candidato Juanito que no es el Juanito que ganó pero sí el que perdió o todos como parte de un colectivo histérico en época electoral?
Esta terrible historia se deberá de escribir en las páginas negras de nuestra vida política, es una de las más triste y desgraciada leyendas urbanas modernas que este país ha tenido.
Ojalá aprendamos la lección, incluyendo a todos los demás Juanitos de México: la mayoría de los políticos nacionales.
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