Desde el espacio aéreo entre Guayaquil-Panamá-Lima.- Me encuentro en un avión surcando los cielos de Latinoamérica, pensando que nuestra región está por celebrar el proceso de Independencia; un bicentenario obliga, por lo que se anuncian diferentes festividades. Hace algunos días, en un programa de radio, me hacían una pregunta que hoy sigue dando vueltas por mi mente a 30,000 mil pies de altura y con una visión no solamente de la celebración en México: ¿Qué celebramos?, o dicho de otra manera, ¿debemos celebrar?
Hace algunos meses, en otra entrevista, ante la misma pregunta afirme que sí, que como país tenemos muchos avances y una cultura de la cual enorgullecernos. Hoy, no es que se haya perdido todo eso, pero los nubarrones que nos ofrece la inseguridad, la miseria política, combinada con una mezquindad electorera, la ambición que generan todo tipo de monopolios creados y la indiferencia popular, empañan los logros que, como país y civilización, tenemos.
A nivel Latinoamérica, el panorama es parecido, ¿Qué vamos a celebrar? ¿El deterioro de nuestras economías después de una gran crisis mundial, o la disminución democrática por los nuevos aires dictatoriales disfrazados con un “bolivarismo” rampante, o el mantenimiento de los monopolios del poder, o la falta de visión de estado, o la falta de certeza jurídica o inseguridad en los diferentes países?
No todo es malo, en algunos países se ven avances, pero no acabamos de consolidar nuestras democracias para que verdaderamente podamos dar un salto cuántico en el desarrollo económico. En el umbral de una tercera revolución industrial, nuestros países se ven lejos de poder lograr dar ese gran paso, arrastramos una gran pobreza que no nos permite retomar el rumbo adecuado.
El continente ha entrado en un espiral en donde la delincuencia organizada se ha convertido en una pandemia y, al mismo tiempo, desafortunadamente, ha generado un mercado paralelo que está activando las economías, al mismo tiempo que se ha convertido en un impuesto perverso a la población, que tiene que pagar protección. Como consecuencia, esta actividad vulnera a las instituciones, desgasta a los gobiernos, se generan pérdidas de vidas humanas y se pierde el enfoque de la nación por el desgaste de una guerra operativamente cara, logísticamente compleja y que la corrupción y la injusticia empeoran.
En nuestro México además, este mes es significativo: se cumplen diez años de la alternancia, diez años de la llegada de la derecha al poder, cuatro años de Calderón como Presidente, diez años que el PRI trata de gobernar desde las cámaras; se presenta el cuarto informe presidencial, se abre la nueva sesión del Congreso, y se empieza a discutir, como todos los años, el paquete fiscal y presupuesto del próximo año. Se discuten impuestos, se habla de las reformas que nunca se aprobarán y, por supuesto, se llevarán a cabo las ceremonias de la fallida celebración del Bicentenario, en donde los aliados electorales de ayer y quién sabe si de mañana, se disputan los monumentos nacionales para hacer sus celebraciones Bicentenarias.
Mientras México, ante ojos de Latinoamérica empieza a levantar lástima, las únicas noticias que se ven en los medios de la región son la de los narcos y los muertos. La gente, pasmada, no puede creer lo que están viendo en la televisión, reportes de muertos, bombazos, capturas de narcos. Quedó atrás ese México alegre, dinámico, pletórico de avances y de liderazgo regional; ahora sólo levantamos pena y frustración por nuestro país, otrora considerado tan bello, pero cuya imagen vista por la gente a través de su televisión es hoy otra. Ante este escenario en México, las recomendaciones de seguridad y cuidado que normalmente se hacen en hoteles de algunas ciudades y países de la región, no suenan graves.
Y la siguiente duda que repiquetea en mi mente es ¿Qué hacer como ciudadanos? ¿Podemos hacer algo? Y ante eso, sólo me queda decir que no debemos de cejar en hacer las cosas bien y de la manera correcta; el sábado pasado, Lorenzo Zambrano, Director de Cemex, en su twitter escribía que no saldrá de la ciudad Monterrey, a pesar de la situación tan extrema; ayer Don Manuel Arango, en un escrito titulado “El México invisible”, decía que los millones de mexicanos que trabajan y mantienen al país pertenecen a la población de la cual los medios no hablan, son invisibles, pero son los que mantienen al país y son los que podremos gritar con orgullo, ¡viva México¡, en estas fechas; ambos tienen razón, pero también esos mexicanos no tienen otra opción. En el norte hay funcionarios del gobierno y alcaldes que, de plano, viven en Estados Unidos y se cruzan para cumplir sus obligaciones, debido al miedo. En otros casos, hay familias que pudieron cambiar su residencia a otras ciudades.
Desde los cielos de Latinoamérica, considero que la mejor celebración que podemos hacer, es la de seguir trabajando por mejorar las cosas, cumpliendo con nuestras obligaciones como ciudadanos, no cediendo al camino fácil de la corrupción y aplicando tolerancia cero a lo que atente contra nuestra seguridad, nuestro país y nuestra región.
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