jueves, 3 de mayo de 2012

Por arte de magia


Desde que empezaron las campañas, no sé a usted, pero me da la impresión de que por arte de magia se terminó el problema de la inseguridad. Ya no hay esa resonancia que había antes en los medios de comunicación, ahora las noticias todas se refieren a candidatos, campañas, política, y ya se habla muy poco de los incidentes de inseguridad y de la guerra contra el narcotráfico. ¿Dónde quedo la cuenta de los muertos, dónde quedaron las críticas a las policías? Pasamos de los muertos a la atención de victimas y, después de la votación de las nuevas leyes, ya pareciera que todo está solucionado, ¿es así?

Porque entonces queda por definir si el problema de inseguridad y la guerra contra el crimen era una campaña mediática del gobierno para continuar su legitimación o una campaña mediática de los grupos de poder en contra el gobierno.

Ante esto, se pudiera llegar a pensar que entonces, el problema no existe, el aumento de la delincuencia es real, lo que pasa ahora es que ya no es noticia y todo el país está enfocado a tratar de encontrar, unos, el candidato adecuado para ser presidente, otros, un trabajo futuro y, otros más, el negocio prefecto para los próximos seis años. Nuestro país se sigue reinventando cada seis años, olvidándose del pasado y tratando de construir un nuevo futuro.

Por otra parte, si hiciéramos caso a los supuestos diagnósticos que hacen cada uno de los candidatos a través de sus spots, podemos entender por qué el país está tan mal. México siempre se ha movido a través de la percepción,  si la sensación general de la población y la opinión pública es de “estamos en crisis”, entonces todo va mal, si estamos en medio de una guerra, entonces todo va mal; hace alguno años hubo un tiempo en que todo pintaba bien, se habló de bonanzas y, entonces, la economía, los negocios, todo en el país, iban bien.

Ahora, pasamos de la guerra inmisericorde entre bandas delincuenciales y narcotraficantes, del conteo de muerte y del reporte desde el frente de guerra, a el chisme fácil y rápido de las campañas y los candidatos; pasamos de ciudades desiertas y aeropuertos vacíos, a escuchar todos los días en una batería de anuncios consecutivos de todos los candidatos en las estaciones de radio: a escuchar todos los días que México está deshecho, que tenemos una crisis profunda, que la corrupción nos invade, que la pobreza ya nos rebaso; la frase menos ofensiva que he escuchado hasta ahora es una que dice “en los claroscuros de la actual administración”. Y todo esto se ha dado por arte de magia desde hace ya cuatro semanas hasta la fecha actual.


Mientras tanto el Presidente, en foros extranjeros, trata de convencer a todos los inversionistas extranjeros y a los asistentes del G20, que en México vamos bien. Tenemos una realidad mediática de esquizofrenia.

Para acabarla de amolar, localmente se presenta el debate presidencial como la oportunidad de oro para que los candidatos remonten en las encuestas, se ganen a los indecisos, consoliden su posición o se desbarranquen en la histeria de las masas por errores que pueden cometer en dos minutos ante las cámaras.

Y no menos teatral sale a relucir la desventura de la democracia, al debate le ponen un contrincante enfrente, un partido de futbol a la misma hora y en la cadena de enfrente, lo que ocasiona la creación del debate social de la masa, y aplica la máxima shakesperiana:  ver o no ver el debate, ver o no ver el futbol y, puesto sobre la mesa, la culpa democrática es donde se arma el verdadero debate en donde todos opinan con la conciencia social que les favorece y hasta donde la culpa de sus actos y responsabilidades le permite pensar. Y pensar que solo llevamos un mes de campañas.

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