Escribir en diferentes medios, me da la oportunidad de recibir información por parte de empresas, organizaciones, gobiernos y de todo tipo de personas. Así, vivo en carne propia la otra cara de la disciplina de las relaciones públicas. La semana pasada recibí un mail, que supongo que fue enviado a diferentes periodistas y columnistas, con el fin de dar a conocer la inconformidad de una compañía ante el fallo que una autoridad otorgó, en contra de dicha firma, en una licitación pública.
Este e-mail fue remitido por una persona desconocida y desde una cuenta de Yahoo!. No conocer a la persona y no determinar o dar seguimiento de la empresa remitente, me generó la primera desconfianza. El "responsable" firmaba solamente con su nombre y no aclaraba su relación con la compañía; no decía si trabaja ahí; si es vocero(a), responsable de comunicación o de la agencia de relaciones públicas. Por estos simples hechos, no era posible, de entrada, tomar en serio el e-mail, ni el asunto.
Por otra parte, al empezar a leer el texto, éste hablaba de la injusticia realizada por las autoridades y trataba, en principio, de sembrar la duda sobre la licitación. Ahí deje de leer, e inmediatamente aplique la ley del "delete". Toda información no pedida, de personas que no se identifican y que tratan de sembrar dudas sin dar la cara o tener la valentía de denunciar algo con hechos: no sirve, y se va a la basura.
Si desde tiempos inmemoriales, los anónimos nunca han tenido validez, ¿por qué ahora con internet y las redes sociales, la gente cree que pudieran tenerla? Es lastimoso que empresas, agencias o profesionales de relaciones públicas crean que se pueden usar para sembrar dudas sobre algo. La internet, el e-mail y las redes sociales son canales de comunicación, en donde las personas establecen diálogos sobre distintos temas. Por la naturaleza de los canales, no debemos asumir que se pueda eliminar la ética como principio básico de la comunicación.
Esta práctica, la cual llamo invisible -y que tiene como objetivo mandar información, difamar o dar a conocer algo que no está bien-, cualquier persona, con dos dedos de inteligencia no la toma en serio. Por lo tanto, ese esfuerzo fue invisible e inservible.
Los profesionales de la comunicación y las relaciones públicas sabemos que ese tipo de situaciones se resuelven por medio de, primero, la legalidad, segundo, tomar el asunto de manera frontal y exponerlo públicamente a través de una estrategia clara de asuntos públicos y de llevarlo hasta sus últimas consecuencias. Manejado de otra manera, habla muy mal de quien lo hace y de la empresa que lo permite. Por este tipo de prácticas, la profesión queda mal ante la sociedad.
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