En la geometría política nacional, si la observamos representada por una línea horizontal, el Partido Revolucionario Institucional está posicionado en el centro, el Partido Acción Nacional, siempre ubicado a la derecha y el Partido de la Revolución Democrática, obviamente se sitúa a la izquierda. Cada uno de ellos, a través de los años, se ha movido dentro de su mismo eje hacia la derecha o izquierda, ya sea para suavizar o extremar sus posiciones.
Después de las dos inciertas administraciones presidenciales del PAN y de la reconformación política que ha tenido el Partido Revolucionario Institucional, el cual ha regenerado su poder a partir de sus posiciones en el Congreso y la recomposición del poder desde los Estados, el PRI se ha adueñado del centro de la geometría política y, forzando el ensanchamiento de este poder real, ha empujado a los partidos de izquierda y derecha a lo más extremo del eje imaginario de la política mexicana.
En su desesperación, los dos partidos de las extremas, con la constante pérdida del poder, reducción de espacios políticos y por la pérdida de alianzas con los grupos de presión, que poco a poco fueron regresando a las alianzas de los poderosos que sí resolvían sus peticiones en el Congreso, se han visto en la necesidad de extender su brazo natural del poder político para unirlo con el otro partido de la extrema opuesta, por detrás de la regla elemental de la geometría política establecida. Para complicar el asunto, en los procesos electorales por venir, estos partidos no tienen cuadros políticos ganadores lo que, aunado a las naturales grandes diferencias en los criterios políticos de selección de candidatos, estas alianzas han tenido que recurrir a candidatos ex priistas en los diferentes estados con elecciones. Estas alianzas no marchan por buen camino y los resultados, al parecer de las encuestas, pintan como un desastre para ambos partidos.
Si estas alianzas fallan, y los resultados los empezaremos a ver el próximo domingo con las primeras elecciones que serán las de la alcaldía de Mérida, los dos partidos de los extremos habrán perdido, en doce años de alternancia, toda su configuración política, su ideología y su identidad para enfrentar las elecciones de 2012.
Como consecuencia, se podría decir que el proceso de la alternancia no ha reportado un saldo favorable a la democracia mexicana, los funcionarios que arribaron al poder así como los actores que fueron partícipes de este proceso, no inventaron un nuevo camino democrático ni político, se tuvo la oportunidad de crear una nueva identidad política, pero prefirieron tomar el camino fácil de dejar que la ruleta democrática tomara las decisiones. Ante eso, los viejos lobos de la política les ganaron los espacios de poder y trastocaron el proyecto político.
Por otra parte, la identidad del político nacional en el marco de la alternancia, tampoco cambió. Sigue prevaleciendo el viejo estereotipo del PRI, lo que ha hecho que las nuevas generaciones de políticos pertenecientes a los partidos de los extremos, cayeron en las mismas prácticas diarias, juegos de poder, ambiciones personales y corruptelas sin ningún fin que cambiara el rumbo del país o aportara algún beneficio al cambio democrático. Técnicamente, no ha habido avance en nuestra democracia y hasta se puede decir que hemos dado pasos atrás, perdiendo terreno en la ciudadanización de la política.
Ahora bien, al perder los extremos su posición, el PRI está muy bien consolidado en el centro, pero se genera un gran pleito, con vistas a las elecciones de 2012, entre los grupos de poder dentro del mismo PRI. Hoy tenemos grupos que se han adueñado, por una parte, de la Cámara de Diputados y, el otro, está ubicado en la Cámara de Senadores. Las reformas que necesita el país y la sociedad mexicana están en medio viendo, como si fuera un partido de tenis, como pasa la pelota de un lado a otro, con la desesperación de que el país sigue perdiendo espacios y tiempos valiosos para su desarrollo, además de ver como en este pleito, la delincuencia organizada se mete por la cocina y se lleva todo lo que les es posible. La situación es apremiante y estos grupos de poder sólo se cuidan para llegar a salvo a la nominación presidencial.
El gran problema es que ante la pérdida de los partidos extremos, se pierden espacios, posiciones, ideologías, puestos públicos y el ánimo de los ciudadanos quienes, desesperados ante esto, más el avance de la inseguridad, ya hasta claman que regresen los viejos tiempos de la política dictatorial del antiguo PRI. Y todo, ante la incapacidad del Poder Ejecutivo de articular y de comunicar.
Los partidos de extrema no se han dado cuenta de lo que han perdido y, seguramente, querrán hacer su recuento y control de daños posterior a las elecciones. En ese momento se percatarán que los perjuicios son tan grandes que no les dará tiempo de recuperar sus niveles de votación para la elección de 2012.
La democracia mexicana, ante esto, está a punto de perder 12 años, más dos partidos y posiciones políticas que son muy necesarias para los balances del sistema.
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