jueves, 25 de febrero de 2010

Reformas políticas de México

Se abre un gran debate en México, por un enfrentamiento entre los grupos de poder. El martes, que podemos nombrarlo como un martes negro, parece que será piedra de toque, ya que se juntan ¿de casualidad?, por una parte, la presentación pública de la reforma política del Senado, la publicación del desplegado a la generación del No y la presencia de Carlos Salinas en una conferencia sobre la banca en el Centro de Estudios Espinosa Yglesias. Y por la otra, las multas a Grupo Azteca por una serie de irregularidades en permisos para sus productos comerciales, más las que amenaza el IFE en propinarle por faltas a las leyes electorales. Y para cerrar las coincidencias, ese día se firma la alianza opositora al PRI en Oaxaca. ¿Es mucha casualidad que todo esto pasara en un sólo día?

Con estas casualidades, podemos ver que se abre la verdadera carrera para la sucesión presidencial de 2012, bajo un principio elemental. En este año es preciso hacer todos los cambios o reformas necesarias para pavimentar el camino a la súper-elección presidencial y a la gobernabilidad ante el escenario de ganar o perder la elección, por lo que la guerra se ha abierto y, además, de manera pública.

Desafortunadamente, en México el único camino que sabemos es el de echarnos la culpa los unos a los otros. Los del pasado inmediato le echan la culpa a los del pasado anterior de las malas y de las no reformas y, los que están ahora en poder de la llave legislativa, para poder tomar las decisiones sobre las reformas políticas, seguro las van a plantear con la visión y la meta de 2012.

En México, las reformas políticas en los últimos años han sido con una visión a corto plazo y con carácter controlador, lo que significó solamente una cucharada de democracia en un momento determinado. En la mayoría de los casos funcionaron solamente para dar un poco de respiro al sistema político y, desafortunadamente, sin una visión para llegar a un acuerdo institucional sólido a futuro. La última que valió la pena fue la reforma política del 96.

Hoy, el país está llegando a un momento histórico en donde por varias circunstancias se está generando la presión social suficiente para pensar en una nueva reforma política. Se puede decir que principalmente este fenómeno se está generando, primero, porque la generación vieja de los políticos en el poder quiere seguir actuando como en el pasado, sin ver y entender que la sociedad mundial está cambiando significativamente, queriendo dejar atrás las malas prácticas que el viejo régimen priista nos dejó como legado.

Otro factor de vital importancia, es que el arreglo institucional está totalmente rebasado, y en donde esa vieja práctica del sistema político mexicano de ajustar las instituciones con el mismo criterio de las reformas, de manera cortoplacista y bajo el control político, no pasó la prueba de la modernidad y menos la de la alternancia, por lo que nuestro sistema institucional está desarmado, viejo y obsoleto.

Al unísono de esta situación, tenemos como causa-efecto el hecho de que se cumplen 20 años de alternancia política (contados desde que el PRI gobierno acepta que el PAN gana en 1989 la gubernatura de Baja California); alternancia que, como todas las genialidades de nuestro sistema político, fue forzada, como parte de acuerdos y reformas políticas concertadas, bajo los criterios arriba mencionados. Lo que está haciendo que nuestro sistema político entre en un círculo perverso, necesitado de un nuevo diseño institucional, que dé una salida a los descontentos de las clases sociales.

Este círculo vicioso, junto con la vieja generación de políticos, generó que todas las fuerzas políticas demostraran su ineficiencia, corrupción y corta visión de Estado al llegar al poder; hoy en México no existe fuerza política que no esté representada de alguna u otra manera en una de las dos cámaras federal o estatal. Y los partidos más consolidados, alcanzarán alguna gubernatura. La democracia y la alternancia han tenido sus frutos, pero con grandes fallas en los hombres, y llegaron a su límite social. Muestra de esto serían las alianzas políticas que se están dando como parte de la descomposición política del sistema.

Ahora, ante la presión para la reforma, al parecer vuelven a parecer los mismos criterios para hacer las propuestas, pero estamos viendo que la nueva circunstancia y el avance democrático nos está llevando hacia un semi-parlamentarismo, y nuestro sistema, que nació como una burda copia del sistema democrático estadounidense, ahora se quiere parecer a alguno de los sistemas parlamentarios europeos.

Ya se dice que parte de la nueva propuesta de reforma está dedicada a la reelección de ciertos personajes que la están diseñando y que, de esta manera, asegurarán sus posiciones en el próximo sexenio. Gane quien gane, nuevamente la visión de corto plazo vuelve a triunfar sobre la visión de Estado y, de nuevo, nos quedaremos cortos.

Mientras no instruyamos a nuestros jóvenes, y nuestras generaciones futuras solamente aspiren a ser narcos, empresarios monopólicos o políticos corruptos, México no avanzará ni cambiará el modelo de actuación y liderazgo social.

Cambiemos, para poder tener en México una generación del Sí.

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