jueves, 26 de agosto de 2010

México perdió el motivo

Al parecer, México perdió el motivo central que une los esfuerzos, las ganas, y la voluntad de los mexicanos; no ha existido la capacidad de liderazgo por parte de nadie, ni político, ni empresario, ni líder moral que ofrezca un motivo para retomar el rumbo; estamos perdidos, cada quién está viendo por conseguir sus propios beneficios.

El problema es que en cada mesa de estrategia de los diferentes grupos de poder, sólo piensan en sus criterios personales y en su propia visión del país, con una perspectiva polarizada de la situación y cuidando solamente sus particulares intereses. El problema es que todos ven sus propios motivos y no los de México.

Algunos de esos motivos que están permeando son: unos sólo quieren quedarse en la Presidencia, los de la mesa de enfrente sólo quieren regresar a retomar el poder central, y los de la mesa de junto sólo quieren “agarrar” lo que se pueda y lo que quede de la lucha entre las otras dos mesas, vendiendo sus apoyos al mejor postor. Éste es uno de los costos que está pagando nuestra democracia por la alternancia en el poder; en medio, una sociedad que se está polarizando ante los enfrentamientos de las clases dirigentes y un pobre desempeño económico.

Esta gran lucha ha llevado a los políticos a pelearse por causas religiosas y económicas; hoy vemos los principales enfrentamientos entre los poderes, o por las leyes de reconocimiento de nuevos derechos para grupos sociales, o por las licitaciones de las radiofrecuencias, o, en breve, por el dinero del presupuesto para el próximo año, del cual estamos hablando que dependerán los resultados de algunas elecciones. El colmo es que en el principal problema del país, que es la inseguridad, un motivo para la población, está convertido un tema de enfrentamiento que también hace que la discordia entre los políticos provoque que el desacuerdo campee a sus anchas.

Por supuesto que los motivos centrales del país, como el crecimiento económico, el futuro, la justicia, la educación, están perdidos y en los últimos lugares de la agenda de todos estos grupos. Hoy el motivo es hacer quedar mal al opositor, no dejándolo cumplir con su función y deber en el gobierno, bajo el principio de que con eso nadie votará por él y cuando llegue yo a la presidencia arreglo todo.

Esta situación nos hace tener una regresión al pasado de México, cuando los liberales peleaban contra los conservadores por los grandes dogmas de la nueva civilización de aquellos tiempos, por la libertad y los derechos de ciertos grupos, además de los monopolios del poder económico. Habrá que recordar que la mala historia de estos pleitos terminó en grandes rebeliones.
Estas rebeliones son las que hoy están convertidas en un motivo central para unir a los mexicanos y que, lastimosamente, ni para eso nos podemos poner de acuerdo y hoy fallidamente estamos tratando de celebrar. Lo que parece es que al partido en el poder no ha podido cuajar ningún tipo de celebración del Bicentenario, ni arco, ni programa de celebración y ahora ni siquiera una canción. Lo que sea de cada quien, a los anteriores en el poder, se les daba muy bien eso. ¿Será problema de algún gen o color en la sangre o solamente un problema de filosofía y dogma?

Lo grave de la pérdida de un motivo que una a todos los mexicanos es que, en este pleito entre grupos de poder, se está creando una gran brecha en donde se están acumulando la intolerancia, la injusticia y la indolencia que está campeando entre la población y que, sumadas, están creando la gran inseguridad que hoy vivimos en México, misma que aleja de nuestro país voluntades, acuerdos, desarrollo y principalmente al turismo y a la inversión extranjera.

Contrario a esto, la delincuencia organizada, desafortunadamente, sí tiene un motivo, y muy claro, que es crecer un negocio rentable y ganar espacios de poder, para lo cual hace un trabajo muy fácil y hasta ahora bien coordinado; corrompe autoridades, mata a los que se le enfrentan y reparte dinero a la población que no encuentra oportunidades por los pleitos de los políticos. Simplemente aprovecha la discordia del sistema y la inestabilidad de las instituciones y que, sumado a más recursos y una mejor logística, hace que puedan entrar como un cuchillo en mantequilla en una sociedad dividida, polarizada, desmotivada y con grandes necesidades. El resultado es un Estado totalmente vulnerado, que permite todo tipo de rumores que ponen en vilo a toda la población.

Como consecuencia, hoy en México, tenemos una gran guerra por el poder, la cual tiene tres frentes de batalla, el del gobierno federal contra de la delincuencia organizada, el de los grupos políticos por la desenfrenada carrera electoral de la presidencia y, finalmente, el frente religioso - civil que involucra las nuevas leyes de reconocimiento de grupos homosexuales. Nadie está ganando y estamos jugando con fuego. Por cierto, todo esto de cara a la lenta pero constante militarización de la frontera americana con México.

Hoy, en México, ni el nacionalismo nos está funcionando: una muestra simple, el drama de la canción del bicentenario; al pobre de Alex Syntek no sólo le llovieron críticas, sino que la intolerancia lo arroyó con una gran cantidad de groserías, lo que demuestra la polarización y el enojo de la población ante cualquier simple situación que se vive en el país.

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