Para el tema de la obesidad en México, las autoridades, como siempre, llegaron tarde; es un grave problema desde hace más de cuatro años y nadie lo había atendido. Es un asunto muy complejo, ya que tiene su origen en varios factores, nuestra mala cultura alimenticia, el sedentarismo físico -ya que cada vez nuestros hijos hacen menos ejercicio y pasan más tiempo frente a la televisión, los juegos o la computadora- y la falta de información al respecto en los niños, los padres, los maestros y en autoridades. El camino más fácil siempre ha sido atacar a las empresas que venden refrescos, botanas y golosinas y, después, tratar de arreglar el resto. Como se ha dicho hasta el cansancio, es un problema multifactorial, en donde se deben hacer programas integrales para atacarlo.
Lo que no se han dado cuenta es que, mientras se ponen de acuerdo en las nuevas políticas públicas, la comunicación puede marcar la diferencia en el problema. Ya se hubiera hecho una campaña pública para alertar sobre el tema y empezar a hacer recomendaciones para tratar de cambiar, de alguna manera, los hábitos y malas costumbres de la población.
Estoy seguro que este esfuerzo además de corresponderle al gobierno, también involucra a las compañías privadas, que están de alguna manera u otra involucradas en el problema, estarían muy dispuestas a ayudar a mejorar la educación alimenticia de los niños. Esto independientemente de que de ambas partes, autoridad e iniciativa privada, puedan definir nuevas políticas públicas para avanzar en la solución. Como ya mencioné antes, éste no apareció de la nada, se viene cultivando desde hace años y el silencio de ambos sectores ha sido conivente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya enunciaba el problema desde antes del 2004.
Además, hay que entender que los niños son muy capaces, y entienden toda la información que se les manda. Al igual que en aquella emergencia cuando el problema del agua, en donde inmediatamente se lanzaron campañas preventivas y educativas, con la obesidad deberíamos empezar a la brevedad. ¿Qué estamos esperando?
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