Como lo mencioné en colaboraciones pasadas, el enfrentamiento de los grupos de poder por la sucesión presidencial está que arde. A raíz del desplegado publicado referente a la generación del no, al parecer se desató toda una aguerrida estrategia que aún no termina y de la que solamente estamos viendo una de las primeras secuelas. Lo malo es que esta situación esta involucrando a todos en el país y se puede llevar de corbata toda la estabilidad económica, a los poderes y, por supuesto, va a salpicar a todo lo que se ponga enfrente.
Esto es por dos simples motivos: el primero, porque se pretenden imponer nuevas reglas para la elección, con el problema de que en medio hay diez elecciones estatales en este año y otros tantos procesos más en 2011; entre los más importantes los de Oaxaca, Veracruz y Estado de México, los cuales, en la lógica del PRI, no se pueden dar el lujo de perder.
En segundo lugar, esta guerra política sin cuartel es un gran pleito entre priistas, en donde el PAN pareciera sólo juega un papel de acompañante, dado que las grandes fallas en sus administraciones no han podido consolidar la confianza de sus seguidores. Basta ver que en todas las encuestas la intención de voto está muy baja como para pretender repetir otro sexenio. Claro que ellos tratarán de buscar la manera de aprovechar este gran pleito de los grupos enfrentados dentro del Revolucionario Institucional para tratar de quedarse el mayor tiempo posible en Los Pinos y, paradójicamente, en ciertos escenarios y mediante algunas alianzas, pudiera llegar a suceder.
Ante estos hechos, es muy importante que la sociedad, los poderes ciudadanos y los empresariales presionemos a los políticos y a la opinión pública para que dejen atrás las quejas estériles sobre si los famosos acuerdos que firmaron Nava, Beatriz, Gómez Mont y Peña Nieto eran válidos o no, sobre todo que en este caso, bajo el principio elemental de reconocer que la política es el arte de hacer lo imposible posible, la forma pudiera ser lo de menos. Lo que sí queda claro y es muy cuestionable, es la impericia de los actores ante los nuevos escenarios, ya que o son muy ilusos o el nivel de perversidad ante la situación es demasiado alto y ya no están capacitados para su manejo, lo que nos lleva a entender, sine qua non, que la guerra que se está librando entre los grupos de poder y de presión es de muy alto calibre.
Tratando de dejar atrás el estéril drama de la falta de operación política, la pregunta importante para el país debe ser ¿Qué sigue?, sin preguntarnos quién fue el verdadero culpable o si lo que se hizo está bien o no. Urge ver hacia adelante y no hundirnos en la queja. Además, es importante señalar que nuestro diseño institucional actual permite este tipo de operación, lo que está cambiando es la sinergia social y de poder, y ahí es donde debe de venir la verdadera reforma política.
Es claro que los involucrados visibles del famoso pacto firmado en el Palacio de Covián, están quemados y ya no son interlocutores válidos para nadie, lo que obliga a que de manera urgente se cambie a esos personajes; el desgaste generado por esta situación los hace inviables ante sus propios interlocutores y los electores.
El contexto es curioso, ya que esto obligaría a cambiar a los dos jefes de los partidos en cuestión con la respectiva repercusión que tendría sobre el hecho de que los dos son diputados al mismo tiempo que jefes de partidos; y la pregunta sería si queremos volver al esquema de que los presidentes de los partidos deban de estar fuera de las Cámaras para una mejor operación política. Estando dentro, el desgaste de la operación fue tremendo, y el costo que se veía venir desde que fueron elegidos ya lo habíamos comentado en este espacio.
En mi opinión, esto es lo único que mejoraría el ambiente, grandes cambios, caras frescas para una interlocución, y así lograr una nueva operación política entre los grupos de poder, pero sobre todo, con las personas más importantes en todo este juego, a las cuales pareciera que hoy son las que a los partidos menos les importa, los ciudadanos. Los partidos no se han dado cuenta de la sobre carga negativa que le están propinando a los electores y que, seguramente, en estas elecciones se verá reflejado.
Lo más importante, además de este necesario cambio, es que se haga de manera urgente. El tiempo en este tipo de situaciones juega un papel de vital importancia. Además, como correspondencia política ante los ciudadanos, la Presidencia de la República también deberá hacer ajustes en el gabinete para que pueda haber un camino pavimentado a una negociación.
Por otra parte, ante el escenario planteado es seguro que nos podemos ir olvidando en este periodo de sesiones de cualquier tipo de reforma. No hay condiciones para lograr ningún acuerdo y es verdaderamente imposible, por el momento, que ni siquiera el PRI mismo logre consensos. Basta ver que las mismas propuestas de reformas, entre el Senado y la Cámara de Diputados tienen diferencias. Esto habla de que hoy no hay acuerdos ni dentro del PRI.
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