El resultado de la negociación del primer paquete de leyes, al inicio de la segunda Legislatura de la presidencia de Felipe Calderón, dejó muy mal estacionados a todos los grupos en México. Nadie se salvará de pagar los respectivos costos políticos, a pesar de que todos jugaron a no cargarlos; en general, sus apreciaciones definitivamente les fallaron y todos perdieron.
Por la arrogancia política, que caracteriza a esta generación de políticos, perdimos todos y perdió México. Sabemos que no había plan B, por la simple y sencilla razón de que, al no tener el ingreso petrolero, a México no le queda otro camino que cobrar más impuestos. Si supuestamente ya todos lo saben, ¿Por qué entrar al juego perverso de una negociación que de antemano iba a ser fallida? El saldo es desastroso, finalmente a nadie le convino este enfrentamiento.
A la presidencia le quedó claro que la disciplina en su partido no está funcionando y que hay grupos antagónicos con los que no va a contar a partir de ahora. Pero el caso más grave radica en el enfrentamiento con los empresarios que, en franca desconfianza con el Ejecutivo, fueron directamente a negociar con el Senado, lo que desató la molestia presidencial. Ha quedado una gran brecha abierta entre el ejecutivo y la iniciativa privada; desafortunadamente, no se ve ningún operador político dentro del gabinete que tenga la altura y la voluntad para llevar a cabo una negociación que pueda resarcir este asunto. Además, parte de ello va a ser dirimido dentro del partido del poder.
Para el PRI, los daños son igual de graves: el enfrentamiento de los Gobernadores y sus diputados contra los senadores fue un choque de trenes. Técnicamente, como resultado de este encontronazo, parece haber varios cadáveres políticos, los cuales no habían ni siquiera podido estrenarse y ya aparecen como fantasmas del recinto legislativo. Parecía que la gran fuerza del PRI estaba en la unión, sobre todo después de ver una aplanadora electoral; pero ha quedado demostrado que hoy, después de los acomodos de la Cámara de Diputados, la alianza es lo que menos existe. También quedó muy claro que la lucha interna por el 2012 apenas empieza, y que será a muerte, sin importar siquiera que se lleven al país de por medio.
De los demás partidos, es evidente que unos serán comparsa, cuidando sus intereses específicos, y que los otros quedaron perdidos en la negociación, sin capacidad de propuesta y rebasados por la situación. Eso sí, solamente son buenos para aprovechar el momento para hacer campañas políticas y gastar el dinero del erario que no se tiene, para hacer spots y culpar a todos los demás partidos.
Nadie en México midió las consecuencias de esta terrible negociación y todos los políticos, los partidos y hasta los empresarios van a terminar pagando muy altos costos por no ponerse de acuerdo para sacar al país delante.
Y será la Nación en su conjunto, como lo dice el juramento que hicieron al tomar su puesto, la que les cobre su gran arrogancia.
México está débil, la situación económica es compleja, ya no se tiene petróleo, no se ha llevado a cabo una adecuada reconversión industrial que sustituya el ingreso petrolero, se tienen monopolios privados y públicos que no permiten el desarrollo, y la competitividad en sectores estratégicos cierran puertas a la inversión extranjera, y, para acabarla de complicar, sin acuerdos internos entre grupos de poder y grupos de presión. Si no se llega a un pacto nacional, el panorama puede complicase, se sigue jugando a la teoría del caos.
Desde el punto de vista social, los políticos están olvidándose que venimos de una elección compleja y que la elección fue ganada por un voto de castigo; entre la población hay un gran hartazgo y esta negociación fallida entre los grupos políticos dañó directamente a la ciudadanía. Somos los paganos directos de una mala negociación.
La democracia en México está generando nuevos costos en el balance del poder, los diputados son los grandes perdedores y, por donde se le vea, tarde o temprano ellos pagarán primero las consecuencias. Ya empiezan las presiones para la desaparición de los diputados plurinominales, y si a esto le sumamos que están atrapados entre el pleito de los gobernadores y los senadores, ésta Cámara definitivamente será la primera a la que deberán de sacrificar.
Urgen operadores para negociar nuevos acuerdos sociales. El daño y la división entre grupos no son sanos para el sistema político ni para la nación. Hay que negociar entre grupos y, sobre todo, negociar con la sociedad para generar armonía y transitar de una manera pacífica por un difícil año electoral.
De los costos políticos, señores, ya no se preocupen: tarde o temprano que la Nación se los demande.
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