Como resultado de tres años de gobierno, las últimas elecciones y, finalmente, la negociación del presupuesto para 2010, los empresarios terminaron enfrentados con el presidente de la República, lo que ha generado que Calderón, en sus últimos discursos, ataque inclementemente a la clase empresarial. La pregunta es: ¿su diatriba va dirigida a alguien en especial? A ciencia cierta, aún no se sabe.
Lo que sí es un hecho es que hoy, más que nunca, la iniciativa privada está tomando bandos políticos. Unos están más cerca del PRI, otros cerca del PAN, pero sin duda hay algunos que están muy lejos del PAN y sobre todo del presidente.
Tampoco es muy claro si esta partidización ya generó divisiones entre ellos mismos. Si así fuere, este asunto complica mucho la vida del país, ya que bastante tenemos con la guerra de poderes entre los políticos como para, además, tener enfrentados a los empresarios.
La historia de México marca que los enfrentamientos entre empresarios y el presidente han sido muy peligrosos para la economía nacional, ya que este mal entendimiento siempre ha generado gran desconfianza y, en consecuencia, grandes devaluaciones del peso.
Sucedió con Luis Echeverría, después del enfrentamiento con la cúpula de Monterrey; se repitió con López Portillo, cuando el desencuentro con la iniciativa privada generó la nacionalización de la banca.
En el caso de Miguel de la Madrid, el rompimiento impulsa el crack bursátil del 87 y la subsecuente devaluación en noviembre del mismo año.
Por su parte, en el periodo de Salinas las micro devaluaciones diarias y la apertura al TLCAN, más los factores políticos de dos importantes asesinatos políticos, ponen en alerta a la clase empresarial; el colofón de todo ello culmina con una devaluación a finales del 94, crisis con la que inicia Zedillo su mandato.
Con el gran trabajo de recuperación económica por parte del presidente Zedillo, Fox encuentra un país sólido que se mantiene hasta la llegada de Calderón.
Supuestamente con la alternancia hay una “santa paz” con los empresarios más cercanos al poder, por lo que se logra una estabilidad económica que ha perdurado durante el gobierno del PAN.
Pero tres factores incidieron en la problemática nacional para llegar a un nuevo desencuentro:
1) La crisis económica internacional, los efectos de la influenza, las cargas postergadas por años de los sistemas de pensiones, los monopolios privados y públicos que no permiten la modernización ni la competitividad, y un deficiente sistema recaudatorio, así como la dependencia de nuestro ya casi terminado petróleo, implican la necesidad de reformas de fondo que no son bien aceptadas.
2) El choque entre los extremos de la sociedad por la lucha de dogmas y libertades sociales es lo que está generando los grandes conflictos de poder y los desacuerdos políticos que estamos viendo.
3) Un presidencialismo muerto.
El problema es -como ha sucedido en otras ocasiones históricas- que se están juntando muchos factores que exponen la debilidad de nuestro modelo económico y el desgaste de nuestro sistema político, que, entre otras cosas importantes, ya no aguanta más las simples presiones de la competitividad regional ante los grandes inversionistas del mundo.
Para agravar el asunto, y lo que nunca pensamos que pudiera suceder, nuestro vecino, EU, el siempre salvador de situaciones graves, pudiera decirse que está peor que nosotros, y en esta ocasión sus problemas económicos nos están dando la puntilla.
Una consecuencia de esta situación es que queda al descubierto el tradicional contubernio de los monopolios públicos y privados, el cual da pie a los poderes fácticos de nuestra economía y que está llevando hoy al país, sólo por inercia, a tener que reconocer faltantes importantes en los ingresos, y la imposibilidad para manejar la baja del gasto gubernamental, lo que aunado al tradicional no pago de impuestos generalizado entre la sociedad mexicana pueden llevar al país a una quiebra inminente.
El desgaste del modelo económico y político es real, y nada tiene que ver con el debate si es de derecha o de izquierda; la generación de una combinación explosiva tiene que ver más con la forma de ser de nosotros los mexicanos, combinada con las ambiciones políticas y frente un año electoral definitorio en la elección de 2012, más la pobreza extrema y la desigualdad generada y un desencuentro con empresarios.
Todo esto pudo haber causado que el presidente, como en otras ocasiones históricas, quisiera empujar un cambio en las estrategias fiscales y de política económica, las que obviamente no le acomodaron a nadie en este país: los políticos no quieren perder sus prebendas; los empresarios no quieren perder sus monopolios, ni sus ganancias, ni sus exenciones de impuestos, y la población no quiere, por ningún motivo, pagar más impuestos. El país esta atorado y vamos en picada.
Lo malo es que nadie está haciendo propuestas inteligentes en ninguno de los bandos. En el gobierno no se hacen propuestas de un gasto más racional y una inversión más orientada a generar empleo; los empresarios no hacen propuestas de políticas públicas que desarrollen la competitividad y la inversión en infraestructura, ni se están proponiendo para los ciudadanos un sistema más cómodo y eficiente para el pago de impuestos. En México todos juegan a no mover el barco y mantener el estatus quo.
Esta complicidad invisible que genera nuestro sistema entre empresarios y autoridades, sumado al silencio de los ciudadanos, hace que el país vaya a la deriva. Mientras, las inversiones extranjeras que viven en medio de este infierno de incertidumbre, inseguridad y corrupción, prefieren irse del país antes de morir envueltas en los contubernios de los monopolios públicos y privados. Las que ven de lejos esta situación, prefieren ir a Brasil.
La percepción es realidad: los empresarios son malos gobernantes y los políticos malos empresarios. ¿Cuándo ambas partes van a entender esta realidad y cada uno tomar su papel en su respectivo campo de acción? ¿Quién va a ser la mano conciliadora, por el bien de México?
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