Hace algunos días, Thomas Friedman, autor del libro El mundo es plano, en su editorial semanal daba cuenta de los cambios que se están generando en el negocio de la comunicación, mientras compartía la historia de su hijo, el cual tiene un negocio de mercadotecnia y publicidad en EE UU.
En su artículo da cuenta de cómo, hoy, se producen comerciales a muy bajo costo, utilizando programas de software abierto que existen en internet; imágenes de stock a buen precio; al igual que jingles, y hasta locutores que se pueden contratar a través de la web.
Parte de la historia es que, además de producirlo con todos estos nuevos recursos tecnológicos abiertos, ellos mismos hicieron su edición y le mandaron muestras al cliente manteniendo todo el proceso de autorización en línea. ¡Cómo ha cambiado este negocio! Y cada día cambia de manera más rápida.
El comentario final de Friedman sobre el tema se enfoca en que, por otro lado, las alicaídas economías mundiales no se están dando cuenta de que esto genera que las nuevas empresas trabajen con menos recursos humanos y, si tomamos en cuenta que las instituciones financieras no captan estos cambios, tenemos hoy un nuevo sector de negocios que no tiene créditos empresariales para impulsar su innovador crecimiento. Esto genera un desbalance y no contribuye a crear más empleos, ni nuevas empresas y, por ende, no ayuda a mover la economía de los EE UU.
Si esto pasa en el país más avanzado financieramente y con todas las ventajas tecnológicas, ¿en efecto, podemos imaginar qué pasa en México? Nuestra industria de la comunicación avanza de igual manera; al fin, la tecnología no tiene barreras. Pero, desafortunadamente, ni las empresas ni la industria y menos las autoridades se percatan de dicho fenómeno.
Este tema debería de ser tratado también en forma prioritaria por las asociaciones de la industria de la comunicación. Desafortunadamente, en México, tales instituciones orientan su visión sólo a crear premios y eventos de relacionamiento y no a buscar y optimizar el ambiente de negocios. Esto también es provocado porque los empresarios, en nuestro país, no creen en el poder de estar juntos en una asociación para enfrentar los problemas y las oportunidades comunes de una industria.
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