Ciudad de Guatemala.- Estoy de visita en el hermano país de Guatemala para dar una conferencia sobre “Los Efectos de la Comunicación en las Elecciones presidenciales”, por invitación de la Red Iberoamericana de Comunicadores y de la Universidad Rafael Landívar. En medio de un recorrido por la hermosa ciudad de Antigua, el grupo de comunicadores asistentes nos enteramos que el derrocado presidente de Honduras, Manuel Zelaya está de regreso en su país, refugiado en la embajada de Brasil.
Los compañeros de este país no entendían lo que estaba pasando y no supieron qué decirnos. Las noticias eran claras, habían determinado un toque de queda y Zelaya arengaba a gritos a sus seguidores desde el balcón de la embajada. Latinoamérica de nuevo está en crisis política por la necedad de sus políticos. El hecho de estar fuera del país ayuda a ver cómo es percibido México; desafortunadamente, la única noticia visible en los diarios de Guatemala es la de nuestro mesías asesino del transporte Metro.
Al leer esto, reflexioné sobre lo que escribí a principios del mes: que septiembre iba a ser difícil por la serie de acontecimientos que la política enfrentaría, pero hoy me di cuenta que me quedé corto.
Hace tiempo que en un solo mes no se juntaban tantas cosas en el ámbito nacional. No sólo se dio el encontronazo entre los Poderes Ejecutivo y el nuevo Legislativo, que fue la nota, sino que, además, el Poder Judicial salió con su exigencia de un millonario presupuesto. El informe presidencial, que quiere cambiar el rumbo del gobierno, las fiestas patrias, con el inicio del Bicentenario y su festejo desastroso en el Zócalo y, para acabarla de amolar, las torrenciales lluvias que están demostrando que la zona conurbada de la Ciudad de México está a punto del colapso por la falta de planeación y la no ejecución de las obras necesarias, pero no políticamente utilizables por la falta de visibilidad. Curiosamente, esta última situación empieza a deslavar las intenciones políticas y presidenciales de Ebrard y Peña Nieto. Por más que digan, la realidad está rebasando la política ficción del futuro.
Además de este cúmulo de hechos extraños, durante el mes patrio tuvimos la desafortunada gloria, “Dios nos habló directamente”; bueno, no a todos, pero sí a dos de sus hijos, los cuales en su nombre hicieron tropelías que voltearon de cabeza al país. Uno primero secuestra un avión y el otro causa una matanza inmisericorde en una estación del metro. Para mala fortuna, México ya cuenta con nuevos mesías.
Estos hechos muestran a una sociedad putrefacta y a unas autoridades rebasadas para prevenir este tipo de actos; en los dos casos la desgracia pudo haber sido mayor y se demostró una lenta capacidad de respuesta.
Por otra parte, no cabe duda de que por la cantidad de violencia con la que convivimos a diario, vamos perdiendo capacidad de asombro. Las autoridades, al referirse al incidente del Metro, lo exteriorizan con tal costumbre sobre actos vandálicos y muertos, que uno hasta siente que ya no les importan; sólo faltó que nos soltaran la expresión “Nos salió barato el numerito, pudo haber más muertos”, aunque casi así detallaron el hecho. Cuando se es autoridad, no se puede tener esa insensibilidad.
El problema es que nuestra sociedad está generando una nueva clase de mesías que, ante la situación de crisis, la desesperanza, las llamadas del cielo y los amplios reportajes en los medios, le está extendiendo una llamativa invitación a que actúen.
Otros mesías que están apareciendo y que religiosamente han cumplido con enviarnos sus mensajes semanales, son los grupos extremos que hacen explotar sus petardos en locales comerciales y que no han fallado en las últimas cinco semanas. El cambio en esta última semana es que explotaron dos artefactos. Por suerte, hasta ahora no ha habido heridos, pero son mensajes muy claros de grupos inconformes que desde la clandestinidad mandan recados de desacuerdo a las autoridades.
Parte del problema es que la población analiza el desempeño de sus políticos convertidos en mesías, el cómo actúan, la impunidad con la que toman sus decisiones, sus incongruencias y la sociedad entiende que es la forma de actuar.
Y en este mes hemos tenido casos a diario: el diputado Noroña y otros compañeros actuando en la Cámara de Diputados, sin ningún respeto al recinto, a las leyes, ni a la cordura; el diputado del PRI en la Asamblea del DF que toma una escalera y destroza un cristal para tomar por asalto una oficina con ventana al Zócalo, que dice le prometieron y que le corresponde a su bancada.
Otro ejemplo de este tipo de actitudes, en donde los políticos se arrebatan lo que dicen que les corresponde, es el pleito en la Delegación Iztapalapa, en donde Juanito, un engendro político de AMLO, el otro mesías, decide no seguir con el juego planteado por sus líderes y su partido y se va por la libre a arrebatar lo que ahora entiende como suyo.
Los políticos no se están dando cuenta que sus “civilizadas acciones de concertación política”, que vemos a diario en los medios, no tiene gran diferencia a la de secuestrar un avión o irrumpir violentamente en el Metro, o poner petardos en locales comerciales; es más, esas acciones, en gran parte, o están sirviendo de ejemplo o como “una clase de permiso” a personas o grupos sociales que están al borde de la desesperación por la injusticia o por la pobreza.
Todos, como sociedad, debemos de cuidar no ser permisivos para seguir creando esta clase de nuevos mesías, ni los sociales ni los políticos, que en ambos casos pueden causar grandes problemas que México no debe tener y menos en estos momentos de zozobra. Y respecto al ámbito de Latinoamérica, tampoco necesitamos estos mesiánicos líderes. Con los que hay, ya es suficiente.
Los compañeros de este país no entendían lo que estaba pasando y no supieron qué decirnos. Las noticias eran claras, habían determinado un toque de queda y Zelaya arengaba a gritos a sus seguidores desde el balcón de la embajada. Latinoamérica de nuevo está en crisis política por la necedad de sus políticos. El hecho de estar fuera del país ayuda a ver cómo es percibido México; desafortunadamente, la única noticia visible en los diarios de Guatemala es la de nuestro mesías asesino del transporte Metro.
Al leer esto, reflexioné sobre lo que escribí a principios del mes: que septiembre iba a ser difícil por la serie de acontecimientos que la política enfrentaría, pero hoy me di cuenta que me quedé corto.
Hace tiempo que en un solo mes no se juntaban tantas cosas en el ámbito nacional. No sólo se dio el encontronazo entre los Poderes Ejecutivo y el nuevo Legislativo, que fue la nota, sino que, además, el Poder Judicial salió con su exigencia de un millonario presupuesto. El informe presidencial, que quiere cambiar el rumbo del gobierno, las fiestas patrias, con el inicio del Bicentenario y su festejo desastroso en el Zócalo y, para acabarla de amolar, las torrenciales lluvias que están demostrando que la zona conurbada de la Ciudad de México está a punto del colapso por la falta de planeación y la no ejecución de las obras necesarias, pero no políticamente utilizables por la falta de visibilidad. Curiosamente, esta última situación empieza a deslavar las intenciones políticas y presidenciales de Ebrard y Peña Nieto. Por más que digan, la realidad está rebasando la política ficción del futuro.
Además de este cúmulo de hechos extraños, durante el mes patrio tuvimos la desafortunada gloria, “Dios nos habló directamente”; bueno, no a todos, pero sí a dos de sus hijos, los cuales en su nombre hicieron tropelías que voltearon de cabeza al país. Uno primero secuestra un avión y el otro causa una matanza inmisericorde en una estación del metro. Para mala fortuna, México ya cuenta con nuevos mesías.
Estos hechos muestran a una sociedad putrefacta y a unas autoridades rebasadas para prevenir este tipo de actos; en los dos casos la desgracia pudo haber sido mayor y se demostró una lenta capacidad de respuesta.
Por otra parte, no cabe duda de que por la cantidad de violencia con la que convivimos a diario, vamos perdiendo capacidad de asombro. Las autoridades, al referirse al incidente del Metro, lo exteriorizan con tal costumbre sobre actos vandálicos y muertos, que uno hasta siente que ya no les importan; sólo faltó que nos soltaran la expresión “Nos salió barato el numerito, pudo haber más muertos”, aunque casi así detallaron el hecho. Cuando se es autoridad, no se puede tener esa insensibilidad.
El problema es que nuestra sociedad está generando una nueva clase de mesías que, ante la situación de crisis, la desesperanza, las llamadas del cielo y los amplios reportajes en los medios, le está extendiendo una llamativa invitación a que actúen.
Otros mesías que están apareciendo y que religiosamente han cumplido con enviarnos sus mensajes semanales, son los grupos extremos que hacen explotar sus petardos en locales comerciales y que no han fallado en las últimas cinco semanas. El cambio en esta última semana es que explotaron dos artefactos. Por suerte, hasta ahora no ha habido heridos, pero son mensajes muy claros de grupos inconformes que desde la clandestinidad mandan recados de desacuerdo a las autoridades.
Parte del problema es que la población analiza el desempeño de sus políticos convertidos en mesías, el cómo actúan, la impunidad con la que toman sus decisiones, sus incongruencias y la sociedad entiende que es la forma de actuar.
Y en este mes hemos tenido casos a diario: el diputado Noroña y otros compañeros actuando en la Cámara de Diputados, sin ningún respeto al recinto, a las leyes, ni a la cordura; el diputado del PRI en la Asamblea del DF que toma una escalera y destroza un cristal para tomar por asalto una oficina con ventana al Zócalo, que dice le prometieron y que le corresponde a su bancada.
Otro ejemplo de este tipo de actitudes, en donde los políticos se arrebatan lo que dicen que les corresponde, es el pleito en la Delegación Iztapalapa, en donde Juanito, un engendro político de AMLO, el otro mesías, decide no seguir con el juego planteado por sus líderes y su partido y se va por la libre a arrebatar lo que ahora entiende como suyo.
Los políticos no se están dando cuenta que sus “civilizadas acciones de concertación política”, que vemos a diario en los medios, no tiene gran diferencia a la de secuestrar un avión o irrumpir violentamente en el Metro, o poner petardos en locales comerciales; es más, esas acciones, en gran parte, o están sirviendo de ejemplo o como “una clase de permiso” a personas o grupos sociales que están al borde de la desesperación por la injusticia o por la pobreza.
Todos, como sociedad, debemos de cuidar no ser permisivos para seguir creando esta clase de nuevos mesías, ni los sociales ni los políticos, que en ambos casos pueden causar grandes problemas que México no debe tener y menos en estos momentos de zozobra. Y respecto al ámbito de Latinoamérica, tampoco necesitamos estos mesiánicos líderes. Con los que hay, ya es suficiente.
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