Tres hechos noticiosos en estos últimos días muestran la cara débil de los comentaristas de los medios de comunicación en México.
Observando las noticias sobre las inundaciones en Valle Dorado, en la pantalla televisiva se vio cómo un joven reportero, en medio de una pertinaz lluvia, emocionado por su transmisión en medio de toda la desgracia a su alrededor, se hundía en las profundidades al querer mostrar la altura alcanzada por el agua. Fuimos testigos del hundimiento en el agua al no percatarse de la verdadera profundidad debido a su excitación ante la cámara; al darse cuenta del percance, el equipo de filmación fue en auxilio del reportero y lo sacó del agua para checar si se encontraba bien. Todo esto ante las crueles carcajadas del público que naturalmente generan estas dramáticas circunstancias en el ser humano y la estupefacción y risillas nerviosas de los comentaristas del estudio que no atinaban a hilar comentarios coherentes ante la situación y sin que ninguno supiera qué hacer en ese momento. Al final, al percatarse de que todo estaba bajo control, soltaron comentarios ya más ecuánimes que relajaron la situación.
Haciendo seguimiento del secuestro del avión de Aeromexico por televisión, los telespectadores presenciamos graves excesos por parte de los comentaristas y reporteros encargados de cubrir la trasmisión y que, en la emoción de los hechos, vociferaban ante los micrófonos narrando los tristes hechos como si se tratara de un mal y aburrido partido de futbol. Esto se agravó el ver como nuestras fuerzas especiales trataban de controlar la situación y entraban en tropel desordenado, de uno en montón, por las estrechas puertas del avión secuestrado. Los comentaristas hicieron todo tipo de conjeturas, juicios, comentarios, que ayudaron a la desinformación y a magnificar, como si se tratara de una mala película de Hollywood, un gravísimo hecho que en esos momentos apenaba al país. Con el fin de cubrir la noticia, se permitió todo tipo de excesos, llamadas telefónicas de pasajeros del avión sujetos a resguardo e investigación, quejas de los amigos, familiares o conocidos de los afectados, hablando a los medios para decir cosas que les habían platicado alguno de los pasajeros, etc. Desafortunadamente, estas situaciones son las típicas de las cuales hemos sido testigos, tanto en la realidad como en la tele o el cine, de lo que pasa por el afán de los reporteros y comentaristas de ganar la nota y que sea exclusiva para el medio.
Esto me recuerda aquella película en donde una de las comentaristas era tanta su emoción de estar en un noticiero, que cuando daba la noticia de muertos, accidente o asesinados, las decía con una linda sonrisa y una actitud de “lo que sigue”. Situación que desafortunadamente no sólo se queda en las películas, sino que también en nuestras pantallas televisivas lo vemos muy seguido.
Finalmente, al estar presenciando las coberturas noticiosas de nuestras televisoras para la ceremonia del Grito de la Independencia, en donde se hicieron grandes coberturas de las ceremonias en todo el país y algunas ciudades del mundo, fuimos testigos de excesos, fallas en el uso del lenguaje, muestras profunda de incultura y sobre-excitación patriótica.
Todo esto expone que es necesario que los comentaristas que salen a cuadro necesitan tener una gran preparación para enfrentar todo tipo de situaciones, el mundo de las noticias es de una gran responsabilidad y durante estos días, desafortunadamente, hemos visto frivolidad e impericia ante el manejo de situaciones difíciles.
La comunicación siempre se ha visto, por parte de toda la sociedad, con mucha ligereza y frivolidad. Naturalmente carga la imagen de que es un asunto fácil y de mucho glamour, y sobre todo, de que es algo que cualquier persona puede hacer. Es en estas situaciones cuando se demuestra que para manejar comunicación se necesita conocimiento, preparación, responsabilidad y mucha estrategia, lo que, desafortunadamente, hemos visto que falta en gran parte de los comentaristas de los medios en México.
Observando las noticias sobre las inundaciones en Valle Dorado, en la pantalla televisiva se vio cómo un joven reportero, en medio de una pertinaz lluvia, emocionado por su transmisión en medio de toda la desgracia a su alrededor, se hundía en las profundidades al querer mostrar la altura alcanzada por el agua. Fuimos testigos del hundimiento en el agua al no percatarse de la verdadera profundidad debido a su excitación ante la cámara; al darse cuenta del percance, el equipo de filmación fue en auxilio del reportero y lo sacó del agua para checar si se encontraba bien. Todo esto ante las crueles carcajadas del público que naturalmente generan estas dramáticas circunstancias en el ser humano y la estupefacción y risillas nerviosas de los comentaristas del estudio que no atinaban a hilar comentarios coherentes ante la situación y sin que ninguno supiera qué hacer en ese momento. Al final, al percatarse de que todo estaba bajo control, soltaron comentarios ya más ecuánimes que relajaron la situación.
Haciendo seguimiento del secuestro del avión de Aeromexico por televisión, los telespectadores presenciamos graves excesos por parte de los comentaristas y reporteros encargados de cubrir la trasmisión y que, en la emoción de los hechos, vociferaban ante los micrófonos narrando los tristes hechos como si se tratara de un mal y aburrido partido de futbol. Esto se agravó el ver como nuestras fuerzas especiales trataban de controlar la situación y entraban en tropel desordenado, de uno en montón, por las estrechas puertas del avión secuestrado. Los comentaristas hicieron todo tipo de conjeturas, juicios, comentarios, que ayudaron a la desinformación y a magnificar, como si se tratara de una mala película de Hollywood, un gravísimo hecho que en esos momentos apenaba al país. Con el fin de cubrir la noticia, se permitió todo tipo de excesos, llamadas telefónicas de pasajeros del avión sujetos a resguardo e investigación, quejas de los amigos, familiares o conocidos de los afectados, hablando a los medios para decir cosas que les habían platicado alguno de los pasajeros, etc. Desafortunadamente, estas situaciones son las típicas de las cuales hemos sido testigos, tanto en la realidad como en la tele o el cine, de lo que pasa por el afán de los reporteros y comentaristas de ganar la nota y que sea exclusiva para el medio.
Esto me recuerda aquella película en donde una de las comentaristas era tanta su emoción de estar en un noticiero, que cuando daba la noticia de muertos, accidente o asesinados, las decía con una linda sonrisa y una actitud de “lo que sigue”. Situación que desafortunadamente no sólo se queda en las películas, sino que también en nuestras pantallas televisivas lo vemos muy seguido.
Finalmente, al estar presenciando las coberturas noticiosas de nuestras televisoras para la ceremonia del Grito de la Independencia, en donde se hicieron grandes coberturas de las ceremonias en todo el país y algunas ciudades del mundo, fuimos testigos de excesos, fallas en el uso del lenguaje, muestras profunda de incultura y sobre-excitación patriótica.
Todo esto expone que es necesario que los comentaristas que salen a cuadro necesitan tener una gran preparación para enfrentar todo tipo de situaciones, el mundo de las noticias es de una gran responsabilidad y durante estos días, desafortunadamente, hemos visto frivolidad e impericia ante el manejo de situaciones difíciles.
La comunicación siempre se ha visto, por parte de toda la sociedad, con mucha ligereza y frivolidad. Naturalmente carga la imagen de que es un asunto fácil y de mucho glamour, y sobre todo, de que es algo que cualquier persona puede hacer. Es en estas situaciones cuando se demuestra que para manejar comunicación se necesita conocimiento, preparación, responsabilidad y mucha estrategia, lo que, desafortunadamente, hemos visto que falta en gran parte de los comentaristas de los medios en México.
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