jueves, 26 de febrero de 2009

Planes de recuperación, el dilema

Hace unas semanas, el despacho de consultoría Deloitte Touche Tohmatsu, publicó un estudio llevado a cabo con todos sus especialistas del sector público en 15 países, en el que concluyen que el arribo de Obama a la presidencia de los Estados Unidos puede generar oportunidad y optimismo alrededor del mundo. Concuerdan los especialistas que el nuevo gobierno estadounidense deberá de trabajar en la construcción de la confianza, y que por la naturaleza de la visión y el enfoque del plan del presidente Obama, la economía mundial puede reactivarse. Ya se ve, dice el estudio, que en diferentes países hay una clara intención de alinear los planes gubernamentales al camino que tomará Estados Unidos.

En efecto, esta última semana vimos cómo finalmente Obama lanzó su plan de inversión por un monto de 787 mil millones de dólares; esta iniciativa ganó en el Senado por 60 votos frente a 38 en contra, y en la Cámara de Representantes, con un apoyo de 246 votos contra 183. El plan al que se refieren como “el principio del fin” tiene ejes muy específicos: primero, pretende duplicar la producción de energía alternativa en los próximos tres años; modernizar más del 75 por ciento de los edificios federales y mejorar la eficiencia del gasto de dos millones de hogares en Estados Unidos, para lograr el ahorro de billones de dólares en energía de los pagadores de impuesto; también pretende realizar, inmediatamente, las inversiones necesarias para asegurar la modernización de los records médicos de la población y computarizarlos en un plazo de cinco años; equipar escuelas, colegios comunitarios y universidades públicas con salones, laboratorios y bibliotecas para enfrentar el siglo XXI; expandir en todo el país la cobertura de banda ancha, para que los pequeños negocios en las ciudades rurales puedan conectarse y competir con sus contrapartes de todo el mundo; y, finalmente, pretenden invertir en ciencia, investigación y tecnología para convertirse en líderes en descubrimientos médicos, nuevas tecnologías e industrias.

Sencillo y claro, ante una crisis económica de grandes magnitudes, un plan que define un camino claro para el país más grande del mundo, con un especial cuidado en el balance entre la administración pública, la privada y la incorporación de la sociedad; de ahí derivan los apoyos a las industrias: automotriz, de energía y vivienda. Al parecer, tuvo que aceptar que se incluyeran recursos para desplazar más efectivos para Afganistán, pero ésas son presiones naturales de una poderosa industria en ese país. Un paso muy grande que se decide es el hecho de incentivar la búsqueda de nuevas tecnologías energéticas, ya que, como ratifica el estudio de Deloitte, esta acción generará un apoyo a la lucha en contra del calentamiento global y un incentivo al desarrollo de la economía global.

A pesar de este gran lanzamiento, el mercado de la especulación, no reaccionó favorablemente ni como toda la opinión pública esperaba, no hubo alzas en las bolsas y es más, continuaron las pérdidas, ya que los recursos federales vienen con restricciones y con grandes cuidados en su aplicación; a los especuladores no les gustó. Es curioso el dilema de la Unión América: el mundo capitalista por excelencia quiere dinero del gobierno, que puede implicar una socialización de la economía, pero no quiere reglas; por eso creo que no están reaccionando favorablemente. El capitalismo se enfrenta a nuevas formas insospechadas en su país de origen. Los apoyos son a la economía de la población, no directamente a los ricos de las multinacionales que se han ido a cualquier lugar del mundo donde les cueste más barato producir, quitando trabajo al propio estadounidense.

Si intentamos hacer un paralelismo con nuestro México, si algún presidente quisiera poner en marcha un plan similar al de Obama, pensando que debiéramos en bloque, seguir por el mismo camino y generar sinergias de bloque económico, tendríamos un gran problema, para cambiar la visión de la industria energética: nos enfrentaríamos primero a que no habría consenso en las cámaras; después, el sindicato de Pemex, unido al de los electricistas, se negaría rotundamente y además ambos serían apoyados por los líderes trasnochados de la izquierda obsoleta, quienes serían financiados por los monopolios del poder para evitar cambiar las cosas hasta que se acabe la última gota de petróleo. Nos preocupamos… ¿y de la electricidad? ¡Ni hablemos! El sindicato de Luz y Fuerza, los campesinos que no quieren presas y los comerciantes que no pagan luz en sus diablitos, se confabularían para no permitirlo.

Para mejorar la salud pública, necesitamos negociar con el sindicato del IMSS y del ISSSTE, pero seguro habrá que pagar primero más dinero, porque ahora van a tener que aprender computación. Esto generará estrés entre la base sindicalizada y, por ende, necesitarán ampliar los periodos vacacionales. Es ahí donde se atorará la negociación. Por su parte los machetes saldrán para no modernizar la generación de energía y seguro en los tianguis habrá huelgas y marchas porque al querer cobrales la luz, estamos afectando su fuente de trabajo e ingreso. Por lo del asunto de la infraestructura educativa, pues habrá que ponerse de acuerdo con la maestra Gordillo y los maestros de Oaxaca para ver si primero se organizan entre ellos, respecto a si les conviene aceptar la modernización.

Por lo que corresponde al asunto de ampliar la tecnología de banda ancha, solamente se tiene que ceder a los intereses del monopolio de la telefonía del Ingeniero Slim y listo; respecto a la investigación y desarrollo habría, por un lado, que definir recursos para investigación, y por el otro, pedir que los investigadores renuncien a su ego e investiguen en apoyo a los problemas sociales del país.

La buena noticia en México es que son pocos con los que se tiene que negociar, lo malo es que son los peores, ¿Se imagina a estos personajes sentados, decidiendo el futuro de México? Desafortunadamente, nos tienen atrapados, sin siquiera poder sentarse en la misma mesa.

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