jueves, 29 de noviembre de 2012

El principio y el fin



Está por iniciar la Presidencia de Enrique Peña Nieto; este nuevo comienzo lo podemos dividir en dos partes: las acciones que hemos visto antes de la toma de posesión y los retos a los que se enfrentará como nuevo gobierno.

Las acciones previas son claras y mandan mensajes positivos. Primero, un proceso de transición que dio certidumbre dentro del gobierno y a la población; dos reformas sólidas que sirven de plataforma de inicio, lo que demostró, además, que hay forma de conseguir acuerdos; un reciente acuerdo político nacional en donde los tres partidos más grandes se unirán para hacer que el país vaya en el camino correcto; y, finalmente, una exitosa gira internacional dirigida por Emilio Lozoya, que retoma el liderazgo de México en el mundo, comenzando en Latinoamérica, continuando en Europa y, finalmente, visitando al Presidente Obama. En todas las reuniones se escucha un discurso diferente y fresco. En pocas palabras, estamos volviendo a ver en la política nacional una muy buena y silenciosa operación política, empiezan a pasar cosas buenas y se comienzan a generar acuerdos, algo que se había perdido en nuestro sistema político.

Por otra parte, los retos que enfrentará Peña Nieto como gobierno son enormes. Considero que el primero de ellos es lograr que el Gobierno, las autoridades y los políticos vuelvan a respetar  a la Presidencia, al Estado y se retome  el orden y la disciplina del poder enfocado al servicio de la población; el segundo reto es hacer que la población (y como población se debe de entender a los empresarios, grupos de presión, de poder, poderes fácticos, guerrilla y a toda la población en general) retome el respeto a las leyes y a las instituciones públicas; es vital que el gobierno y la República hagan valer el Estado de Derecho y a toda la población le debe de quedar muy claro el retorno al orden constitucional. Las democracias, así como las familias, se construyen con límites claros y firmes. Con estos dos retos resueltos, lo demás seguramente con mucha negociación se podrá resolver poco a poco.

En el lado opuesto, tenemos que está por finalizar la Presidencia de Felipe Calderón y el tiempo del PAN en la Presidencia. Es muy pronto para calificar la actuación de Calderón, la distorsión de la guerra contra la delincuencia seguramente no nos dejará ver por algún tiempo el valor de su actuación. Pasará como en otros casos (ejemplo, el de Zedillo), en donde sólo el tiempo nos mostró la contribución real al país. Lo que hay que hacer notar es que su conclusión estuvo bien planeada y con la intención de hacer saber a la población cuáles fueron sus logros; con ello, se genera certidumbre y tranquilidad, no como fue el caso de Fox en donde todo fue rodeado por escándalos y la salida era tan esperada que terminó en medio del escándalo de la difícil toma de posesión de Calderón. Finaliza, también, la oportunidad del PAN y el saldo para el partido no es nada bueno, los deja disminuidos, alejados de la población y hasta se puede decir que totalmente descarrilados y con  una crisis ideológica histórica.

Otro arranque que llama la atención es el de Miguel Mancera en el Gobierno de la Ciudad de México; un supuesto candidato ciudadano y fiel al PRD que enfrentará un gran reto. Mancera llega a gobernar en un escenario muy caótico y muy distinto al que seguramente estaba planeado: las bandas del antiguo PRD de la ciudad están enfrentando una guerra. Es necesario entender que la ciudad está dividida, principalmente, en tres grupos: los que se quedarían con Ebrard y Camacho, los que están con AMLO en fuga hacia Morena y los que se quedan con Bejarano, quien es seguro que quiere aprovechar el momento para reconformar su fuerza en la ciudad. El escenario para Mancera suena muy complicado; además, el retorno del PRI al poder federal será una presión extra, ya que indudablemente pretenderá retomar los espacios perdidos en la ciudad.

Por otra parte, en la misma Ciudad de México estamos viendo el final de una hegemonía política: Manuel Camacho y Ebrard llegaron al gobierno del Distrito Federal en 1988, donde crearon su  fuerza política durante los 34 últimos años; de alguna u otra manera, durante todos estos años, siempre alguno de ellos tuvo una presencia política en el gobierno del DF. Hoy, Camacho está en el Senado y Ebrard abandona el poder en breve; a pesar de dejar colocada a su gente, personalmente ellos dejan el Gobierno de la Ciudad y el cambio generacional tendrá su efecto.

No cabe duda que México vive una coyuntura muy interesante y, así como hace doce años hubo gente que comentó que nunca pensó a ver al PRI fuera de los Pinos, ahora esa misma alternancia nos está haciendo ver, por un lado, a políticos encumbrados iniciar el ocaso de su vejez política, así como una reconformación ideológica de los partidos políticos y, por el otro, una nueva generación de políticos llegar al poder, con nuevas formas y modos de hacer política. Sin lugar a dudas, son principios y finales históricos en México.


Analista Político

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