jueves, 16 de julio de 2009

Riesgos postelectorales

Mal o bien, la democracia en México funcionó. Es cierto que no votaron muchos pero ese es un problema histórico en nuestro país; en votaciones intermedias siempre el abstencionismo es el más alto, aunque hay que anotar que en esta elección la participación alcanzo un porcentaje de 44.70% contra el 41.6% del 2003. Es importante mencionar que también el padrón electoral creció durante este tiempo.

Los resultados de las elecciones son claros para el PRI que, contra la elección del 2003, aumento más de un 13% y son demoledores para los partidos de las extremas como el PAN que, a pesar del resultado, su diferencia contra el 2003 sólo fue del 2.8% en la votación total. El caso más grave es el del PRD que perdió más del 5% contra la última votación intermedia. La chiquillada política no tiene mayor cambio: el PT sólo aumentó un 1.1% (a pesar de su factor AMLO que al final no le representó mucho valor), Convergencia sólo aumentó una décima porcentual y no se pueden realizar comparaciones al PANAL ni al PSD ya que no existían en el 2003 pero, en resumen, uno se mantiene con su base de maestros y el otro pierde el registro. El partido verde es el otro caso, como el del PRI, que ganó participación, pasando de un 3.9% a un 6.5% del total de la votación.

Lo grave y lo más importante de este periodo postelectoral está referido a las decisiones y acuerdos que tomarán los partidos para, dentro del entendimiento profundo de la problemática nacional, construir una agenda que permita llevar al país a un buen camino. Esta agenda deberá incluir necesariamente al ciudadano y a sus demandas pero, lo más importante, deberá de demostrar que realmente quieren resolver el hartazgo de la sociedad.

El PRI debe ser humilde y tratar de hacer una agenda que enfrente los cambios estructurales que necesita el país y a los cuales se negaron durante los primeros 3 años de la administración. En México, desafortunadamente se juega a no dejar mover al contrario para que cargue las culpas de un mal gobierno, ahora el PRI deberá de hacer cambios para demostrar que puede afrontar sus compromisos.

El PAN tiene el reto, ante un cambio en su dirigencia, de mostrarse como un partido capaz de asimilar su transformación a partir de los nueve años de gobierno que ya dura su primera experiencia en el poder. Si en el periodo por venir muestra intolerancia de sus grupos internos y no define cual es la sana distancia del partido contra el ejercicio del poder, va a ser muy complicado que la gente siga creyendo en ellos. Por otra parte, tienen que separar su parte dogmática de su ejercicio partidista; el no haberlo hecho les ha costado muchos votos.

Curiosamente, reto similar tiene el PRD, pero con el agravante de que necesitan primero trabajar en la congruencia, que se nota que no tienen. En este caso hay grupos formales, bandas, pandillas, etc., que primero se están golpeando entre ellos mismos y después, cada uno por separado, se pelea con los grupos políticos nacionales por lo que, en general, un grupo negocia con otro partido algún acuerdo y otro grupo interno boicotea tal acuerdo y terminan peleándose internamente. Adicionalmente, causa mucha desconfianza que en las reuniones del partido acepten a integrantes que apoyan claramente a otros partidos. A toda la incongruencia de sus pleitos internos le están sumando una más: dejan que rompan sus propias reglas y la izquierda demuestra que lo que les importa es solamente el poder por el poder.

Ahora bien, todos estos asuntos definitivamente están debilitando a la Presidencia, a las instituciones y al país. De ahí que, ante los pleitos postelectorales, la delincuencia organizada aumente la violencia en contra de los policías y el ejército. Esto es muy grave, ya que no se ve cohesión en contra de la delincuencia de los actores políticos, lo partidos y las instituciones.

Pareciera entonces que es el Presidente, el ejército y las policías quienes luchan solos en contra del crimen organizado y, en medio, la sociedad en estado de indefensión mientras que los ganadores electorales y los partidos políticos siguen en la borrachera electoral.

Debemos de entender, primero, que el momento más grave de nuestra democracia es ahora y este delicado estado de cosas persistirá hasta que se instale el nuevo congreso y, segundo, que las señales que se manden a los inversionistas nacionales y extranjero, a la delincuencia y a la sociedad en general, son fundamentales para la gobernabilidad del país.

Se ve un desencuentro político, se oyen voces gritando al vacio, no se percibe dialogo ni concertación y el país está en un grave riesgo si no se realizan los acuerdos necesarios para poder enfrentar el futuro inmediato. Es urgente que se vea trabajo político, que los actores sociales intervengan para crear condiciones favorables y que ya dejemos la campaña política atrás para construir las soluciones que el país necesita. ¿No creen?

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