Las campañas electorales no pegan. Ya arrancaron, pero en el ánimo de la gente no están teniendo impacto. En esta elección existen grandes factores que la pueden convertir en una de las campañas electorales más caras e ineficientes que han existido.
Uno de los primeros factores que afectan esta elección es que se está estrenando una nueva Ley Electoral con grandes deficiencias: como se dice por ahí, una ley que nació muerta, ya que es un engendro negociado bajo la óptica de los pleitos y resultados de la elección pasada y manipulada por un Congreso que preparó el terreno electoral con el único fin de favorecer a un partido y controlar la acción del IFE.
Otro factor importante es que se trata de una elección intermedia, en donde normalmente a la gente no le interesa votar las elecciones de diputados y senadores; al pueblo de México no le gustan, no hay candidatos y la esperanza de cambio se pierde en manos de los partidos, los cuales están muy alejados de la sociedad. Cuando son elecciones presidenciales, la población vota por candidatos, no por partidos. Hoy vemos la cantidad enorme de opciones y tantas campañas, que ningún ciudadano es capaz de recordar a ningún candidato: no reconoce partidos, y menos, propuestas.
Un factor muy importante, que también está influyendo con la ineficiencia de las campañas, es la incongruencia en el uso de la mercadotecnia política, una disciplina que debe ser usada estratégicamente y lo único que estamos viendo es el uso indiscriminado de publicidad de campaña (ni siquiera se podría llamar publicidad política), obviamente incentivado por la gran cantidad de spots otorgados a los partidos políticos, lo que ha hecho que le apuesten más a la publicidad que a la estrategia y al contacto con los electores. Hoy, los candidatos y partidos le están apostando a dos “estrategias”: el spot y la red social en Internet. Lo curioso es que el ciudadano está tan bombardeado de información en una elección con tantas opciones (hay casos en algunos estados que tendrán que votar por gobernador, presidentes municipales, diputados locales y diputados federales), que el ciudadano no tendrá la capacidad de asimilar tanta información. A esto habrá que aumentar la información de las propias campañas del IFE federal y de los Institutos Electorales Estatales, para la promoción del voto. No existe ningún ciudadano que aguante el actual bombardeo de información y menos a este costo. Eso se llama ineficiencia y, al final del día, afecta terriblemente a nuestra democracia.
Si a esto sumamos el ruido político que causan los escándalos y la sub campaña de desprestigio entre los partidos y los ataques entre unos y otros -en donde no hacen otra cosa que estar demostrando que los contrincantes son los peores gobernantes, y con esto queda demostrado que todos los partidos, y políticos son corruptos e ineptos-, el ciudadano no sólo cierra sus oídos a la información si no que toma la decisión más fácil ante esto: no vota.
Hay que tomar en cuenta, también, que México viene de enfrentar una crisis económica que fue desplazada por una crisis sanitaria que nos cambió la vida y, por primera vez en muchos años, nos colocó en una tesitura en donde todos los valores como el humano, el ciudadano y el de país han sido puestos en duda y revalorados. Ante esta última crisis, lo que quedó demostrado es que lo único que vale al final del día es la decisión que tomen los que están en el poder, las autoridades. Los partidos y el Congreso, así como los políticos de estos órganos demostraron su poco valor e interés, y hoy el escenario económico es peor que a principios de año: la crisis es más profunda.
En esta elección, sumando a los factores de escándalo de las últimas semanas, nos podemos encontrar con un voto de apoyo a los actos de poder que salvaguardaron la salud de la población y con un voto de castigo a la insensibilidad de partidos y políticos. El Congreso -que se ufanó de que se hacían leyes para gobernar ante una emergencia de esta magnitud- quedó totalmente borrado, y los partidos políticos han demostrado que sólo son máquinas insensibles para ganar espacios políticos, gastar dinero, y salvaguardar sus propios intereses: las necesidades de la población no les han importado. De hecho podemos ver, ante las contingencias, que no han sido capaces de incorporar los nuevos temas y las nuevas consideraciones que hoy los ciudadanos tienen. Eso los está alejando más y haciendo ser más fríos ante la desgracia y necesidades de la gente.
Además, hay que incluir las incongruencias de algunos candidatos que confunden a los electores siendo de un partido y apoyando a otro; así como la mala elección de los candidatos en donde, según los últimos reportes hay candidatos con antecedentes penales, sospecha de ilícitos y el último caso de una candidata que roba en un supermercado; el coctel de las campañas electorales, con el costo que están teniendo, nos van a saber muy amargo a los mexicanos.
Queda al descubierto que la única forma de que nuestra democracia electoral vaya mejorando es que la ley regrese al control ciudadano el manejo del IFE, que se regrese la libertad de expresión a la población, teniendo como contrapeso la implementación de un código de conducta entre candidatos y, definitivamente, un tiempo más corto de las campañas, lo que redundará en bajar el costo del proceso electoral.
Uno de los primeros factores que afectan esta elección es que se está estrenando una nueva Ley Electoral con grandes deficiencias: como se dice por ahí, una ley que nació muerta, ya que es un engendro negociado bajo la óptica de los pleitos y resultados de la elección pasada y manipulada por un Congreso que preparó el terreno electoral con el único fin de favorecer a un partido y controlar la acción del IFE.
Otro factor importante es que se trata de una elección intermedia, en donde normalmente a la gente no le interesa votar las elecciones de diputados y senadores; al pueblo de México no le gustan, no hay candidatos y la esperanza de cambio se pierde en manos de los partidos, los cuales están muy alejados de la sociedad. Cuando son elecciones presidenciales, la población vota por candidatos, no por partidos. Hoy vemos la cantidad enorme de opciones y tantas campañas, que ningún ciudadano es capaz de recordar a ningún candidato: no reconoce partidos, y menos, propuestas.
Un factor muy importante, que también está influyendo con la ineficiencia de las campañas, es la incongruencia en el uso de la mercadotecnia política, una disciplina que debe ser usada estratégicamente y lo único que estamos viendo es el uso indiscriminado de publicidad de campaña (ni siquiera se podría llamar publicidad política), obviamente incentivado por la gran cantidad de spots otorgados a los partidos políticos, lo que ha hecho que le apuesten más a la publicidad que a la estrategia y al contacto con los electores. Hoy, los candidatos y partidos le están apostando a dos “estrategias”: el spot y la red social en Internet. Lo curioso es que el ciudadano está tan bombardeado de información en una elección con tantas opciones (hay casos en algunos estados que tendrán que votar por gobernador, presidentes municipales, diputados locales y diputados federales), que el ciudadano no tendrá la capacidad de asimilar tanta información. A esto habrá que aumentar la información de las propias campañas del IFE federal y de los Institutos Electorales Estatales, para la promoción del voto. No existe ningún ciudadano que aguante el actual bombardeo de información y menos a este costo. Eso se llama ineficiencia y, al final del día, afecta terriblemente a nuestra democracia.
Si a esto sumamos el ruido político que causan los escándalos y la sub campaña de desprestigio entre los partidos y los ataques entre unos y otros -en donde no hacen otra cosa que estar demostrando que los contrincantes son los peores gobernantes, y con esto queda demostrado que todos los partidos, y políticos son corruptos e ineptos-, el ciudadano no sólo cierra sus oídos a la información si no que toma la decisión más fácil ante esto: no vota.
Hay que tomar en cuenta, también, que México viene de enfrentar una crisis económica que fue desplazada por una crisis sanitaria que nos cambió la vida y, por primera vez en muchos años, nos colocó en una tesitura en donde todos los valores como el humano, el ciudadano y el de país han sido puestos en duda y revalorados. Ante esta última crisis, lo que quedó demostrado es que lo único que vale al final del día es la decisión que tomen los que están en el poder, las autoridades. Los partidos y el Congreso, así como los políticos de estos órganos demostraron su poco valor e interés, y hoy el escenario económico es peor que a principios de año: la crisis es más profunda.
En esta elección, sumando a los factores de escándalo de las últimas semanas, nos podemos encontrar con un voto de apoyo a los actos de poder que salvaguardaron la salud de la población y con un voto de castigo a la insensibilidad de partidos y políticos. El Congreso -que se ufanó de que se hacían leyes para gobernar ante una emergencia de esta magnitud- quedó totalmente borrado, y los partidos políticos han demostrado que sólo son máquinas insensibles para ganar espacios políticos, gastar dinero, y salvaguardar sus propios intereses: las necesidades de la población no les han importado. De hecho podemos ver, ante las contingencias, que no han sido capaces de incorporar los nuevos temas y las nuevas consideraciones que hoy los ciudadanos tienen. Eso los está alejando más y haciendo ser más fríos ante la desgracia y necesidades de la gente.
Además, hay que incluir las incongruencias de algunos candidatos que confunden a los electores siendo de un partido y apoyando a otro; así como la mala elección de los candidatos en donde, según los últimos reportes hay candidatos con antecedentes penales, sospecha de ilícitos y el último caso de una candidata que roba en un supermercado; el coctel de las campañas electorales, con el costo que están teniendo, nos van a saber muy amargo a los mexicanos.
Queda al descubierto que la única forma de que nuestra democracia electoral vaya mejorando es que la ley regrese al control ciudadano el manejo del IFE, que se regrese la libertad de expresión a la población, teniendo como contrapeso la implementación de un código de conducta entre candidatos y, definitivamente, un tiempo más corto de las campañas, lo que redundará en bajar el costo del proceso electoral.
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