miércoles, 19 de enero de 2011

Cabildeo 2011

El 2011 empezó con buenas noticias. En la Cámara de Diputados se aprobó un Reglamento que oficialmente regula las actividades de los cabilderos. Esto es bueno por varios motivos. Primero, se reconoce la profesión y la función de un cabildero como una actividad importante. De manera sencilla podemos describirla como la única vía que tiene la sociedad para, de manera oficial, comunicarse con los legisladores.

Por el NO reconocimiento de esta actividad, se forjó una parte del mito del trabajo "en lo oscurito de esta actividad", llevada a cabo por grupos ligados a las distintas facciones políticas. Cabe mencionar que esta actividad no es exclusiva de ex legisladores o políticos.

Hoy, la materia de Asuntos Públicos ya se encarga de desarrollar las habilidades de cabilderos en el ámbito mundial mundial. En México, muchas compañías están transformando sus viejos departamentos de relaciones gubernamentales en áreas de Asuntos Públicos.

Hace algún tiempo, me tocó ayudar a un cliente con un asunto en la Cámara de Diputados y recuerdo que nos enfrentábamos con la amenaza de una nueva ley que afectaba a un sector en especial. Cuando revisamos el sustento sobre el cual la Diputada en cuestión había realizado su proyecto de iniciativa, constatamos que lo había realizado sobre supuestos nutridos con muy mala información y totalmente insostenibles.

El asunto se resolvió cuando se le proporcionó información científicamente sustentada y se le demostró el daño que el proyecto de ley implicaría para el sector si se autorizaba por el pleno. Después de compartir esta información, la Diputada cambió su iniciativa. El asunto se solucionó satisfactoriamente para todos, y se tomaron decisiones que no afectaron a nadie.

La materia de cabildeo es un asunto que involucra muchas áreas. Entre ellas, obviamente, aspectos legales, así como asuntos de comunicación, mediación, investigación, ciencia política y negociación. Además de incorporar expertos de la materia respectiva y asuntos económicos. Pero, al fin de cuentas, es la única manera que tienen los ciudadanos de negociar con los Diputados y partidos políticos que hacen las leyes, a veces sin medir sus reales consecuencias en la sociedad o en la economía.

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