México está entrando en una etapa de riesgos muy peligrosos debido a que la política, en los últimos años, no ha generado el suficiente apoyo a la economía. Como es bien sabido y ahora público, se tienen boquetes económicos de gran magnitud, se han dejado de percibir ingresos por la venta del petróleo, la población no está pagando impuestos, la competitividad está atorada, los monopolios están frenando el desarrollo y, como consecuencia, ahora se congelan presupuestos de inversión. Además al país acaban de frenar brutalmente y las consecuencias pueden ser catastróficas.
En la parte política tenemos que, por la escasa capacidad política y técnica de funcionarios en el Poder Ejecutivo sumada a las diferencias entre los grupos de poder, hubo un congelamiento de las decisiones, de las reformas y de las iniciativas que el país tanto necesita. Hoy, estos planes son los que se están discutiéndose con los nuevos diputados y con los sectores económicos. Sin embargo, esto puede llevar tiempo y el problema es que México y su economía no tienen ese tiempo.
Todo esto ha ocasionado, al parecer, que la presidencia de Felipe Calderón se haya reducido a un simple periodo de tres años porque su capacidad de maniobra con la nueva situación política emanada de la votación del 5 de julio así lo determina: Calderón no tiene mayoría en la Cámara de Diputados; la supuesta mayoría en el Senado no ha funcionado, no se sabe si porque no está del lado del presidente o ha sido eficientemente borrada por los trabajos del PRI ni tampoco se tiene mayoría en los estados. Debido a todo esto, los próximos tres años pueden ser políticamente nulos.
Esta falta de trabajo político ha ocasionado también que las instituciones nacionales entren en conflicto. Ayer se evitó un choque de trenes entre el Poder Judicial y el Ejército, dos de las únicas instituciones con legitimidad propia e incuestionable, pero que han sido presionadas de forma tal que las metieron en una encrucijada de la que, al parecer, hasta ayer, salieron ilesas; quién sabe si el asunto ya terminó ahí.
Las fuerzas y grupos políticos, ante esta situación, deben de entender que se está jugando con fuego en condiciones que no son favorables para nadie: la escases económica, el descontento social, el cambio de equilibrios entre las fuerzas políticas y su respectiva reestructuración de las bases que ocasionan que hayan quedado bases sociales solas, abandonadas y sin prerrogativas (que por los resultados electorales van a cambiar de mano y, en estos reacomodos de poder, pueden estar inconformes) y las deudas electorales que están esperando ser cobradas y que, si no son pagadas, invitarán a la violencia política.
Es urgente un cambio en el quehacer político, no se puede seguir haciendo la política como se había hecho hasta ahora, es necesario traer gente capaz y con visión política para efectuar los cambios que el país necesita. Hoy, innegablemente, se deben de tomar las duras decisiones que requiere el proceso de modificar los esquemas impositivos. No es un problema de modelos económicos, es un problema de romper el estatus quo que hasta la fecha no ha sido eficiente y ha generado desbalance en las finanzas públicas e inequidad en la población.
Los partidos políticos deben de entender que las campañas políticas ya se acabaron, y los hechos y discursos deben de orientarse a generar un cambio; no se puede ir prometiendo que no se tocarán los impuestos cuando parte de la inequidad está fundamentada en que no todos pagan sus respectivas contribuciones y que el bono energético se está acabando a pasos agigantados. Muestra de eso es el déficit de tres mil millones de pesos por subsidios a los energéticos.
Es necesario hacer política, es necesario hacer cambios en el gabinete, pero también es necesario que las fuerzas políticas y la sociedad en general pongamos de nuestra parte para buscar una solución adecuada para salir adelante. Hoy, menos que nunca, se deben escatimar desde la comodidad del poder las soluciones que el país necesita. No hay cabida para el egoísmo político que ha dominado estos tres años de gobierno a todos los políticos y las fuerzas y grupos de poder. Estamos al borde de un precipicio y nos podemos arrepentir de entrar a una espiral en donde la violencia se puede desatar por falta de oficio político. Las condiciones nacionales e internacionales están, de alguna manera, complicándose para gestar cualquier tipo de movimiento que no sea favorable para ninguna nación.
Sólo basta ver los incongruentes ejemplos en América Latina, en dónde se están disfrazando a las dictaduras de democracias y se está buscando el perpetuarse en el poder mediante supuestas reformas democráticas y constitucionalistas. La ola reeleccionista está arrasando con la democracia de la región para tapar los serios problemas económicos que se pueden desatar.
Esperemos que exista la conciencia y permee la cordura en todos los niveles de la sociedad. Hoy se necesita liderazgo y mediación, no egoísmos ni ansias de poder que sólo nos pueden empujar a una vorágine de violencia brutal.
En la parte política tenemos que, por la escasa capacidad política y técnica de funcionarios en el Poder Ejecutivo sumada a las diferencias entre los grupos de poder, hubo un congelamiento de las decisiones, de las reformas y de las iniciativas que el país tanto necesita. Hoy, estos planes son los que se están discutiéndose con los nuevos diputados y con los sectores económicos. Sin embargo, esto puede llevar tiempo y el problema es que México y su economía no tienen ese tiempo.
Todo esto ha ocasionado, al parecer, que la presidencia de Felipe Calderón se haya reducido a un simple periodo de tres años porque su capacidad de maniobra con la nueva situación política emanada de la votación del 5 de julio así lo determina: Calderón no tiene mayoría en la Cámara de Diputados; la supuesta mayoría en el Senado no ha funcionado, no se sabe si porque no está del lado del presidente o ha sido eficientemente borrada por los trabajos del PRI ni tampoco se tiene mayoría en los estados. Debido a todo esto, los próximos tres años pueden ser políticamente nulos.
Esta falta de trabajo político ha ocasionado también que las instituciones nacionales entren en conflicto. Ayer se evitó un choque de trenes entre el Poder Judicial y el Ejército, dos de las únicas instituciones con legitimidad propia e incuestionable, pero que han sido presionadas de forma tal que las metieron en una encrucijada de la que, al parecer, hasta ayer, salieron ilesas; quién sabe si el asunto ya terminó ahí.
Las fuerzas y grupos políticos, ante esta situación, deben de entender que se está jugando con fuego en condiciones que no son favorables para nadie: la escases económica, el descontento social, el cambio de equilibrios entre las fuerzas políticas y su respectiva reestructuración de las bases que ocasionan que hayan quedado bases sociales solas, abandonadas y sin prerrogativas (que por los resultados electorales van a cambiar de mano y, en estos reacomodos de poder, pueden estar inconformes) y las deudas electorales que están esperando ser cobradas y que, si no son pagadas, invitarán a la violencia política.
Es urgente un cambio en el quehacer político, no se puede seguir haciendo la política como se había hecho hasta ahora, es necesario traer gente capaz y con visión política para efectuar los cambios que el país necesita. Hoy, innegablemente, se deben de tomar las duras decisiones que requiere el proceso de modificar los esquemas impositivos. No es un problema de modelos económicos, es un problema de romper el estatus quo que hasta la fecha no ha sido eficiente y ha generado desbalance en las finanzas públicas e inequidad en la población.
Los partidos políticos deben de entender que las campañas políticas ya se acabaron, y los hechos y discursos deben de orientarse a generar un cambio; no se puede ir prometiendo que no se tocarán los impuestos cuando parte de la inequidad está fundamentada en que no todos pagan sus respectivas contribuciones y que el bono energético se está acabando a pasos agigantados. Muestra de eso es el déficit de tres mil millones de pesos por subsidios a los energéticos.
Es necesario hacer política, es necesario hacer cambios en el gabinete, pero también es necesario que las fuerzas políticas y la sociedad en general pongamos de nuestra parte para buscar una solución adecuada para salir adelante. Hoy, menos que nunca, se deben escatimar desde la comodidad del poder las soluciones que el país necesita. No hay cabida para el egoísmo político que ha dominado estos tres años de gobierno a todos los políticos y las fuerzas y grupos de poder. Estamos al borde de un precipicio y nos podemos arrepentir de entrar a una espiral en donde la violencia se puede desatar por falta de oficio político. Las condiciones nacionales e internacionales están, de alguna manera, complicándose para gestar cualquier tipo de movimiento que no sea favorable para ninguna nación.
Sólo basta ver los incongruentes ejemplos en América Latina, en dónde se están disfrazando a las dictaduras de democracias y se está buscando el perpetuarse en el poder mediante supuestas reformas democráticas y constitucionalistas. La ola reeleccionista está arrasando con la democracia de la región para tapar los serios problemas económicos que se pueden desatar.
Esperemos que exista la conciencia y permee la cordura en todos los niveles de la sociedad. Hoy se necesita liderazgo y mediación, no egoísmos ni ansias de poder que sólo nos pueden empujar a una vorágine de violencia brutal.
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