Pareciera que en México hemos desarrollado la cultura de la opción negativa, en donde todo lo hacemos a partir del no. No hacemos cosas y entonces tomamos decisiones sobre lo que no hicimos en lugar de sobre lo que se debiera de hacer; suena un poco complejo pero esto me recuerda el chiste de las cubetas de cangrejos mexicanos que no se necesitan tapar porque ninguno se sale, explicaba el pescador, por la simple y sencilla razón de que todos hacen lo imposible para no dejar salir a ninguno, mientras que las cubetas con cangrejos de otros países deben de estar tapadas ya que entre ellos se ayudan y logran salir todos.
Por eso creo que nuestro país no avanza y lo vemos en muchos ejemplos a diario. En México nos desgarramos las vestiduras en el Congreso para legislar y cuidar asuntos prioritarios para la clase política y, gracias a eso, hoy tenemos el derecho de la educación aunque no se haga nada para mejorar las escuelas ni a los profesores; somos un país con muy bajo índice educativo y en el que no se cumple ese derecho. Legislamos para tener el derecho de la alimentación, pero la pobreza extrema nos ataca y hay casi 50% de la población viviendo en esas condiciones. Legislamos para tener el derecho a la salud pero ningún sistema de salud, ni todos juntos, pueden atender a toda la población.
Tenemos leyes para cuidar la soberanía nacional y sobreprotegemos tanto su posición que nadie puede explotar el subsuelo; no tenemos dinero en Pemex para desarrollar una verdadera industria petrolera como la tiene Brasil, por ejemplo. Esto quiere decir que primero tratamos de cuidar los derechos, por cuidarlos, pero no realizamos las acciones pertinentes para, verdaderamente, lograr los esquemas que los desarrollen.
De igual manera nos quejamos de los políticos, pero solamente los volteamos a ver cada tres años en las elecciones, y ahí es dónde manifestamos nuestro descontento, ¿y de qué manera? Pues no votando. En ese aspecto los ciudadanos nos comportamos bajo la cultura de la opción negativa, no hacemos nuestro trabajo cotidiano de cuidar día con día las acciones de los políticos.
Y si revisamos todo nuestro sistema político, cultural y económico, así es como actuamos regularmente: tenemos leyes, regularmente no las obedecemos, sólo nos fijamos en ellas cuando se violan flagrante y escandalosamente y, entonces, nos erigimos en jueces y es cuando toda la sociedad grita y clama justicia. Al rato se olvida y pasada la presión, los gobernantes se excusan y claman piedad porque la acción correspondiente no está en su ámbito de responsabilidad, los partidos esconden su culpa y no dicen nada y es cuando nos damos cuenta, de pronto, que las leyes o los reglamentos están obsoletos y nuestra práctica diaria es la de tratar de no cumplir con las reglas o la legislación.
Esto pasa diario con el pago de impuestos, con el cumplimiento de las obligaciones ciudadanas, con la votación, con el pago de luz, teléfono, etc., etc. Somos una sociedad que nuestra primera intención es la de no cumplir, por el pretexto de que, si nadie cumple, pues yo tampoco. A eso me refiero cuando hablo de la opción negativa. Como pueblo, primero actuamos en la opción negativa de no hacer, de no dejar, de no permitir, antes que tratar de construir y resolver y, ya después, lo que sigue.
Lo vemos todos los días con las crisis que nos estamos enfrentando: ahora todos están buscando culpables para el accidente de la guardería de Sonora, cuyo resultado fue el lamentable deceso de 44 niños, cuando en un esquema normal, sin incidente de por medio, todo era el mundo de las componendas para no cumplir con las leyes. Lo vemos con los operativos de la justicia, primero los problemas y después las investigaciones. En el caso de Aviacsa, primero la acción de suspensión después todo va para atrás por la acción judicial.
En la política el asunto es peor, tú ganas, yo no te dejo gobernar y, es más, desde mi coto de poder, no solamente no te dejo gobernar sino que, además, te voy a poner el pie para que te caigas y con eso más rápido demuestro que no sirves. Nuevamente la opción negativa es la primera opción mental de los mexicanos.
Eso en el fondo destruye la colaboración, genera la competencia desgarradora y evita que se dé el proceso sano de competitividad, que es lo único que puede hacer que un país salga adelante. Si existe una buena idea, la cumplo hasta que el de enfrente la haga y, cuando se equivoque, ahí lo hare añicos para que entonces yo pueda avanzar más rápido. Esa es nuestra enseñanza, por eso los cangrejos no salen de la cubeta, por eso México no sale del hoyo en el que estamos metidos desde hace muchos años.
Si a la cultura de la opción negativa le añadimos que una gran mayoría de los mexicanos esperan que el gobierno les dé todo, tenemos la combinación perfecta para no salir adelante. Rompamos esta cultura, no la pasemos a nuestros hijos.
Hoy, bajo esta óptica, seguimos estimulando esa cultura llamando a no votar o a anular el voto y eso me hace pensar que hasta nuestros seleccionados nacionales en el futbol, están tomando la opción de no meter goles, tal vez porque no están de acuerdo con sus directivas y con sus sueldos y quieren manifestar su descontento.
Por eso creo que nuestro país no avanza y lo vemos en muchos ejemplos a diario. En México nos desgarramos las vestiduras en el Congreso para legislar y cuidar asuntos prioritarios para la clase política y, gracias a eso, hoy tenemos el derecho de la educación aunque no se haga nada para mejorar las escuelas ni a los profesores; somos un país con muy bajo índice educativo y en el que no se cumple ese derecho. Legislamos para tener el derecho de la alimentación, pero la pobreza extrema nos ataca y hay casi 50% de la población viviendo en esas condiciones. Legislamos para tener el derecho a la salud pero ningún sistema de salud, ni todos juntos, pueden atender a toda la población.
Tenemos leyes para cuidar la soberanía nacional y sobreprotegemos tanto su posición que nadie puede explotar el subsuelo; no tenemos dinero en Pemex para desarrollar una verdadera industria petrolera como la tiene Brasil, por ejemplo. Esto quiere decir que primero tratamos de cuidar los derechos, por cuidarlos, pero no realizamos las acciones pertinentes para, verdaderamente, lograr los esquemas que los desarrollen.
De igual manera nos quejamos de los políticos, pero solamente los volteamos a ver cada tres años en las elecciones, y ahí es dónde manifestamos nuestro descontento, ¿y de qué manera? Pues no votando. En ese aspecto los ciudadanos nos comportamos bajo la cultura de la opción negativa, no hacemos nuestro trabajo cotidiano de cuidar día con día las acciones de los políticos.
Y si revisamos todo nuestro sistema político, cultural y económico, así es como actuamos regularmente: tenemos leyes, regularmente no las obedecemos, sólo nos fijamos en ellas cuando se violan flagrante y escandalosamente y, entonces, nos erigimos en jueces y es cuando toda la sociedad grita y clama justicia. Al rato se olvida y pasada la presión, los gobernantes se excusan y claman piedad porque la acción correspondiente no está en su ámbito de responsabilidad, los partidos esconden su culpa y no dicen nada y es cuando nos damos cuenta, de pronto, que las leyes o los reglamentos están obsoletos y nuestra práctica diaria es la de tratar de no cumplir con las reglas o la legislación.
Esto pasa diario con el pago de impuestos, con el cumplimiento de las obligaciones ciudadanas, con la votación, con el pago de luz, teléfono, etc., etc. Somos una sociedad que nuestra primera intención es la de no cumplir, por el pretexto de que, si nadie cumple, pues yo tampoco. A eso me refiero cuando hablo de la opción negativa. Como pueblo, primero actuamos en la opción negativa de no hacer, de no dejar, de no permitir, antes que tratar de construir y resolver y, ya después, lo que sigue.
Lo vemos todos los días con las crisis que nos estamos enfrentando: ahora todos están buscando culpables para el accidente de la guardería de Sonora, cuyo resultado fue el lamentable deceso de 44 niños, cuando en un esquema normal, sin incidente de por medio, todo era el mundo de las componendas para no cumplir con las leyes. Lo vemos con los operativos de la justicia, primero los problemas y después las investigaciones. En el caso de Aviacsa, primero la acción de suspensión después todo va para atrás por la acción judicial.
En la política el asunto es peor, tú ganas, yo no te dejo gobernar y, es más, desde mi coto de poder, no solamente no te dejo gobernar sino que, además, te voy a poner el pie para que te caigas y con eso más rápido demuestro que no sirves. Nuevamente la opción negativa es la primera opción mental de los mexicanos.
Eso en el fondo destruye la colaboración, genera la competencia desgarradora y evita que se dé el proceso sano de competitividad, que es lo único que puede hacer que un país salga adelante. Si existe una buena idea, la cumplo hasta que el de enfrente la haga y, cuando se equivoque, ahí lo hare añicos para que entonces yo pueda avanzar más rápido. Esa es nuestra enseñanza, por eso los cangrejos no salen de la cubeta, por eso México no sale del hoyo en el que estamos metidos desde hace muchos años.
Si a la cultura de la opción negativa le añadimos que una gran mayoría de los mexicanos esperan que el gobierno les dé todo, tenemos la combinación perfecta para no salir adelante. Rompamos esta cultura, no la pasemos a nuestros hijos.
Hoy, bajo esta óptica, seguimos estimulando esa cultura llamando a no votar o a anular el voto y eso me hace pensar que hasta nuestros seleccionados nacionales en el futbol, están tomando la opción de no meter goles, tal vez porque no están de acuerdo con sus directivas y con sus sueldos y quieren manifestar su descontento.
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