El Pacto por México no va a desaparecer, pero seguiremos viendo los estertores de viejos grupos políticos acostumbrados a hacer política a través de mecanismos de chantaje.
En México no hemos podido entender el
nuevo camino de la política. Desafortunadamente, venimos de un periodo en donde
la política no se privilegió como disciplina para resolver problemas o
conciliar, al contrario, ha servido únicamente para denostar, escandalizar o
privilegiarse en lo personal. Ahora que se está tratando de pactar a través de
un mecanismo de diálogo, en donde, por una parte, se están poniendo las grandes
necesidades del país y, por el otro, los caminos y propuestas, para que de ahí
y en conjunto salgan las propuestas directas a convertirse en reformas pactadas
por sus integrantes. Los políticos regresaron al camino oscuro del egoísmo, la
vanidad y el hacer fallar el diálogo, en pocas palabras, vuelven a boicotear a México por sus intereses personales y
de grupo.
El Pacto por
México se ha convertido en el único
mecanismo, en los últimos 13 años, para sentar a los políticos en una mesa a
buscar el bien del país. En un principio, se logró sacar una serie de reformas
de gran envergadura, este mecanismo favoreció un limpio trabajo legislativo y,
uno de los factores más importantes, se había mantenido a la mesa de discusión fuera
de los pleitos electorales.
Es cierto y
hay que entender que todos los partidos están en proceso de refundación o, por
lo menos, tratando de hacer cirugías mayores, ya que todos ellos entraron en un
paradigma después de 12 años de una alternancia que se había convertido en una
montaña rusa política y en donde, después del periodo electoral, internamente
todos los grupos políticos están enfrentados, unos por ganar la presidencia,
otros por perderla y otros más por una división interna también después de
ganar perdiendo. Es cierto que los líderes de los partidos no han podido
contener sus grupos internos, pero de ahí a querer llevar sus discusiones
internas al boicot al pacto habla del antiguo egoísmo cavernícola del pasado. Después
de la Presidencia de Zedillo, se
había dejado fuera del juego político la guerra contra la economía; ahora, con
el pacto, se estaba dejando fuera el asunto electoral para encontrar un camino
de reformas muy necesarias y que el país siga su marcha para dejar hasta abajo,
en el último nivel, el pleito electoral y más cuando en estas elecciones no hay
tantas gubernaturas en juego, es sólo tratar de boicotear el poder que ha
generado el Pacto y, sobre todo, los beneficios a los grupos que han estado a
favor del Pacto.
Al mismo
tiempo, como reacción inmediata, la opinión pública que viene de un largo
periodo de escándalos, se lanzó a quemar en leña verde al pacto, sus miembros
y sus resultados y, por obviedad, se
empezaron a escribir los epitafios de esta mesa de acuerdos.
Cuando un
gobierno tiene la voluntad de buscar acuerdos, sabe de antemano que siempre
podrá haber manos negras que quieran reventarlo y, por ende, deberá de tener la
paciencia y la habilidad para volver a sentar a la mesa a todos los jugadores,
y más cuando este acuerdo les ha dado el juego que nunca antes habían tenido,
lo que quiere decir que los francotiradores del pacto no son los que están
sentados en la mesa, sino que el fuego amigo desde dentro de los partidos es el
que está tratando de desestabilizar el único acuerdo que, por primera vez en
mucho tiempo, está causando asombro en la población y el mundo.
El pacto no
va a desaparecer, es tan exitoso que se está convirtiendo en la nueva forma de
hacer política en México; lo que sí
seguiremos viendo son los estertores de viejos grupos políticos acostumbrados a
hacer política a través de mecanismos de chantaje y, por medio de estas viejas
prácticas, hacerse de recursos del gobierno federal. El gran reto es para los
partidos políticos que no se están dando cuenta de lo mal que están quedando
ante sus seguidores y la ciudadanía. Ahí estará, también, colocado el nuevo
voto de la gente.
Consultor y Analista
Twitter: www.twitter.com/@Marcovherrera
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