Para lograr la verdadera transformación del
país, además de generar consensos, se necesitará cuadrar las reglas operativas
de la burocracia nacional y luchar contra el modelo político de las
conveniencias que el sistema ha creado.
Cuando los políticos participan
en un proceso electoral, la palabra que más se utiliza en campaña como oferta
política es “cambio”. El mayor ejemplo lo hemos visto con el famoso Change de Obama y, en el caso de México, el cambio ofrecido por Fox que generó la alternancia después
de 80 años de tener al PRI en el
poder. El gran problema es que cuando ganan y llegan a gobernar, no siempre se
puede generar ese famoso cambio, ya que dependen de las mayorías que puedan
generar en las votaciones, la legitimación de las elecciones y de su propia
capacidad en el poder. Hoy, en las diferentes latitudes del mundo, las
elecciones son ganadas con márgenes muy pequeños y, en muchos casos, los mandatarios
no están pudiendo cumplir los cambios ofrecidos.
En México, el Presidente Peña,
ya instalado formalmente en su gobierno, está ofreciendo la transformación del
país. Para esto es necesario una cadena de acciones, no sólo la de generar los
consensos necesarios para lograr las tan deseadas reformas en el congreso; va a
ser necesario, además, cuadrar las reglas operativas de la burocracia nacional
y luchar contra el modelo político de las conveniencias que el sistema ha
creado para la entrega del bienestar social y que es la frontera entre lo
público y lo privado.
Esta frontera, hoy es lo más
complejo del sistema político mexicano y se convierte en el punto nodal de
mayor resistencia, a tal grado que es ahí donde el país no avanza. De hecho,
esta frontera ha sido la más comprometida por el proceso de alternancia;
recordemos que fue un sistema de relación entre gobierno y sociedad creado por
el PRI con base en su disciplina
partidista y que, cuando el PAN
arriba al poder, este sistema se rompe, para dar pie a pequeños cotos de poder,
sin disciplina ni control del partido o del Presidente. Como parte de los
ajustes en la alternancia, en muchos casos el control de estos grupos se
trasladó a manos de los gobernadores, en otros quedó en manos de los poderes fácticos
de cada sector.
El mejor ejemplo de esta
situación lo estamos viendo en el sector educativo, en donde, primero, el Sindicato de Maestros consiguió cuotas
de poder en la SEP para incidir en
las políticas públicas y, no sólo eso, también en su aplicación, lo que
significó el control de una parte de los presupuestos. En los estados, con base
en esta alianza, se fueron generando negociaciones locales sobre la designación
de algunos puestos importantes en los sistemas educativos estatales; todo esto
significa dinero y su reparto entre los principales líderes de las dos
organizaciones y que, en la mayoría de los casos, nunca llega a los maestros.
Esto ha convertido a estos grupos en ejércitos políticos afiliados a grupos de
poder.
El gobierno de Peña da el primero paso de la
transformación, generar el consenso y logar la reforma constitucional; empieza
el segundo que va directamente ligado al control del los puestos y los recursos
y, de ahí, inician las quejas y manifestaciones callejeras, pero, además, estas
acciones también desbalancean a los mismo poderes políticos que anteriormente
los controlaban.
En esta frontera es
verdaderamente en donde se va a dar la batalla final de las reformas, ahí es
donde una minoría de la sociedad que ha sido tradicionalmente beneficiada por
la burocracia del poder, mediante la ordeña del presupuesto, tiene el objetivo del
ejercicio puro del poder.
En cada uno de los sectores en
donde hay reformas, esta frontera es totalmente distinta, con grupos de poder
distintos y con organizaciones diferentes. Ése es el verdadero reto de la
transformación, en donde la burocracia se funde con la sociedad misma y en
donde, curiosamente, se da el mayor efecto de la corrupción y control político.
Consultor y Analista
Twitter: www.twitter.com/@Marcovherrera
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