El engaño es
una de las estrategias más fáciles para mal informar a las masas que carecen de
información, siempre será más fácil hacer discursos fáciles e incendiarios para
prender a las multitudes.
El gobierno actual tiene que
enfrentar un gran problema social que, en México, se fue gestando como moneda
de cambio durante la alternancia: la mentira,
cuyo significado, en este contexto, puede resumirse como aquella
declaración o expresión contraria a la verdad que los políticos utilizaron para
establecer sus banderas políticas e ir en contra de lo que el gobierno en turno
trata de ejecutar como políticas públicas o acciones gubernamentales.
En los últimos días hemos
conocido, en el transcurso de las manifestaciones de los maestros en diferentes
ciudades, declaraciones de supuestos educadores y hasta de padres de familia en
las que manifiestan que su lucha está dirigida a “evitar la privatización de la
educación”. La pregunta inmediata que salta a la mente es, ¿quién le dijo eso,
de dónde sacó o por qué interpretó que las reformas que se están implementando
van dirigidas hacia ese objetivo? Habría que pensar que ese efecto de
privatización que no se logró en la época del PAN, más proclive a ese concepto,
¿por qué pensar que el PRI lo podría intentar ahora?.
Pero sabemos que ésta es una de
las estrategias más fáciles y recurrentes de los partidos de oposición, mal informar a las
masas que carecen de formas de allegarse información y hacer discursos fáciles
e incendiarios para prender a las multitudes. Esto, desafortunadamente, es el
pan de cada día de los políticos entre las masas; el problema es que hoy,
además de las diferentes realidades económicas con las que estos grupos se
están enfrentando, estamos viendo que también se enfrentan dos contextos
ideológicos diferentes, uno verdad y otro mentira. En los años de alternancia,
la oposición, incluido el PRI, jugó a la desinformación para desestabilizar; el
problema ahora es que, de manera muy rápida, se están logrando consensos y
haciendo reformas que se enfrentan contra esa realidad y, al parecer, se le
están acabando los argumentos a la oposición y se están inventando nuevas
mentiras.
El problema no es menor porque
estas movilizaciones empiezan a escalar y ahora los manifestantes empiezan a
bloquear comercios; esto representa un daño, no sólo a la ciudadanía, sino al
aparato productivo. En México, las mentiras, en conjunto con la corrupción y la
manipulación política, han levantado en armas los movimientos sociales en
contra del gobierno en turno.
Un gran reto entonces es cómo los
diferentes grupos van a enfrentar esta
batalla; el gobierno, con mecanismos oficiales de información para estimular a
la opinión pública y tratar de dar alcance, pero ¿cómo llegarán a estos grupos
para que conozcan la realidad?; a su vez, la interrogante de los grupos
opositores es cómo seguir inventando mentiras creíbles que puedan funcionar
como gasolina ante la desesperación de una situación económica desfavorable,
injusticia e inseguridad.
Habría que recordarles, a ambos
bandos, lo que Alexander Pope decía sobre la mentira: “el que dice una mentira
no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para
sostener la certeza de esta primera”. En este caso habrá que analizar quién es más consistente en sus
argumentos y conceptos.
Independientemente de esto, habrá
que preguntarse también, ¿qué pensamos los ciudadanos, el colectivo de la
sociedad, de estas movilizaciones y las mentiras con las que se mueven? ¿Qué
deberíamos hacer los ciudadanos? ¿Será momento de salir a manifestarse
pacíficamente para decir a los maestros que no quieren aceptar ser evaluados y
que no quieren dar clases que ya basta de frenar al país, de dañar a nuestros
niños con esos malos ejemplos de agresión?
¿Qué opinas? Se aceptan
propuestas.
Consultor y Analista
Twitter: www.twitter.com/@Marcovherrera
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