La responsabilidad social ya es parte del ADN de las empresas, es una práctica corporativa que en general ya pasó del asistencialismo al empoderamiento, aún falta mucho por hacer y brechas por acortar para que las empresas verdaderamente entren en una fase más de compenetración con los proyectos sociales de forma seria y no sólo como una acción de relaciones públicas, que termina balanceándose entre el capricho, juguete de los ejecutivos o estrategia financiera.
Hay proyectos muy interesantes que rebasan las fases del asistencialismo puro y entran a etapas de empoderamiento de las personas. Por ejemplo, el caso de The Hunger Project México, demostrando que con grandes esfuerzos y programas bien orientados, se puede despertar el liderazgo de las mujeres en diferentes comunidades de la República Mexicana, generando un gran éxito para las personas que tienen la suerte de entrar en este tipo de programas.
Este proyecto cambia la perspectiva de las personas que sufren de hambre y pobreza, a través del fomento integral y desarrollo humano en las comunidades; con estas actividades las mujeres aprenden a organizarse y responsabilizarse de sus propias vidas, de su educación, nutrición y de participar en el ingreso familiar. Los resultados son impresionantes y muy halagadores. Ver mujeres que han tomado en sus manos, su vida y desarrollo es satisfactorio, sobretodo en ambientes donde culturalmente están destinadas a ser menos que un instrumento social. Este proyecto es una obra muy avanzada y progresista, enhorabuena.
Antagónicamente, el gran dilema que enfrenta la responsabilidad social en México, es que todos los programas sociales del Gobierno, desde su fundación, son de corte asistencialistas, y esto por el simple y sencillo hecho de que mientras sigan ese corte seguirán siendo, por diseño, programas que aportan a la carrera electoral del gobierno en curso.
Esto hace que estas dos tendencias, la privada y la pública, por naturaleza choquen entre sí y en donde desafortunadamente, no ayuda mucho nuestra cultura ancestral en dónde el Tlatoani siempre fue el proveedor de toda la gracia “divina”.
Hoy, la Responsabilidad Social Empresarial se enfrenta contra estas dos tendencias en el campo de la sociedad (allá en los poblados), por un lado, su fundamento asistencialista de regalar cosas y, por el otro, enseñar a que dejen de tomar los recursos regalados del Gobierno, que en algunos casos se ha convertido más en un sueldo mensual, que en un apoyo para salir adelante. Esto no hace más que pensar, que este asistencialismo gubernamental en América Latina seguirá siendo una fábrica de pobres que resuelven la balanza electoral cada seis años.
Para las empresas, es un gran reto entender hacia dónde pueden mover sus acciones de responsabilidad social, ojalá vean que el empoderar a la gente, ayuda a las comunidades y a crecer verdaderamente al país. ¿O usted que cree?
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