Es muy famosa la frase estadounidense “Death
& Taxes”, que se refiere a que estas dos cosas son lo único seguro
en esta vida. Ahora, con el debate de los impuestos y la reforma fiscal en México, al estar escuchando y leyendo
las discusiones de comentaristas y los ciudadanos sobre la aplicación de
impuestos a determinados artículos que afectan a la salud de los mexicanos, me
di cuenta de nuestro poco entendimiento, como sociedad, que tenemos sobre los
problemas nacionales y su relación con las políticas públicas.
Las quejas y discusiones que he escuchadose
quedan en lugares comunes, sólo porque es un aumento de impuestos en general
está mal, porque quitaron los saleros de los restaurantes, por que el aumento
de impuestos va a causar baja de inversiones (que por cierto no hacen), o
porque se va a afectar hasta la exportación de autos, cuando una cosa es el
mercado interno y otra el tema de las exportaciones; en fin, todo mundo trata
de defender una sola cosa: el no pagar impuestos.
El colmo de estas discusiones fue cuando un
comentarista, tratando de explicar que de nada sirve aumentar el impuesto a los
refrescos y tratando de hacer el símil con las políticas públicas para
desincentivar que la población fume, además de declarase fumador empedernido,
no tuvo otro remedio que declararse tonto y dispuesto a morir a la larga por
fumar.
Ayer mismo, mi hijo, al escuchar todos esos
comentarios, me consultó que si ayudaría o no la decisión del Congreso sobre los
impuestos al refresco y, entonces, traté de explicarle que, primero, es un
problema muy complejo de analizar y entender, pero que habría que entender
varias cosas a la vez; la primera es que México
es el país más obeso del planeta, según
un informe de la ONU; le quitamos el
lugar a los Estados Unidos. Esto
impacta directamente al gasto en el rubro de salud al gastar miles de millones
de pesos en la atención de diabéticos y enfermos del corazón en los hospitales
del sistema de salud pública. En efecto, si el ciudadano no se cuida y no le
importa (como el caso del fumador) efectivamente es su derecho, pero al Estado
sí le afecta y mucho. Por tal motivo, una de las herramientas que tienen los
gobiernos para hacer entrar en razón a los ciudadanos es el aumento de los
impuestos que, técnicamente, deberán de ir a compensar el gasto en hospitales.
Entiéndase, si usted gasta en fumar o en comer y no quiere cuidarse, pues
también al parejo irá pagando sus gastos médicos, de alguna manera u otra. Eso
dice la técnica de impuestos.
Por otra parte, y ahí está lo complejo del
asunto, el poner un impuesto a un producto o industria sí impacta directamente
a las inversiones, las ventas, las cadenas productivas y los empleos de ese
sector. De ahí vienen las decisiones más difíciles para todo el Gobierno, tanto
el Poder Ejecutivo como el Poder Legislativo, ¿qué es lo menos impactante para
las finanzas, la salud pública y los ciudadanos? De ahí la complejidad de este
tipo de decisiones y de que no se entiendan las razones para tomarlas.
Hablaban en ese programa de las decisiones del
ciudadano en su posición como consumidor, que el decirle o estarle repitiendo
en los medios a través de campañas que coman sano y que prevengan enfermedades
cuidando su alimentación, también tiene un costo para el gobierno. Y, al final
del día, la decisión es muy fácil, ¿nos comemos una galleta como snack a medio
día o preferimos una fruta o verdura? Esa decisión es de cada uno, pero tiene
que ver mucho con los productos que se encuentran en las tiendas. Escuché que
decía un especialista que el ciudadano, ante este impuesto, comería alimentos
menos controlados, sanos y, seguramente, con más calorías, y no me quedó más
que decir, como en el anuncio de las clases de inglés, ¿whaaaat? En nuestra
ciudad, simplemente en cualquier changarro de tacos de la esquina, se venden
tacos de carne que nada en los peores aceites fritos y refritos; venden,
además, toda clase de botanas y toda una linda selección de vitamina T, que nos
ha llevado tan rápidamente a ser el país más obeso, tacos, tortas y todo lo
demás frito en aceites de la más baja calidad.
Al miso tiempo, el negocio del agua ha crecido
tanto que hoy los canales de distribución en cualquier tienda de todo el país,
existe la oferta de refrescos, jugos y agua, el ciudadano puede escoger, el
problema es que prefiere los refrescos que el agua.
Como le dije a mi hijo, finalmente es una
decisión muy difícil para todos, porque para resolver el verdadero problema
debiera ser una mezcla de ambas cosas, impuestos y buenos hábitos. Un ejemplo
de estas medidas fue cuando en Europa en el año de 2008 decidieron
bajar el consumo de sal en los alimentos envasados, la medida causó algunas
molestias, pero hoy, si prueba usted una papas en Francia, para el gusto de los
mexicanos les falta sal.
En fin, el tema es muy complejo, al que si le
añadimos el hecho de que somos los magos en la región para no pagar impuestos,
se genera una situación que, irremediablemente, nos está llevando, sin querer
queriendo, al callejón sin salida del IVA generalizado.
Analista Político
Twitter: www.twitter.com/@Marcovherrera
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