En los
estados de la República en donde los empresarios dependen más del gasto público
del gobierno es en donde hay menos crecimiento.
Con el asunto de la aprobación de la Reforma
Fiscal, se ha desatado una guerra de dimes y diretes entre empresarios y el
gobierno sobre la negativa del pago de más impuesto, el crecimiento del país y
las políticas que se están tratando de imponer. Escucho a muchos empresarios y
presidentes de las Cámaras empresariales en programas de radio y entrevistas
haciendo presagios sobre el freno que tendrá nuestra economía por el aumento de
los impuestos debido a esta reforma, pero, curiosamente, al mismo tiempo
también, se les escucha decir que es necesario que se ejerza el gasto público
de inmediato para poder ayudar al crecimiento; también piden que se definan
medidas contracíclicas para revertir la desaceleración.
Además, se pide que se aumente la competitividad,
se acelere un programa de compras nacionales, se invierta en investigación y se
apoye el desarrollo tecnológico; todo está muy bien, pero cuando hablan de este
tipo de peticiones suena a que todo lo
debe de hacer el gobierno y todo está orientado a que se ejerza el presupuesto
del gasto público. Los empresarios siempre hablan de que, en la medida en que
se ejerza el gasto público, se podrá crecer.
Al revisar las expectativas de crecimiento de América Latina para los próximos años,
vemos que el mismo BID, en la pasada
reunión de Panamá, considera “probable”
que la región baje su expectativa de crecimiento en promedio a tasas anuales
del 3.9 por ciento, cuando en los últimos diez años se había mantenido al
doble. Además, en esta reunión hace una fuerte recomendación hacia el hecho de
que “a pesar de que hay espacio para políticas fiscales anticíclicas,
recomienda que los países deberán de controlar sus gastos, ya que el espacio
fiscal ha disminuido”. En este mismo documento, recomienda que “el hacer
fuertes inversiones en infraestructura, podrá ayudar a mejorar la productividad
y acelerar el crecimiento económico de los países”.
En toda Latinoamérica y en especial en México, tenemos una gran dependencia al
gasto público. En todo el país los empresarios persiguen la gran bolsa del
gasto público, es un problema cultural, todos quieren darle un arañazo a los
impuestos. Pero, desafortunadamente, en nuestro país hay casos muy graves.
Revisando el reporte Indicador trimestral de la actividad económica estatal durante el
segundo trimestre de 2013 de INEGI,
encontramos temas muy significativos: en los 31 estados y el Distrito Federal tenemos que el
promedio nacional de crecimiento es de 1.5 por ciento en el periodo;
técnicamente, hay 23 estados que crecen, 15 de ellos por arriba de la media
nacional. El de mayor crecimiento es Chihuahua,
con 5.9, y el del rango mínimo es Nayarit,
con 1.6; 8 estados que crecen por debajo de la media nacional, siendo el DF el más alto, con 1.1, y el más bajo,
Sinaloa, con 0.2, pero todos crecen;
Campeche
rompe la tabla y ni crece ni decrecer, se mantiene en 0.0; a partir de ahí, hay
8 estados que decrecen que son Tlaxcala,
Guerrero, Chiapas, Colima, Coahuila, Durango, Zacatecas y el
que más bajo crecimiento tiene, es Tabasco,
el que casi iguala, pero en números negativos, al del mayor crecimiento, con
-5.6 por ciento.
A través de consultorías, cursos y conferencias,
he tenido la oportunidad de trabajar en muchos de los estados de nuestra República Mexicana y, tratando de
encontrar un parámetro entre los estados que crecen y no crecen, en dónde he
encontrado mayor dependencia de los mismos empresarios al gasto público del
gobierno es, en dónde hay menos crecimiento.
En algunos seminarios que he participado en esos
estados, siempre escucho a los empresarios quejarse de que el gobierno no los
ayuda, no ejerce el gasto, no les da dinero, no hace políticas que los ayude;
técnicamente quieren que Papá gobierno les resuelva toda su problemática, les
de dinero, los apoye, mientras ellos se sientan a esperar a que los clientes
les caigan a raudales. El colmo fue una ocasión en donde, después de escuchar
estas quejas, platicando sobre este tema con un funcionario público estatal, él
me comentaba que el día anterior justo acababa de regresar fondos del
presupuesto federal para la aplicación de apoyos empresariales porque las
aplicaciones a los fondos habían ido muy bajas o porque las propuestas
presentadas no cubrían los requisitos solicitados. Este tipo de problemas no se
escuchan con tanta frecuencia en los estados en dónde sí hay crecimiento.
Esta experiencia me enseño que en México tenemos como ciudadanos, tanto trabajadores
como empresarios, una cultura extremadamente arraigada de queja, de siempre
querer que alguien nos soluciones los problemas (principalmente el gobierno),
de echarle la culpa a alguien de nuestros problemas (siempre externo y ajeno a
nuestras decisiones), pero principalmente de estar esperando que Papá gobierno
nos de dinero para nuestras aventuras empresariales, vía gasto público.
Contrario a esto nos podemos encontrar que
existen grandes casos de éxito en nuestro país que, simplemente, combinan un
apoyo gubernamental en facilidades para instalación de fábricas, una fuerte
inversión y una gran capacitación en el personal para poder remontar el
crecimiento. Los ejemplos los dan los
estados que crecen con rangos arriba del 3.0 y que son: Jalisco, con 3.0; Querétaro,
con 4.2; Oaxaca, con 4.9; Aguascalientes, con 5.1; Baja California Sur, con 5.5; y,
finalmente, Chihuahua, con el
indicador más alto en crecimiento que representa el 5.9.
¿Cuál será la verdadera diferencia contra los
estados que más decrecen?
Consultor y Analista Político
Twitter: www.twitter.com/@Marcovherrera
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