Está por iniciar la Presidencia de Enrique
Peña Nieto; este nuevo comienzo lo podemos dividir en dos partes: las acciones
que hemos visto antes de la toma de posesión y los retos a los que se
enfrentará como nuevo gobierno.
Las acciones previas son claras y mandan
mensajes positivos. Primero, un proceso de transición que dio certidumbre
dentro del gobierno y a la población; dos reformas sólidas que sirven de
plataforma de inicio, lo que demostró, además, que hay forma de conseguir
acuerdos; un reciente acuerdo político nacional en donde los tres partidos más
grandes se unirán para hacer que el país vaya en el camino correcto; y,
finalmente, una exitosa gira internacional dirigida por Emilio Lozoya, que
retoma el liderazgo de México en el mundo, comenzando en Latinoamérica,
continuando en Europa y, finalmente, visitando al Presidente Obama. En todas
las reuniones se escucha un discurso diferente y fresco. En pocas palabras,
estamos volviendo a ver en la política nacional una muy buena y silenciosa
operación política, empiezan a pasar cosas buenas y se comienzan a generar
acuerdos, algo que se había perdido en nuestro sistema político.
Por otra parte, los retos que enfrentará Peña
Nieto como gobierno son enormes. Considero que el primero de ellos es lograr
que el Gobierno, las autoridades y los políticos vuelvan a respetar a la Presidencia,
al Estado y se retome el orden y la disciplina del poder enfocado
al servicio de la población; el segundo reto es hacer que la población (y como
población se debe de entender a los empresarios, grupos de presión, de poder,
poderes fácticos, guerrilla y a toda la población en general) retome el respeto a las leyes y a las
instituciones públicas; es vital que el gobierno y la República hagan valer el
Estado de Derecho y a toda la población le debe de quedar muy claro el retorno al orden constitucional. Las
democracias, así como las familias, se construyen con límites claros y firmes.
Con estos dos retos resueltos, lo demás seguramente con mucha negociación se
podrá resolver poco a poco.
En el lado opuesto, tenemos que está por
finalizar la Presidencia de Felipe Calderón y el tiempo del PAN en la
Presidencia. Es muy pronto para calificar la actuación de Calderón, la
distorsión de la guerra contra la delincuencia seguramente no nos dejará ver
por algún tiempo el valor de su actuación. Pasará como en otros casos (ejemplo,
el de Zedillo), en donde sólo el tiempo nos mostró la contribución real al
país. Lo que hay que hacer notar es que su conclusión estuvo bien planeada y
con la intención de hacer saber a la población cuáles fueron sus logros; con
ello, se genera certidumbre y tranquilidad, no como fue el caso de Fox en donde
todo fue rodeado por escándalos y la salida era tan esperada que terminó en
medio del escándalo de la difícil toma de posesión de Calderón. Finaliza,
también, la oportunidad del PAN y el saldo para el partido no es nada bueno,
los deja disminuidos, alejados de la población y hasta se puede decir que
totalmente descarrilados y con una
crisis ideológica histórica.
Otro arranque que llama la atención es el de
Miguel Mancera en el Gobierno de la Ciudad de México; un supuesto candidato
ciudadano y fiel al PRD que enfrentará un gran reto. Mancera llega a gobernar
en un escenario muy caótico y muy distinto al que seguramente estaba planeado:
las bandas del antiguo PRD de la ciudad están enfrentando una guerra. Es
necesario entender que la ciudad está dividida, principalmente, en tres grupos:
los que se quedarían con Ebrard y Camacho, los que están con AMLO en fuga hacia
Morena y los que se quedan con Bejarano, quien es seguro que quiere aprovechar
el momento para reconformar su fuerza en la ciudad. El escenario para Mancera
suena muy complicado; además, el retorno del PRI al poder federal será una
presión extra, ya que indudablemente pretenderá retomar los espacios perdidos
en la ciudad.
Por otra parte, en la misma Ciudad de México
estamos viendo el final de una hegemonía política: Manuel Camacho y Ebrard
llegaron al gobierno del Distrito Federal en 1988, donde crearon su fuerza política durante los 34 últimos años;
de alguna u otra manera, durante todos estos años, siempre alguno de ellos tuvo
una presencia política en el gobierno del DF. Hoy, Camacho está en el Senado y Ebrard
abandona el poder en breve; a pesar de dejar colocada a su gente, personalmente
ellos dejan el Gobierno de la Ciudad y el cambio generacional tendrá su efecto.
No cabe duda que México vive una coyuntura muy
interesante y, así como hace doce años hubo gente que comentó que nunca pensó a
ver al PRI fuera de los Pinos, ahora esa misma alternancia nos está haciendo
ver, por un lado, a políticos encumbrados iniciar el ocaso de su vejez
política, así como una reconformación ideológica de los partidos políticos y,
por el otro, una nueva generación de políticos llegar al poder, con nuevas
formas y modos de hacer política. Sin lugar a dudas, son principios y finales
históricos en México.
Analista Político
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