Apenas comienza el nuevo sexenio y ya
estamos viendo el regreso de políticos profesionales, que entienden qué es el
poder y para qué sirve; estamos viendo operación política con medición de
riesgos para prevenir situaciones y estamos de regreso a la política de estado.
Finalmente, Peña Nieto tomó posesión como Presidente
Constitucional de los Estados Unidos
Mexicanos. Irremediablemente se nota la diferencia que existe en las
visiones de Estado entre el PAN y el
PRI; la ceremonia, el protocolo, los
discursos, las acciones propuestas y la firma del pacto entre partidos, han
logrado, de alguna u otra manera, que en los primeros tres días cambiara la
lógica del país.
La gente está tranquila, los opinadores
profesionales también, los más duros e incrédulos, le dan el beneficio de la
duda, unos, por la manera en que tomó el poder, otros, por lo que dijo y
reconoció de la problemática, otros más, por las acciones que está proponiendo.
Tres días han bastado para cambiar la dinámica
del país, y estas acciones que ha tomado el Presidente curiosamente han tenido efectos, digamos, que parecen
secundarios, pero podrían haber sido objetivos claros: el acuerdo político
entre partidos logró en estos días dividir a la izquierda y a la derecha; en el
PRD, las tribus ya se están peleando
y los más radicales están tomando su camino hacia Morena, mientras que en el PAN,
los conservadores están tomando el control del partido tratando de sacudirse a
los Calderonistas.
La mayoría de la gente, acostumbrada al estilo
del PAN durante los últimos doce
años, no se esperaba lo que vio, por lo que la sorpresa ha dejado buen sabor de
boca, estamos viendo el regreso, no del autoritarismo como mucha gente dijo y
como aún no lo podríamos decir, pero sí estamos viendo el regreso de políticos profesionales,
que entienden qué es el poder y para qué sirve; estamos viendo operación
política con medición de riesgos para prevenir situaciones y estamos de regreso
a la política de estado.
Y por supuesto, estamos viendo cómo ciertos
grupos de poder disidentes, en la lógica de la forma de hacer política de
antes, quiere medir a su nuevo adversario en el poder, la oposición continúa en
su lógica de mentir para asustar, de gritar para ganar espacios y de crear
crisis para demostrar la falta de control por parte del Estado, pero ya empezamos a ver que el equipo que llego es una
mezcla de experiencia con ímpetu juvenil. Pero lo que marca a este equipo es
que tiene vocación política y está tomando rápidamente el control, se ve que es
un equipo de políticos que saben cómo y para qué sirve el poder y que sus
enemigos vienen de una lógica de gritos para ganar espacios; creo que ese raciocinio
va a dejar, poco a poco, de funcionar.
Basta ver lo que pasó el día de ayer con las
declaraciones de varios de los actores de la oposición con respecto a los
hechos vandálicos y supuestos actos por parte del gobierno, mismos que están
avocados a tomar rápidamente el control de las secretarías: empiezan a sonar
como ruido en el espectro de la política y de la esperanza de un nuevo gobierno,
suenan a declaracionitis para conseguir espacios en un ámbito que cada minuto
se cierra para esas prácticas que, en el sexenio pasado, tal vez si funcionaban,
ahora parece que no.
Si se cumple lo que el Presidente Peña dijo, entraremos en un sistema de respeto a la ley
y, ante eso, las mentiras y los dichos de la oposición no cabrán en esta nueva
época; basta ver que después de la mentira de Monreal en la toma de posesión, la información fluyó de manera
inmediata y se llenó el espacio que acabó con su dicho. De igual manera, la
reacción del gobierno de la Ciudad, al no doblar las manos ante una
manifestación en Reforma para liberar a
los jóvenes vándalos.
Es tiempo de que se acaben las mentiras y
entremos en un mundo de respeto a la ley y en una lógica de dialogo abierto, no
de gritos. Y esto todo se empieza a plantear en sólo tres días.
Consultor
Twitter: www.twitter.com/@Marcovherrera
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