Este año, más que nunca, las consecuencias postelectorales
cimbrarán a los dirigentes de los partidos políticos y sin dejar a salvo las substanciales
estructuras partidistas.
Estamos
viendo como los partidos políticos en México
entran en una lucha intestina de poder y en un proceso de cambio generacional,
lo que provocará un bache democrático para nuestro sistema político.
La
lucha intestina nace de dos cosas; la primera, los saldos de la elección. Desde
siempre, cuando se perdía una elección en las dirigencias partidistas había un
poco de dignidad y sus funcionarios renunciaban; en el caso del PAN, hoy se vive un gran enfrentamiento
contra el poder del presidente saliente, la candidata perdedora, los futuros
coordinadores de las cámaras legislativas, la esposa del presidente y los
viejos panistas.
Quiero
suponer que también el Yunque está jugando a ver qué posiciones le quedan. En
el caso de la segunda razón, obviamente que los nuevos políticos quieren ir
dejando atrás a los viejos liderazgos y éste es un factor extra que le mete
presión al asunto en el PAN.
Toda
esta situación es lo que trae esquizofrénicos a los panistas y, sobre todo, a
su dirigente quien no ha demostrado ser un muy buen político, que digamos.
En
el PRD, están igual. En medio de las
impugnaciones se está trabajando para ver qué se hace con el partido; ahí, la
duda es quién se queda con el PRD y
quién con el resto la pregunta que aún no se formula es si AMLO rompe con el PRD y
se consolida con sus aliados o, definitivamente, el gran rompimiento vendrá con
la asignación de la candidatura de la presidencia para el 2018, en donde Ebrard Camacho se van a enfrentar con
el mismo AMLO. Pudiera ser que
exista una gran escisión como cuando la corriente democrática se salió del PRI, ¿le suena conocido el numerito? Un
factor extra es el hecho de que varios de los gobernadores ganadores ya
empezaron a pintar su raya de la campaña de impugnación y, al parecer, no están
dispuestos a seguir a AMLO; esto
dividirá a ese partido en breve.
En
el caso del PRI, va a ser muy
interesante ver qué va a pasar; Peña
prometió que la iba a cambiar, a reformar, y, de alguna manera, veremos la
iniciativa para ir rompiendo las viejas estructuras centralistas de poder que
están en manos de liderazgos viejos y tradicionales. Técnicamente, Peña retomará las iniciativas
modernizadoras de Colosio y, en
combinación con liderazgos más jóvenes, pretenderá construir nuevos políticos
para, en las elecciones intermedias que se celebrarán dentro de tres años,
poder tener mayoría en las cámaras y tener el control del partido. Mientras, el
partido entrará en un rediseño en donde se estarán enfrentando los jóvenes
contra los viejos quienes, por edad, ya empiezan a retirarse por cansancio y
por no entender nada de lo que está pasando.
Un
pendiente muy importante para el PRI
va a ser la guerra implacable que se librará para ver quién paga los platos
rotos de las plazas en donde se perdió escandalosamente, cuando las promesas
eran de carro completo, además de que lo que se ganó fue a través de la alianza
con el Partido Verde, lo que no fue
bueno para el PRI. ¿Será posible que
pueda haber una refundación o algo así?
Lo
más curioso es que en el PAN y en el
PRD los cambios lo generarán los
grandes perdedores, Ernesto Cordero
y Marcelo Ebrard, mientras que, en
el PRI, quién sabe qué papel le
dejarán jugar a Manlio Fabio Beltrones
y más ahora que acaba de entregar su reforma política ya autorizada, misma que,
por cierto, le asegura a Peña la
toma de posesión.
Consultor
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