AMLO
tiene que entender que fueron 3 millones de votos de diferencia entre
él y Peña Nieto, cantidad que no es menor, pues es la misma diferencia
de votos que en las elecciones del 2000 abrió la alternancia en este
país y sacó al mismo PRI de los pinos.
Es importante entender los números de la elección pasada, habrá tiempo para analizarlos con más calma, pero dado que AMLO vuelve
a arremeter en su tradicional estilo y deja atrás los pactos firmados y
la república amorosa, me nace una pregunta directa hacia él: desde un
punto de vista de votos totales, ¿qué no valen los 32 millones de votos que votaron en su contra?
Sí, 32 millones de votos que son la suma de los votos del PAN, del PRI y
del PANAL y a los que hasta deberíamos de sumar los que están como
votos nulos o que votaron por otros candidatos no registrados, mismos
que son otro millón 200 mil votos; en total más de 33 millones de votos
de ciudadanos, ¿no le valen para entender que este número de votos son
en su contra? De otra manera expuesta, AMLO no quiere entender que el
68% de los votantes de este país no quiso que él llegara a la
presidencia, a mal entendedor muchos votos en contra.
Por el lado de Peña Nieto,
él también tiene que entender, en el mismo ejercicio, que 30 millones
de ciudadanos no votaron a su favor, que no logró la mayoría en las
Cámaras y que, por lo tanto, al momento de gobernar deberá de ser
cuidadoso e inclusivo. Pero claro, él no está llamando a la rebeldía
nacional.
Ahora
bien, en un análisis por segmentos y tratando de interpretar la razón
de los votantes en cuatro vertientes principales, aquí una primera
interpretación de la elección dos días después del primero de julio:
Uno, la mayoría de los ciudadanos, pensando en alternancia, castigó y reprobó el sistema de gobierno del PAN, su ineficacia y su poco orden, así como una guerra contra el narcotráfico
con una gran cantidad de víctimas, los excesos de dogma vertidos en el
sistema político y hasta podría aventurarme a decir que la misma
apertura para la intromisión de la iglesia en ciertos asuntos del
estado; como muestra, bien podríamos ejemplificar el caso con la
situación de lo ocurrido en Jalisco.
Dos,
la mayoría votó no necesariamente por el regreso del PRI, como tanto se
ha dicho en la campaña y por los adversarios de Peña Nieto, la gente votó por un candidato y su oferta,
por una campaña ordenada y propuestas bien estructuradas, además habrá
que esperar si el que regresa es el viejo PRI o es una nueva corriente
del PRI mucho más progresiva. Los ciudadanos votaron por un gobierno de
orden, de autoridad y de objetivos claros, votan por un verdadero
cambio.
Tres,
la gente votó en contra de AMLO, para que no llegara, y ciertamente
esto implicó el miedo que les imprimió una campaña en que primero ofrece
una república amorosa y después sigue con sus destellos de violencia e
intolerancia. Es cierto que remontó los negativos, pero a fin de
cuentas, el que saliera casi la misma cantidad de ciudadanos que en su
momento sacó al PRI de los Pinos, fue la que salió a no
permitirle a AMLO llegar a la presidencia. Y no olvidemos que son 3
millones de votos de diferencia, lo que no es menor, es la misma
diferencia cuando las elecciones del 2000, que abrió la alternancia en
este país.
Cuatro, a pesar de lo anterior, hay que decirlo con base en todos los votos que obtuvo el PRD, una gran mayoría de los ciudadanos sí está pensando en alternancia,
hay mucha gente que quería votar por una izquierda progresista, como la
que se vive en la Ciudad de México, de ahí la avallasadora campaña de Miguel Mancera en el Distrito Federal
y sus altos porcentajes de votos, pero en esta ocasión a mucha gente le
gano el miedo de que AMLO llegara a la presidencia, la pregunta que
flota en el aíre y quedará sin respuesta es: ¿qué hubiera pasado si Ebrard hubiera sido el candidato?.
Lo que sí es importante es que para las siguientes elecciones si la
izquierda trabaja en esquemas modernos y genera buenos resultados, va a
ser una gran competidora en años venideros.
AMLO
está perdiendo nuevamente, la gran oportunidad de convertirse en una
conciencia moral o en un vigilante de la democracia por parte de la
izquierda mexicana, como en su momento lo fueron Cuauhtémoc Cárdenas y Heberto Castillo,
que ante este momento sólo se engrandecen por su nobleza política. Es
una verdadera lástima el conflicto que quiere crear, y con lo que
seguirá dañando profundamente al país.
Pero
al mismo tiempo que bueno que AMLO muestre su verdadero pensamiento e
interpretación sobre la democracia, resumido en una de sus famosas
frases ¿al diablo 36 millones de mexicanos, que según él son mediocres?
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