En toda democracia hay dos tipos de ciudadanos, los que están
afiliados o cercanos a un partido político y los que no.
Entre los que están afiliados a algún partido podemos contar desde el
Presidente de la República, pasando por toda la burocracia, ya que en su
mayoría llegaron ahí por alguna filiación política, diputados, senadores y todo
su séquito, hasta el último de los militantes activos que acatan las instrucciones
que la jerarquía política les indica.
Enfrente, estamos todos los demás, los ciudadanos comunes o, como se
les acostumbra a llamar, los ciudadanos de a pie; éstos somos la mayoría y,
además de tener la obligación de pagar nuestros impuestos y obedecer las leyes,
tenemos el derecho de votar y quejarnos ante la autoridad; así es la fórmula de
la democracia.
En nuestro país el balance entre estas dos fuerzas se había mantenido,
digamos que hasta ahora, estable, con las eternas y respectivas quejas de los
ciudadanos por los abusos de las autoridades y fallas administrativas, amén de
otras causas naturales del día a día de la administración pública.
En este juego perverso, hay que entender que los ciudadanos afiliados
a un partido tienen un tipo de “fuero invisible” que les otorgan la
política y, la burocracia, mismo que está basado en el poder de ser
administrador de los ciudadanos normales y que siempre será justificado por las
razones políticas que ofrece el sistema democrático, las cuales son
tradicionalmente conocidas: no tengo la autorización de otra autoridad, no hay
presupuesto, el Congreso no ha actualizado la ley, no está publicado en el
Diario Oficial, etc., y, ahora, se ha inaugurado una nueva que va siendo ya más
común y reza: “ésa es la interpretación que le damos a la ley”.
Hasta hace poco tiempo, el ciudadano normal tenía la opción de quejarse
ante un medio de comunicación para ver si servía como caja de resonancia o, en
su defecto, juntar un grupo de personas y salir a la calle a manifestarse. Pero
el mundo ha cambiado a velocidades insospechadas, ya los medios no son tan
eficaces para este tipo de denuncias y las pequeñas manifestaciones de
ciudadanos por asuntos meramente políticos (sobre todo en la Ciudad de México) son
atacadas por la policía mientras las que son de los ciudadanos políticos son
intocables, por lo que ya tampoco es funcional.
Pero la tecnología ha traído una gran herramienta, las Redes Sociales
en Internet, que sirven para juntar voluntades y para la creación de la empatía
entre y para los ciudadanos. Hoy esta herramienta de comunicación digital, está
cumpliendo con una función social de gran importancia para la sociedad en
México y todo el mundo.
Considerado ya como un movimiento denominado ciudadano, esta
herramienta está generando la facilidad de los ciudadanos normales se enfrenten
contra los ciudadanos políticos, y ya hemos sido testigos, alrededor de todo el
mundo, de los efectos que se están teniendo, que van desde simples denuncias
públicas, hasta derrocamiento de gobiernos.
En México se empiezan a dar ciertos movimiento ciudadanos, en donde
ante la laxitud y hasta conveniencia de algunas autoridades de no hacer cumplir
las leyes, los ciudadanos empiezan a tomar en sus manos la aplicación de las
mismas y en donde, además de exponer a la misma autoridad, ésta no puede actuar
en contra de estos mismos ciudadanos, ya que lo único que se está haciendo es
que se cumpla la ley, pero no de mano de los ciudadanos políticos, sino de los
otros.
Un ejemplo de esto es lo que sucedió hace poco en la Ciudad de México,
en donde un grupo de personas se puso a eliminar la propaganda colocada en la
ciudad; ésta propaganda fue colocada por los militantes del partido en el poder
y que los administradores del mismo partido no quisieron limpiar. La autoridad
no pudo hacer nada ya que los ciudadanos no estaban violando la ley, en un
ejemplo simpático de democracia, estaban ayudando a su cumplimiento en contra
de la voluntad política de la autoridad.
En gran problema se empiezan a meter los ciudadanos políticos,
entiéndase las autoridades, cuando por laxitud y conveniencia no cumplen su
trabajo y, entonces los ciudadanos normales toman en sus manos la aplicación de
la ley.
Así empezaron en otros países las revoluciones sociales, cuando se
enfrentaron los ciudadanos vs. los ciudadanos.
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