Hoy, existe un gran debate
en México respecto a las posibles reformas en materia política. Los candidatos
del PRI, dentro de su confrontación interna, han puesto a debate a todo el
mundo político, a la academia y a los medios de comunicación. De hecho, esta
gran polémica está llevando a que periodistas en los grandes medios caigan en
la polarización con el tema y tomen posiciones para la defensa de los
diferentes bandos; con esto, además del debate político, se ha creado un conflicto
belicoso entre las plumas y sus distintos colores.
Cabe mencionar que esto hace
que todos los candidatos de los demás partidos se pronuncien a favor o en
contra, ayudando al PRI a lograr mayor conocimiento de sus candidatos y de sus
propuestas, sin darse cuenta que todos abonan a favor de la causa del PRI automarginándose
fuera de la ecuación; en ello, el Gobierno está quedando en medio, solamente
defendiendo su débil posición, misma que ha mantenido en este rubro durante
todo el sexenio, sin mucha capacidad de maniobra y sin lograr consensos, con
solamente la puerta abierta para la guerra en contra de la inseguridad.
Toda esta discusión estéril
ha quitado el foco y la atención a temas como son el presupuesto del próximo
año, los consejeros del IFE y hasta la misma glosa del Informe.
Lo peor de todo es que la
discusión, en el fondo, no es sobre una verdadera reforma política de México,
sino sobre la gran falla que generan los políticos en nuestro sistema. Técnicamente,
la alternancia que generó nuestra democracia en 2000 y lo deficiente de los
gobiernos del PAN en estos dos últimos sexenios, han dado al traste a un
sistema político creado para sistema monopartidista.
Estoy seguro que estas
fallas generadas por nuestro régimen se podrían haber sobrepasado si existiera
una verdadera voluntad política, pero, al parecer, lo triste de nuestro sistema
es que las leyes están hechas para acotar los poderes de los grupos políticos
fuera del poder; hoy, el debate no es por hacer un mejor sistema, es por acotar
al grupo político que está enfrente y que tiene posibilidades de ganar.
En esencia, ésa es la nueva
tónica de la futura alternancia y el sistema político. Hoy, se quieren poner
las reglas que dominarán el escenario para los próximos años en donde, más que
nunca, no es un problema de partidos, es un problema de grupos. Lo más grave es
que si no hay acuerdos, es muy probable que se caigan los telones que han
venido ocultando el verdadero juego político y esas estructuras que conocemos
como partidos se rompan en mil pedazos y salten a la luz pública los grupos con
toda su crudeza y realidades, para crear bloques políticos en contra de los
candidatos con mayor posibilidad de intención de voto. Esto implicará empezar a
ver juntos a políticos que durante años se han mostrado como contrarios y que,
hoy, la supuesta discusión de la reforma política los ha empezado a juntar, de
inicio, en un simple desplegado dirigido a la opinión pública.
Si esa voluntad para estar
juntos en un supuesto ideal hubiera estado a tiempo para generar reformas en
beneficio del país, otro cantar sería.
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