Coalición o no coalición, al
parecer ése es el dilema político del país.
Estamos presenciando un gran
enfrentamiento entre dos grupos para obtener el poder político del país bajo la
obtención, vía electoral, de la presidencia de la República. Estos dos grupos están
peleando, supuestamente, en la misma franquicia política llamada PRI, pero
ambos grupos, extienden sus tentáculos a lo largo de las demás franquicias
políticas. No es un asunto de partidos ni de ideologías, es un asunto de poder.
Para ellos, el centro del
debate no son las coaliciones como tal, sino la definición de dos objetivos
simples; uno, un modelo de gestión del control del poder y, con esto, mantener
a raya a los adversarios, y dos, el aseguramiento
del control de la administración pública y la generación de las políticas
públicas, para poder definir un modelo económico y político afín a su
ideología, intereses y visión.
Dentro de estos dos
objetivos, en nuestro ya muy deteriorado y parchado sistema presidencial es básico
y elemental obtener la mayoría en el Congreso; esto con el fin de lograr el
objetivo de la manera más tersa y segura, pero, además, debe de cerrar lo más
posible los espacios para la oposición.
Un grupo lo quiere hacer a
través de las llamadas “coaliciones”, que no tiene mayor ciencia que la lógica
de las alianzas; el otro grupo lo quiere hacer a través de reforzar el sistema
presidencialista y con una cláusula de gobernabilidad más amplia que la que
existe hoy. Las dos propuestas contienen ocultas las fórmulas para dominar y
controlar a la oposición, si es que llegan al poder.
Lo que es importante
mencionar en este momento y ante esta disputa es que hay factores externos que
también juegan un papel muy importante en todo este juego: primero, son los
monopolios, tanto privados como públicos, que representan un poder real. Unos
son los empresarios que siempre buscarán que el estatus quo se mantenga para
poder asegurar sus ganancias económicas, y los otros representan las fuerzas
laborales, que sirven como balance a los empresarios. Además de esto, están los
factores económicos del entorno mundial, los socios comerciales y políticos y,
ahora desafortunadamente la delincuencia organizada, que está derivando, también,
en rangos de terrorismo. ¿Qué hacer con estos poderes fácticos? ¿También crear
coaliciones? ¿De qué tipo serían?
Pero, ¿y la sociedad? ¿Dónde
queda en todo este juego? Desafortunadamente, sin darnos cuenta hemos regresado
a los tiempos en donde sólo servimos como validadores del juego político, se le
quitó poco a poco la autonomía a las instituciones ciudadanas y se les regresó
el poder a los políticos. La sociedad, hoy en día, no está sabiendo jugar o no
está pudiendo jugar en el juego llamado de las coaliciones.
No se escucha nada respecto
a hacer una coalición con la sociedad, los políticos sólo piensan en su
beneficio y en esta guerra de sí o no a la coalición; están olvidando a la
sociedad o, peor, la están usando como
la vía para validar su pleito político.
En México las alianzas y
coaliciones no han funcionado por la simple y sencilla razón de que no existe
voluntad política, la cual implica aspectos de palabra, honor, moral,
integridad, visión de estado, liderazgo, ética y otras tantas cosas más que, al
parecer, nuestros políticos adolecen.
Y generalizo en todos los
políticos, no es un asunto de filosofía
política, es un asunto de integridad cultural y de ejemplo, el cual no ha sido
bueno en ningún partido. Estamos entrando como país en una desesperación en donde
ya empezamos a decir: “lo que nos propongan está bien, con tal de que se pongan
de acuerdo, con eso ya es suficiente”. Eso me suena a ya ni siquiera a elegir
al menos peor, sino a cualquiera que ofrezca algo que suene más o menos bien.
Debemos ser cuidadosos como
sociedad y analizar bien lo que se propone y no caer en la trampa de decisión
fácil por la desesperación. Les recuerdo que la política es el arte de hacer
las cosas posibles, con coaliciones o sin ellas.
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