Mientras está a punto de iniciar la gran discusión y debate sobre la reforma energética, centrada sólo en el petróleo, el mundo ya cambio. El petróleo ya murió, pues ya hay muchas más formas de generar energía.
Estamos
a punto de iniciar una gran discusión en México,
una discusión que, por lo menos en los últimos 20 o 30 años, ha sido imposible
encausar de manera positiva. Esa discusión tiene que ver con lo que va a hacer México con su petróleo.
El
problema, durante todos esos años, siempre radicó en temas políticos y mitos
alrededor de nuestro petróleo e historia; México
es de esos pocos países en el mundo donde los actos históricos se convierten en
mitos intocables por pura tradición o dogma de la filosofía política de sus
partidos y, como ejemplo, existen dos casos que, además, son tabú: la
reelección y la privatización del petróleo los cuales son temas inamovibles. La
gente no sabe a ciencia cierta porqué, pero como son parte de la cultura
difundida en los libros de texto del sistema educativo, a la gente le suena que
cuando quieren cambiar estos puntos, el pueblo perderá identidad y si esto por
alguna razón empieza a cambiar, siempre estarán los partidos políticos de la
izquierda pendientes para recordárselo al sistema.
Pero el
problema es que, mientras México se
perdía en esta discusión sin fin, el mundo fue cambiando poco a poco, la
presión por la baja de producción del petróleo mundial, la tendencia por la
protección al ambiente y, por consecuencia, el desarrollo de las nuevas
tecnologías verdes, han dado un giro total a la industria de petróleo y a la
ahora nueva visión de la industria energética. Hoy ya existe una nueva oferta y
uso de energías alternas y, por otra parte, las industrias ya empiezan a
generar nuevas formas de uso, ya tenemos vehículos híbridos, los aviones ya
usan biodísel y la industria eólica ya está entrando en un terreno de madurez.
En fin, el mundo ya cambió y el petróleo está viendo sus últimos días; simple y
sencillamente, el desarrollo de la industria del gas y su utilización ya está a
la par del uso del petróleo y cambiará radicalmente a partir de estos tiempos y
descubrimientos.
Ahora
que en México iniciaremos la madre
de todas las discusiones, estaría muy bien que se discutiera bajo un contexto
similar y bajo premisas modernas. La primera, hay que discutir teniendo en
cuenta que el petróleo ya no es la única base de la industria energética. Hoy,
la misma incluye muchas formas de generación de energía y, si estamos
definiendo la producción que el país necesita para desarrollarse, deben de
estar incluidas todas las formas utilizables para, con esto, poder orientar una
verdadera política pública con visión al futuro.
En
segundo lugar, hay que dirigir la discusión en función de la demanda que
solicitan el mercado y el consumidor actuales y cómo esta misma demanda estará
conformada en los años por venir, tanto la del mercado nacional como la del
internacional. Por esto, debemos de alejarnos del lugar común en el que se ha
movido la discusión sobre si el petróleo es de los mexicanos o no, además de
sólo ver desde la óptica del productor, ya que esta visión, además, es la que
ha atado a la industria petrolera, durante muchos años, al asunto de los
impuestos y la falta de inversión.
En
tercer lugar, será necesario dejar de lado la historia, el pasado y los mitos.
Si en la época medieval hubieran querido guardar las prácticas culturales,
jamás se hubiera dado el desarrollo económico y social de la época; el avance
de la humanidad va tan rápido que se deben de ir dejando atrás ciertos temas y
tabúes en los anales de la historia. El día de ayer paseaba por el Centro Histórico de la Ciudad de México
y en la Avenida Juárez escuchaba a
un manifestante en un mitin político de izquierda arengar frente a la gente; el
supuesto dirigente de un partido de izquierda les preguntaba a una veintena de
transeúntes que se paraban a escucharlo «¿quieren que les quiten su petróleo?»,
para, después, afirmar que no debemos permitir que nos quiten lo que es
nuestro. La pregunta que se me vino a la mente en ese momento fue, ¿Qué implica
que el petróleo sea nuestro hoy? Y me respondo: que se aumenten los precios de la gasolina cada mes,
que seamos poseedores de un gran sistema de corrupción, que no se pueda
invertir para desarrollar la industria, que tengamos gran obsolescencia en tecnología nacional y otras
tantas cosas más que hacen que nuestra industria sea vieja, mala y cara; eso es
lo que significa, hoy, el ser, según ellos, dueños de Pemex.
Es por
eso que es de vital importancia que, para iniciar la discusión que nos llevará
una gran parte de lo que queda del año, que implicará dramas políticos, corte
de venas públicos, paros, manifestaciones y demás actividades retrógradas que
encabezará la izquierda mexicana (y que lo único que hacen es complicar la
competitividad, bajar la producción y frenar al país), todos los actores
políticos entiendan una sola cosa: la discusión no es sobre quién es dueño o no
del petróleo, asunto que al parecer todo mundo está de acuerdo, ya que todos
dicen lo mismo y solo los de la izquierda no están escuchando.
La
discusión debe ser sobre cómo vamos a generar energía de calidad y limpia a
buen precio, cómo vamos a producir energía que genere desarrollo económico, que
desarrolle tecnología propia, que atraiga inversiones y que genere buenos
ingresos; ése es el fondo de la discusión, lo demás sale sobrando, el petróleo
ya murió, ya hay muchas más formas de generar energía.
No
podemos discutir el futuro de México
ni los problemas del siglo XXI y XXII con argumentos filosóficos y políticos de
los años 40, sobre todo por aquello de que los problemas de esos años, nada tienen que ver con los contextos del futuro.
Analista Político
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