El mito de los mexicanos como dueños de petróleo mancha al país y detiene su desarrollo. De este mito petrolero se aprovechan los políticos que lucran por su defensa.
El
asunto de la reforma energética en México
ya se convirtió, como todo en nuestra cultura política, en una tragicomedia,
estamos en medio de una gran discusión que deberá definir nuestro futuro y que
significa la toma de las decisiones que se vienen postergando por los mitos
geniales de México en los, por los
menos, últimos 20 años.
Como
buena tragicomedia, primero tendríamos que entender que el tratamiento que le
hemos dado como país a todo el asunto del petróleo nos ha manchado de negro el
alma de mexicanos, color negro del chapopote, del petróleo crudo que nuestros
gobernantes y sus partidos políticos han usado como motor de la economía y de
la política, y ahora volvemos a revolcarnos en las aguas negras de los dilemas
y las decisiones, como bien lo menciona, por cierto, Líbano Sáenz en su excelente artículo del sábado pasado en Milenio.
Ahora
que recordamos la historia del petróleo en el país, nos damos cuenta del
tratamiento que ha teñido a nuestras mexicanas almas con el negro color del
petróleo; a lo largo de los años hemos visto el uso que se le ha dado a la
expropiación en su momento, con aquellas foto de los indígenas trayendo su
dinero para pagar la deuda, o los invisibles cambios que hiciera Ávila Camacho a la ley de Cárdenas, o los ajustes a las leyes por
parte de Miguel Alemán, y más tarde
la heroica puesta en marcha de la abundancia que nos llevaría a la peor crisis
financiera con López Portillo. Con
esto entendemos de dónde nace el mito genial que ha hecho que el petróleo, PEMEX, el sindicato petrolero, la
familia Cárdenas se conviertan en el
último de los iconos intocables de nuestro país, y lo que ha hecho que en la
época moderna nadie se atreva a tratar de hacer un cambio constitucional, ya
que seguramente el ex presidente Cárdenas,
o el constituyente del 17, o en su defecto la imagen eterna de la indígena
morena que estuvo en los libros de texto de la SEP, se puedan levantar de la tumba y con la espada de fuego de la
nación, queme a aquel atrevido que atente contra la propiedad y seguridad de
los recursos de la nación.
Esta
negra historia, ha manchado no sólo el alma de todos los mexicanos, que nacen
ya con la estigma histórica, sino que ha logrado también manchar las manos de
muchos mexicanos, que con base en la férrea defensa del petróleo, han sido
participes de la eterna corrupción del sector energético.
Hoy para
contribuir a la gran tragicomedia energética de México, tenemos al Presidente Peña
Nieto enfrentando este mito y toda esta negra historia, con el fin de
tratar de llevar al país a tomar la decisión histórica de tener que cambiar de
rumbo para que el país no se pierda en la globalización y modernidad tecnológica
del planeta, para lo cual se enfrenta ante todos estos fantasmas y el
sentimiento poderoso del alma negra de los mexicanos, claro unos más corruptos
que otros y los otros más idealistas que los demás.
Este negro
mito, además ha generado otros más a través de los años. Tenemos a los
políticos que se han hecho dueños del tema y que políticamente lucran por su
defensa, otros que sin ser especialistas dan recetas de lo que se debe de
hacer, mientras el mundo gira y gira en una espiral en la que cada día va
convirtiendo en realidad los más inimaginables caprichos tecnológicos de las
antiguas novelas y películas de la ciencia ficción.
Para
desmitificar el tema de una vez por todas, el Presidente Peña Nieto escoge el camino del exorcismo, en dónde utiliza la
mismísima figura del santo patrono del petróleo, el ex presidente Cárdenas, para romper la inercia de
nuestras negras almas. Cómo reacción natural, los guardianes de los bienes
nacionales retoman las viejas glorias y en heroicos actos anuncian que se
disponen a tomar las calles para la defensa de nuestras almas.
Pero el
deterioro de la edad y la historia política confrontan a los viejos aliados de
la izquierda que pelean por el derecho de la calle ganando la estirpe de la
sangre presidencial, que en deslucido evento les muestra que las reglas de la
modernidad tecnológica, la falta de cohesión en el partido y la falta de
dinero, hacen imposible regresar a los cientos de fantasmas que en el pasado
llenaban la explanada ya sea para actos partidistas o para los viejos aires de
las campañas presidenciales de antaño.
Los
tiempos ya no son los mismos, viejos modelos políticos, en viejas avenidas, con
viejas prácticas que solo buscan, a como de lugar, mantener los iconos del
pasado en las negras almas de mexicanos para que ellos sigan existiendo y
puedan además mantener sus manchadas manos de negro, del negro de petróleo que
poco a poco se acaba, ya que su alma empiezan a entender que ya la perdieron.
Analista Político
Twitter: www.twitter.com/@Marcovherrera
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