Como saldo del triunfo del PRI en las pasadas elecciones, los grupos políticos empezaron a ajustar los escenarios para, así, dar inicio a las campañas electorales. En la primera semana vimos los primeros escarceos y ajustes, que realmente se deben a las alineaciones y reacomodos entre los grupos políticos.
Ya en esta semana empezamos a ver cómo dentro de los mismos partidos empieza la guerra entre los grupos para definir candidatos; en el PRI todos, en nombre de la unidad y de no confundir al elector, llaman a definir al candidato, claro cada grupo al suyo; en el PAN, Creel, que no tiene nada que perder, trata de forzar a todos los aspirantes con su inicio de campaña y su renuncia al Senado, los demás suspirantes se defienden y opinan que no es el momento.
Por el lado de las izquierdas, no se acaban de poner de acuerdo, pero mientras que AMLO inicia su campaña “no campaña”, con mensajes en TV por Internet, y Marcelo sigue en su campaña en la que está desde hace algunos meses, la cual sigue el esquema de que “al final de sexenio hagamos obra pública —segundos pisos— que se termine en 2012 para que el ánimo del elector sea bueno cuando deje de haber los terribles embotellamientos que tiene la ciudad por dichas obras”, además de que, seguramente, genera apoyos empresariales para la campaña, como lo hizo AMLO.
También, vemos que empiezan a aparecer ciertos actores “ciudadanos” que, de pronto, empiezan a comentar sobre todos los temas de la vida política nacional; aparece más seguido y en cualquier tipo de ocasión a opinar Juan Ramón de la Fuente y, en los últimos días, hasta Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano quien, además, tiene doble propósito, ya que en noviembre se da la elección en Michoacán y, por obviedad, jugará un papel importante en la configuración de las izquierdas para la elección.
Escuchaba las declaraciones de estos personajes y, con mucha tristeza, me doy cuenta que en su discurso todos dicen exactamente lo mismo que han repetido en México todos los políticos en la última década: repiten los problemas y las mismas soluciones fáciles y al mismo tiempo falsas que los ciudadanos sabemos que no pueden controlar si no logran los consensos necesarios o si el grupo en el poder no tiene la mayoría.
Es triste darse cuenta que el esquema de alternancia que se generó con la votación por el famoso cambio en el 2000, no generó absolutamente nada nuevo, los problemas son los mismos, el discurso igual, la ambición de los políticos de otros partidos, en algunos casos, fue hasta peor y de los partidos, ya ni qué decir.
Lo que puede lograr que, en el fondo, la población vote por el PRI nuevamente en el 2012, es el recuerdo de que durante mucho tiempo en México entendíamos la alternancia en entregar a un partido la Presidencia y a otro partido el Poder Legislativo, pero el resultado democrático ha sido infame: primero una parálisis total en la Presidencia de Fox y, ahora, una enfrentamiento no sólo de grupos en contra de las iniciativas del Presidente, sino hasta un enfrentamiento entre las mismas fracciones de los partidos; el resultado es igual para la democracia, seguimos diez años más sin las reformas necesarias.
En el fondo, este efecto y duda será lo que domine en el ánimo de los electores para la elección del próximo mes de julio: “voto por el mismo partido que no ha podido lograr acuerdos y se lanzó en una guerra o doy mi voto al PRI para que regrese”. Pero en ambos casos lo importante va a ser: “A quién le doy el voto para el Poder Legislativo, le firmamos el cheque en blanco al partido por el que voto para que logre las reformas, o seguimos queriendo controlar los balances de poder vía un voto diferenciado para el Poder Legislativo”.
Seguimos igual a pesar de 12 años de alternancia, los del PAN ya hablan y actúan como los del PRI, los del PRI no han cambiado, los del PRD son PAN con lo mismo y ahí está la duda para que la analicen los encuestadores, ¿a quién se le dará el voto en el Poder Legislativo?
¿Qué encuestador toma el reto?
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