Los políticos mexicanos o están en camino a
la transformación o de la locura. O no están entendiendo los nuevos tiempos o,
su pretexto de las elecciones, están tomando acciones que parecieran
demenciales.
En el contexto general, la nueva
administración priista no ha querido manchar el proceso electoral con ningún
tema y han sido muy cuidadosos; ya se detuvieron algunos de los programas
sociales, han sido precavidos para no usar las investigaciones judiciales para
efectos electorales, aunque ya empezamos a ver varias detenciones de algunos
políticos, sin mucho escándalo, poco a poco, algunos funcionarios de
administraciones pasadas han caído en manos de la justicia. Tenemos algunos
casos de ex funcionarios que han sido detenidos y están en proceso de
investigación como los de Jalisco, Aguascalientes y Morelos, en el caso de administraciones del PAN; el escándalo mayor y de moda es Tabasco, una administración priista que está dando mucho de qué
hablar. A la fecha, no hemos visto ningún caso que relacione al PRD o a ningún otro partido.
Por otra parte, continúan las denuncias del PAN a los procesos electorales en donde
los gobernadores siguen usando las viejas triquiñuelas para apoyar a sus
candidatos y algunas voces del PRD llegan al extremo de pedir que se
detengan los trabajos del Pacto por México
hasta después de las elecciones.
En el colmo de las circunstancias, la
economía, al parecer, también está deteniendo su camino; reportes provenientes
de varios estados, de empresarios y ciudadanos, hablan de subejercicio del
presupuesto y de falta de recursos en toda la economía nacional, el dólar en el
cielo y la bolsa de valores en el infierno.
Y para acabarla de amolar, tenemos políticos
que no saben o no entienden lo que significa
el que México sea un estado
laico y, en su incapacidad política y hasta humana, como muestra de
desesperación de no lograr sus objetivos, hacen entrega pública y formal de su
ciudad y de sus ilustres ciudadanos a las manos de sus dioses.
Este tipo de incongruencias de los políticos son lo único que puede
explicar la simpática aparición del «candigato» Morris en Xalapa, Veracruz, un gato que surgió como
candidato y que trae de cabeza a las autoridades electorales del Estado por la
fama tan vertiginosa que ha ganado y que, al parecer, día a día incrementa la
intención del voto de la ciudadanía hacia él. Esta es una nueva y jocosa manera
de dividir el voto y llamar al voto nulo; no cabe duda que, para políticos
locos, otros más locos e ingeniosos, sin olvidar a ciudadanos con la misma
capacidad histriónica que ellos.
Y después, ¿por qué no creemos en ellos o por
qué la gente no quiere votar? ¿Así o más clarito?
Consultor y
Analista
Twitter: www.twitter.com/@Marcovherrera
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