México enfrentará una de las elecciones
más complejas en su historia moderna, pero el problema real y de fondo es el
desgaste y abandono en el que se encuentran todos los partidos políticos.
Uno de los resultados de la alternancia
en el sistema de partidos de México es que éstos han perdido de vista su
principal razón de ser. Ante la llegada del PAN al poder, el balance de pesos y
contrapesos se desfiguró completamente; el PAN, un partido de oposición, se
convirtió en el partido gobernante; el PRI, el eterno partido en el poder y
gobernante, pasó a ser oposición y el PRD pasó de ser oposición a gobernante,
lo que representó un cambio de papel fundamental en su razón de ser, de actuar
y que, definitivamente, afectó su desarrollo y su estructura misma.
Revisemos la historia para entender este
cambio radical. El PAN nace en 1936 y le lleva 53 años lograr su primera
gubernatura, en 1989, el primer senador, en 1991 y el primer Presidente, en
2000; hoy lleva gobernando ya casi 12 años. El PRD se funda en 1989, y logra,
después de 8 años su primer gubernatura de las que hoy tiene siete. Por su
parte, el PRI se funda en 1929, nace del gobierno central y fue creado para
aglutinar las fuerzas sociales entorno al poder. Contrario a los demás
partidos, el PRI usa a la estructura social para acercarla al gobierno y
viceversa. Como resultado, hoy tenemos partidos desgastados por labores a las
que no estaban acostumbrados, ya que su lógica de acción era otra porque no es
lo mismo ser oposición pura que tener que combinar el ser partido de oposición
en un frente, con legisladores corresponsables de la política pública en otro,
y hasta gobierno estatal en la mayoría de los casos. Además, esta lucha no les
ha dado cabida ni tiempo para modernizarse.
Las prácticas que vemos en los partidos
son las siguientes: el PRD es una gran parte del viejo PRI, y el desgaste
natural de ser gobierno y sus grandes diferencias internas lo tiene al borde de
la ruptura, lo único que los hace ser un poco disciplinados y estar unidos es
el miedo a la pérdida del poder ganado.
Por otro lado, el PAN al llegar al poder
tuvo que aprender a ser gobierno, pero no ha sabido balancear su filosofía básica
de oposición con la realidad de ser autoridad, y por otra parte, estar en la
lucha diaria de controlar el Estado y gobernar; no ha sabido crear estructuras
sociales que le den fuerza para mantener el poder, su base y principios
empresariales, dogmáticos y de alta clase social, ni tampoco le han permitido
masificarse, ni ha sabido bajar de una manera diferente los beneficios del
gobierno, por lo que hay voces que dicen que administran igual que el viejo
PRI.
Por su parte, el PRI se encuentra en un
remolino interno y en una lucha encarnizada al estar una parte del partido
retomando el proyecto modernizador que quedó trunco ante el fallecimiento de
Colosio; al parecer, Peña toma algunos de los principios de lo que se quiso
iniciar en la 14 asamblea del PRI para ofrecerlos como una nueva forma de hacer
política, enfocando sus baterías y todo su trabajo electoral de los últimos años
para hacer una fuerza en los estados, mientras que los grupos más tradicionales
se quedaron defendiendo sus posiciones en los organismos centrales del partido
y basando su impulso en las fuerzas legislativas.
En resumen, el escenario es terrible: el
PRD sigue siendo un viejo PRI y que acabó con las izquierdas; el PAN está
pasmado desde y en el poder, sin poder cambiar ni consolidarse; el PRI retoma
un camino de modernización que no tuvo un buen final y los llevó al
enfrentamiento, y los demás partidos se debaten en ser comparsa, mantener su
registro mientras mantienen el negocio familiar o de grupo.
Lo más grave, aunque en el fondo podría
ser bueno, es que, sea cual sea el resultado de la lucha electoral de este año,
va a crear grandes problemas y posibles fracturas muy profundas en todos los
partidos para que, cuando inicie el siguiente periodo presidencial, sea muy
probable la necesidad de una refundación de todos los partidos, además de una
gran reforma política social en serio, con el fin de adecuar a los partidos al
nuevo escenario social y político.
Para terminar el contexto, es importante
recordar lo que dice la Constitución Mexicana sobre los partidos políticos en
el Artículo 41, fracción primera: “Los
partidos políticos tienen como fin promover la participación del pueblo en la
vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y
como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al
ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas
que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo. Sólo
los ciudadanos podrán formar partidos políticos y afiliarse libre e
individualmente a ellos; por tanto, quedan prohibidas la intervención de
organizaciones gremiales o con objeto social diferente en la creación de
partidos y cualquier forma de afiliación corporativa.”
Como podemos ver, los partidos están muy
lejos de este precepto fundamental de nuestra Constitución Política.
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