Hoy
quiero comentar un caso que tuvo una gran repercusión la semana pasada en las
redes sociales y que, curiosamente, a unos días de los hechos, ya suena a tema
viejo: es el caso del #gentlemendelaslomas, muy sonado en Twitter y, después,
en todos los medios. Es un caso que indigna por la agresividad y actitud del
empresario, pero que, desafortunadamente, muestra dos duras realidades, la
impunidad y la discriminación que se vive en México.
Lo
curioso de este caso es que cuando investigué sobre los hechos para responder a
una amiga con la que siempre comento los casos donde se ve afectada la
reputación de las personas, me lleve varias sorpresas; la primera es que los
hechos se habían suscitado el año pasado, que la acción de la justicia en
primer instancia funcionó bien, pero el agresor se amparó y de ahí empezó un
galimatías para que se hiciera justicia.
Esto
me lleva a pensar que los abogados y el acusado, desesperados por las maniobras
legales del agresor, no les quedo otra que recurrir a exponer el caso ante las
redes sociales, ya ni siquiera ante los medios dado que seguramente por la
influencia del empresario pudieran ser difícil acceder; el único camino, el
escarnio público en las redes sociales.
Días
después de todo el incidente, comentando con unos amigos en una cena, de los
cinco que estábamos, cuatro habíamos escuchado el caso, dos de ellos no sabían
que los hechos no se habían suscitado este año y estaban asombrados de ello,
asumían que todo acababa de pasar, lo que de inmediato les generó otra
expectativa y opinión.
Desafortunadamente,
la velocidad de Internet y, el tipo de reacción de la gente en las redes
sociales empieza a rebasar a la sociedad, a los medios y, por supuesto, a la
misma autoridad, la cual tuvo que reaccionar de varias formas y de manera
incierta, por lo mismo que mis dos amigos en la cena, desconocimiento del caso.
El
final fue feliz para los demandantes, de manera muy rápida obtuvieron lo que la
justicia no les dio, la sociedad se sintió satisfecha por el escarnio
manifiesto al empresario lapidado públicamente lo cuál mínimamente se merecía,
colorín colorado, este cuento se ha acabado, y de ahí al siguiente trend topic, las redes sociales
brincaron a definir por votos a su próxima víctima social.
Ante
esto, me quedan varias reflexiones. La primera, para cuando entendí los hechos,
para mí ya no había noticia, desafortunadamente es un caso más de los miles que
se dan a diario, en México tenemos las cárceles llenas de gente inocente y las
calles llenas de delincuentes con dinero que han manejado la justicia. Segunda,
esto quiere decir que las redes sociales se están convirtiendo en la “plaza
pública”, en donde se está juzgando a cualquier persona o caso social de manera
exprés. Al ver esto en un extremo, me viene a la mente a la santísima
inquisición o la plaza pública de los decapitados franceses. Tercera, creo que
las redes sociales empiezan a rebasar sus propios límites, no hay quien salve a
nadie, son juicios sumarios a mano alzada, en donde se opina crudamente y
demasiado rápido. Cuarta, la irremediable situación de que esa “plaza pública”
se está convirtiendo en un monstruo que nadie está controlando y, curiosamente,
los mismos medios masivos, por entrar en el juego, están reaccionando a lo que
pasa ahí dentro, pero si antes se litigaba en los medios y a la sociedad en su
conjunto no le gustaba, ¿ahora también en redes sociales va a pasar? Y
entonces, ¿Qué va a suceder? Y quinta, los medios ya no son los dueños de la
“plaza pública u opinión pública”, éstas ya se trasladaron a las redes
sociales.
Soy
de los que considero que no se debe de regular Internet, pero la sociedad misma
es la que debe de no gastar el modelo de libertad que hoy tantos beneficios nos
dan las nuevas tecnologías.
Caso
difícil y de estudio empiezan a ser las redes sociales y ahora, con las futuras
campañas electorales y sus excesos, es probable que el caso se extreme de
sobremanera, habrá que ver al final de la elección cómo quedan las redes y la
sociedad. Después de eso, a ver quién le pone el cascabel al gato.
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