México empieza a vivir, en todo su ámbito político, los escándalos
naturales generados por el inicio de las campañas electorales: ya tenemos
noticia de candidatos con hijos fuera del matrimonio, otros supuestamente en estado
de embriaguez, otros más que se sienten Mario Bros. y hasta súper jueguitos en
Internet hacen. Nos enteramos de las alianzas fallidas, retornan las
manifestaciones de maestros disidentes que, sin pretexto alguno, marchan por
las calles, etcétera; y en el ámbito no electoral, pero definitivamente ligado
al mismo juego político, el drama del espionaje a legisladores. Cabe aclarar
que éste es un momento en el que aún no empiezan las campañas formalmente; eso,
sólo nos queda pensar en lo que el sacerdote clásico decía: que nos agarren confesados.
La ciencia política dice que esto es natural y que, normalmente,
después de una elección la gente, los ciudadanos, quedan asqueados en tal grado
que no quieren volver a saber nada de política hasta la próxima elección,
dentro de tres años.
Pero dentro de esta situación, hay algo bueno que está sucediendo en
nuestro sistema político y en nuestra incipiente democracia: existe un ligero
cambio en la actitud de los partidos políticos, mismo que se refiere al hecho
de que, por desesperación, por fallas y por lo que usted quiera, se están
acercando a los ciudadanos de una u otra manera. El fenómeno de las famosas
candidaturas ciudadanas está llenando de aire fresco una mínima parte de
nuestro sistema político, pero (de lo
perdido, lo que aparezca) eso es muy
bueno.
El hecho que el PAN haya otorgado a una luchadora social la nominación
de su candidata para el gobierno de la ciudad deja un buen precedente; insisto,
más allá de cualquier razonamiento y a pesar de haber sacrificado a su pequeño
voto duro en la ciudad, tal acción le permitirá obtener un porcentaje más
grande de votos de los que esperaba. Puede ser difícil que su candidata gane, y
hoy también se duda de la capacidad de la candidata para poder enfrentar los
problemas que enfrentaría en el cargo, pero, más allá de eso, la ciudadanía ya
ganó con la nominación. Poco a poco, eso debe ser lo correcto.
Por otra parte, también es muy bueno el hecho de que, en su caso, el
PRD, haya tomado la decisión de hacer un proceso de selección tan pulcro, cuidadoso
y transparente; si fue circo o no, quién sabe, pero se tuvo un cuidado
mayúsculo en el proceso, a tal grado que cuando una de las contendientes, al
más estilo de barbarie, quiso reventar el proceso con las viejas prácticas
“porriles”, quedó muy mal ante la opinión pública y solita se desdibujó del
panorama. Si fue teatro o no, qué importa, nuestra democracia ganó, y, como
ciudadanos, también nosotros.
Otra lección importante en ese partido es que el candidato que ganó no
es un hombre netamente de partido, es más un funcionario que, simple y
sencillamente, desempeñó un trabajo de una manera muy buena, decente y
transparente; eso no quiere decir que no esté ligado al partido, pero tiene más
un perfil ciudadano que si hubiera sido
un tradicional político de alguna de las tribus del PRD.
En el caso del PANAL, a raíz de su rompimiento con el PRI, también ya
se está diciendo que en la definición de su candidato presidencial buscarían un
perfil ciudadano.
Es de hacer notar que los partidos han llegado a esta decisión por el
desprestigio que han alcanzado por culpa de malos políticos (los cuales no se
nos pueden olvidar jamás), pero el hecho de que se tomen estas decisiones en
beneficio de incrementar la cercanía con los mismos ciudadanos, es muy bueno
para la democracia y para todo habitante de este país.
Ahora bien, por el otro lado, esto abre la puerta de la
responsabilidad y la exigencia a los ciudadanos, más allá de que si son capaces
o no, este tema plantea un debate que ya ha iniciado, es importante entender
que puede haber gente muy capaz y otra que puede caer en las garras del mismo
sistema y hacer lo mismo que los malos políticos; pero lo importante es que
esta nueva situación obliga a la ciudadanía a enfrentarse con la
responsabilidad de cumplir, primero con nuestra función de ciudadanos y, en
segundo lugar, cuando a alguno le toque esa posibilidad de poder obtener
puestos de elección popular, no olvidarse de cumplir, materia que, en el
sistema político mexicano, es algo compleja.
Al final del día, es una buena noticia este pequeño gran cambio que
están tomando los partidos políticos y nuestra incipiente democracia.