El mundo sigue su camino para enfrentar el famosísimo año 2012. Supongo que por cuestiones cíclicas, magnetismo, ley de probabilidad, coincidencia y por la fuerza de voluntad de la mente de muchas personas, pareciera que están confluyendo decisiones, actos, elecciones y una infinidad de situaciones que perfilan ese año como decisivo para la humanidad.
Dicho año no será como lo fue el 2000 por el supuesto y famoso colapso de las computadoras; en aquella ocasión el mundo iba a tener un gran problema (en retrospectiva, podemos pensar que algunas otras cosas en la historia de la humanidad, y según la teoría de la conspiración, fueron creadas con fines comerciales o políticos). En el caso del 2012, la fecha fatídica, está anunciada y desde culturas ancestrales, en donde se ve principalmente a los mayas.
Lo malo es que ahora el escenario económico mundial nos genera una antesala con no buenos augurios; seguimos pagando el resultado de la crisis mundial del 2008 y, si vemos hacia el futuro, la situación no es nada halagüeña. De hecho, al término de la reunión del Fondo Monetario Internacional, sus resultados son inciertos y los podríamos resumir en incertidumbre, falta de confianza, exceso de reservas en algunos bancos centrales y se está desatando una guerra del tipo de cambio a nivel mundial.
Algunos futurólogos como Mattias Chang, hablan de una segunda ola del tsunami financiero que puede reventar a finales del 2010. Si tomamos en cuenta lo deprimido del mercado interno de los Estados Unidos y el riesgo de que en las elecciones de este país en noviembre, los republicanos vuelvan a tener control del congreso, podemos esperar cualquier cosa, este partido siempre ha resuelto las cosas con guerras, ya sean comerciales o de las que cuestan muchas vidas.
Lo que es innegable es que el sistema financiero mundial ya no sirve como tal y es urgente que se diseñen nuevas instituciones para enfrentar el futuro de la economía global. El problema es que el sistema actual, el cual ya demostró que está rebasado, fue creado como una consecuencia de la segunda guerra mundial, por lo que habría que pensar si la actual situación económica se considera tan grave como para que exista la voluntad política en todos los países de crear uno nuevo. ¿O es que el mundo necesita una nueva conflagración mundial, con el fin de romper todos los sistemas actuales, tanto económicos, como de producción, energéticos y de tecnología?
Ojalá no sea así y el mundo encuentre los suficientes incentivos en un entorno de paz para concertar un nuevo sistema financiero, ojalá que sean incentivos positivos. Lo que sí queda muy claro es que es tiempo de actuar, es tiempo de definir qué tipo de instituciones se necesitan y, el mayor reto en mi opinión, es el hecho de, primero, romper el estatus quo de la economía creada en los últimos cuarenta años, segundo, que el diseño institucional no se vea solamente con ojos de resolver la situación actual y con una visión de corto plazo, sino que sea para enfrentar una nueva alineación mundial y, finalmente, el mayor reto será definir qué tipo de economía vamos a tener en los próximos cuarenta años.
Hoy estamos viendo grandes y claras tendencias en donde se debe de privilegiar a los emprendedores, a la creación de las pequeñas y medianas empresas, pero poco se está haciendo para cambiar el diseño de las instituciones que actualmente fomentan y apoyan el desarrollo de las industrias. Todas están creadas bajo la base de apoyar a las grandes empresas, bancos, aseguradoras, sistemas de pagos y financiamiento, las reglas de instalación, todo está hecho para fomentar empresas de corte grande, global y de alto riesgo.
Es importante que en este diseño del nuevo sistema financiero mundial, pensemos también crear las reglas que faciliten a los entrepreneurs la creación de negocios que fomenten el empleo y una actividad económica en todas las regiones del orbe, para tener asegurada la generación de bienes y servicios desde cada comunidad y crear una red que, poco a poco, alimente al mundo y genere empleos para toda la población mundial.
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