El presidente Calderón abrió el proceso de sucesión presidencial para 2012, portó el traje de campaña y se lanzó oficialmente, con la espada del poder, para defender la permanencia de su partido en la Presidencia de México.
En entrevistas de radio, en discursos en actos internacionales, retoma el discurso y el tono de su campaña, que por cierto hacía tiempo que no le veíamos. En mi humilde opinión, este tipo de comunicación política y gubernamental mucho le hubiera servido para consolidar su imagen como presidente; pero, sentado en la silla de los Pinos, olvidó.
Ya empieza a hablar de la posibilidad de que el PRI regrese a Los Pinos, pero afirmando que va a hacer todo lo posible para que esto no suceda y, al mismo tiempo, ataca frontalmente a AMLO como no lo había hecho en todo su periodo presidencial, repitiendo que es un peligro para México. Y con esto, entrando de lleno al juego político-electoral.
Se abre en paralelo un dilema para la alternancia en México, donde la única ventaja de ésta es que se ha podido mantener el rumbo macroeconómico, pero que, en lo que corresponde al mercado interno, no se ha consolidado un diálogo constructivo para que el país avance.
La primera respuesta a la alternancia en 2000 por parte del sistema político mexicano, fue que los poderes que perdieron la Presidencia se instalaron en el Congreso y trataron de gobernar desde ahí, generando una parálisis legislativa. Posteriormente, en el siguiente periodo que inicia en 2006, se empieza a ganar fuerza en las gubernaturas y se completa el cerco a la Presidencia. De este fenómeno nace, en parte y con gran fuerza, el sentimiento que hasta ahora predomina en la población, y que ha sido expresado por el ex presidente Fox y hasta por el mismo presidente Calderón: hay una gran posibilidad de que el PRI regrese al poder. Habrá que sumarle el otro fenómeno, que es la precandidatura de Peña Nieto.
Con este panorama, México estará enfrentando el dilema de la alternancia y la gran duda es si como país y como sistema político podremos absorber, que para 2012, pueda el PRI instalarse en la Presidencia de la República. Y ahí en donde este fenómeno genera la gran duda, surgen mayores interrogantes: ¿qué pasaría?, ¿regresaría el viejo PRI y sus prácticas ancestrales?, ¿qué pasa con el control del gobierno, cambiarán todos los funcionarios, se va a paralizar la burocracia?, ¿cuánto tiempo tardará el nuevo gobierno en tomar el control?, ¿se bajará la guerra al terreno del pleito burocrático por el control de plazas y presupuestos?
Y qué decir de los balances de la política; si la gente vota por el PRI, ¿dará ahora el balance tradicional al PAN en las cámaras o, como reacción de castigo a los excesos del PAN, se dará la mayoría absoluta al PRI en el Legislativo?
Este dilema vuelve a poner en jaque a México durante los próximos dos años; espero que pronto se dé un arreglo en donde se pongan las reglas del juego de la elección, en beneficio de todos y para evitar pleitos innecesarios en la contienda que puedan dañar al país; que después de esto, podamos ver un arreglo institucional que defina los diferentes escenarios para si gana el PAN o si gana el PRI.
México va a enfrentar una nueva prueba democrática, la de la alternancia real, en donde dos partidos (perdón al PRD, pero está totalmente borrado del mapa por sus inconsistencias, pleitos de barrio y escaramuzas de callejón) pueden estar disputando cada seis años la Presidencia de la República, y eso para nuestra democracia es sano, pero es necesario que los políticos se olviden de los arrebatos políticos, los caprichos y sentirse dueños del país.
Los dos ejes extra para los que es imperativo que se determinen reglas básicas de funcionamiento, son los funcionarios de carrera y el plan estratégico del país a largo plazo. Esto con el fin de que México no cambie de rumbo cada seis años por visiones partidistas y que los funcionarios trabajen para México, no para los partidos.
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