Marco V. Herrera
En los últimos meses,
hemos visto cosas inverosímiles: el horror de la corrupción con el asunto de
los normalistas, así como el olvido de los delitos que se venían desarrollando;
el grado extremo de la corrupción gubernamental y en donde no debemos olvidar que
la sociedad también está involucrada; la suciedad de como un atentado a
estudiantes es usado por manos invisibles que de pronto politizan todo y pagan
por sacar a los maestros a demostrar una violencia extrema que trate de matar
los avances democráticos y económicos; la mezquindad de algunos medios y comunicadores;
y la falta de pericia de funcionarios públicos.
Además, hoy a la
sociedad mexicana le ha entrado el síndrome del simplismo fácil: exigir que
todos renuncien. Hasta Cuauhtémoc Cárdenas ya en un total debraye político
exige la renuncia de los dirigentes del PRD. Como sociedad debemos de pensar
que esa salida fácil es, a lo mejor, un reflejo de que nosotros mismo estamos
renunciando a nuestra función ciudadana; ¿por qué no mejor pedirle a los
sicarios, a los narcotraficantes a los delincuentes, o a los asesinos que
renuncien a su labores que van en contra de la sociedad, de las personas, la salud
e integración? Seguimos, desafortunadamente, metidos en aquel mal chiste
de los cangrejos, si vemos a alguien en problemas o con ganas de salir de la
cubeta, todos los demás en lugar de ayudar, todos evitamos que salga.
Creo que todo esto nos
debería de llevar a que hagamos una gran
reflexión: somos un país que queremos todos los beneficios de la modernidad
pero sin hacer ningún esfuerzo, queremos crecer, pero no queremos cambiar.
Esto lo digo porque
haciendo la reflexión de qué significa lo que estamos viviendo, la única
explicación que se me ocurre es que al conjuntarse una serie de reformas
económicas que se habían venido postergando por la presión de los grandes
monopolios públicos y privados, más la intensión de tomar un nuevo curso legal
en todo el país, definitivamente significa un gran cambio al estatus quo
general y representa grandes daños económicos a ciertos grupos que pierden
ingresos, por una parte, por la nueva competencia económica y la apertura, y,
por la otra, por la inferencia en una nueva determinación de la justicia; por consecuencia, no les gusta, esto a pesar
de que falta mucho todavía.
Otro factor de gran
importancia es el hecho de que en el fondo también estamos viendo una gran
lucha generacional, los viejos políticos forjadores del tradicional sistema
político y que están incrustados en todos los partidos políticos y las clases
empresariales, aún dan patadas para que el mundo mexicano no cambie y ellos no
pasen a la historia, y por supuesto tampoco pierdan el control del poder.
Lo más curioso es que
a todos los presidentes, en su momento, les pasa lo mismo. Los amarres de las
administraciones pasadas y los golpes de los grupos de poder lanzan embates
siempre por el mismo camino: el de no querer cambiar. Pareciera que esos mismos
políticos que en su momento sufrieron lo mismo, la presión para no poder
implementar sus políticas reformadoras, hoy aplicarán las mismas viejas recetas
de caravanas para rescatar la vieja revolución.
En lugar de eso, hoy
todos como sociedad deberíamos de estar defendiendo a las Instituciones en
lugar de la salida fácil de pedir renuncias, eso no es la solución a
situaciones que por la modernidad muchos actores ni siquiera estar entendiendo,
pareciera que la política se está pareciendo mucho a la tecnología, los
teléfonos inteligentes de hoy ya no son como aquellos viejos teléfonos celulares,
y a la generación pasada les cuesta trabajo aprenderlos a usar.
Es momento de cerrar
filas por el bien de las Instituciones.
Consultor y Analista Político
No hay comentarios:
Publicar un comentario