Tras
el Primer Informe de Gobierno del Presidente Peña Nieto, hay dos maneras de ver
las cosas: las expectativas que no se cumplieron y los cambios que sí están
ocurriendo.
La orfandad.- He estado leyendo
varias de las críticas al Informe Presidencial en diferentes medios de
comunicación, así como comentarios de diferentes personas a mí alrededor y he
llegado a la conclusión de que los mexicanos tenemos orfandad respecto al
informe presidencial. ¿Eso qué significa? Pues que éste es el primer informe de
la segunda alternancia política en el país, venimos de escuchar un determinado
tipo de informes del PAN, en los
cuales nunca definieron un estilo determinado, pero, en el imaginario público,
al entender que el PRI regreso al
poder creo que muchos mexicanos estaban esperando aquellos informes del PRI de los 80´s, con toda su
parafernalia, que fuera llamado el día del Presidente
y en donde, después de la alocución, se pasaba horas saludando a los invitados.
Después, con el PAN el ritual llegó
a su clímax cuando en 2006 a Fox no
le permiten dar su informe, y ante las condiciones prevalecientes, “lo entregó
y se fue”, para dar por la noche un mensaje en Cadena Nacional. Ahí, la
alternancia hirió de muerte al ceremonial.
A lo
que me refiero con orfandad es que, haciendo números, la distancia a los
Informes del PRI de los 80´s es
mucha; vea usted: dos sexenios del PAN,
12 años, más el sexenio de Zedillo y
el periodo de Salinas son casi 24
años. Al último informe de Fox ante
el Pleno de Legisladores, la distancia es de 14 años. Si tomamos en cuenta
esto, hay muchos jóvenes que no tienen la referencia histórica y ni siquiera
conocían esos rituales y, en cuanto a los viejos, su referencia es más de la
infancia o juventud de hace más de 20 años. Por tanto, ¿qué expectativa tenían
los mexicanos del informe del nuevo Presidente de la segunda alternancia? Pues,
realmente, muy variada, por eso considero que esta orfandad hizo que no se le
diera gusto a nadie.
Después
de analizar el discurso, hay elementos totalmente distintivos que implican que,
además, el Presidente Peña Nieto le
empieza a dar un giro a la ceremonia del informe, vamos, su toque personal, y
creo que está delineando una presidencia moderna. Esto, independientemente de
la problemática del lugar, que fue netamente coyuntural por el problema de los
maestros en la ciudad. En el mensaje agradeció a los grupos que han ayudado a México a iniciar la transformación, les
agradeció a legisladores, a partidos políticos y a los maestros que sí dan
clases por su trabajo y apoyo. En lo personal, nunca había visto a un
presidente aplaudirles a los referidos durante el informe. Además, cuando dice
que tenemos 120 días para terminar con el inicio de la transformación, se
refiere a que “hoy, entre ustedes, tenemos la oportunidad de escribir una
historia de valor, esfuerzo y éxito”, lo cual se refiere a un nosotros y a un
ustedes, no al acto presidencialista del yo soy el centro de todo México, como era en la antigua época
del PRI.
Considero
que con este informe quiere definir la nueva presidencia, con una visión hacia
adelante y, de ahí, creo que por esa orfandad el imaginario público tuvo
diferentes percepciones. Habrá que esperar al año próximo para poder hacer las
comparaciones correspondientes.
La transformación.- El informe del Presidente nos da un balance
general de lo que lleva la administración pública; nadie puede negar que, mal o
bien, el Presidente Peña Nieto le ha
impuesto al país dos grandes factores que hacía mucho tiempo no vivíamos en México; el primero es el
dinamismo, ya que, a una velocidad nunca
antes vista, se han generado una serie de reformas estructurales que se
pensaban imposibles. Claro, ahora vienen las dos más complejas, la energética y
la hacendaria, pero si hacemos un balance de las demás, salvo sus leyes
secundarias, vemos que ya están autorizadas en lo general y en proceso para
concluir lo que falta. El Congreso, como nunca antes, ha trabajado a marchas
forzadas, pero por primera vez en mucho tiempo, no lo ha hecho para sacar lo
retrasado, sino para construir a futuro, para generar nuevas leyes. El reto ha
sido enorme y, por qué no decirlo, los legisladores han estado a la altura,
hacía mucho que no se veía este esfuerzo. El segundo factor son los acuerdos:
de la nada y a propuesta de la oposición, se crea un Pacto por México en donde, por primera vez en
mucho tiempo, también se generan una serie de acuerdos políticos que promueven
cambios radicales y nuevas reformas. Los ciudadanos, con la boca abierta,
empezamos a ver lo que durante los periodos del PAN no se pudo armar: acuerdos políticos. El último gran acuerdo
nacional del que se tiene en la memoria histórica y que, además, funcionó, fue
el firmado en enero de 1995 en la Presidencia de Ernesto Zedillo; los pactos firmados durante el sexenio de Fox, se fueron diluyendo sin ningún
resultado.
Ante el
asombro de todos, en los primeros meses del sexenio actual vimos cómo inició
una transformación cuando los grupos políticos vieron los resultados plasmados
en reformas reales. Como era de esperarse, los poderes fácticos iniciaron el
boicot que nos ha llevado a la situación actual en donde tenemos un grupo de
disidentes que, sin ton ni son, hacen destrozos en la ciudad sin razón, ni argumentos,
pero son movidos por los intereses económicos afectados por las actuales y
futuras reformas.
En México, todos sabemos que necesitamos
transformar al país, todos lo gritan, todos lo claman, todos lo aceptan, pero
como se dijera por ahí en el campo mexicano: “sí, que se hagan los arreglos y
los cambios, pero en el rancho de mi compadre, no en mi casa y, menos, que me
afecten a mí”.
Viene
un domingo negro, ya los empresarios empiezan a poner sus barbas a remojar,
saben que sus intereses se podrán ver afectados por aumento de impuestos y por
la posible cancelación de algunos regímenes especiales que, para efectos del
viejo argot sindical, representan sus logros gremiales por el esfuerzo de la
revolución, pero ya no es posible mantenerlos. El trago será amargo y, para
acabarla de amolar, ese mismo día se junta el inefable AMLO con algunos maestros y, seguro, con los grupos anarquistas a
echar pestes por la reforma energética, lo que, curiosamente, le podrá dar un
poco de gasolina para armar escándalo de nuevo.
Las
últimas preguntas que me quedan ante todo este escenario son las siguientes: ¿y
los ciudadanos dónde estamos?, ¿nos seguiremos quedando mudos ante esta
transformación, que es tan necesaria, nos dejaremos vituperar por una minoría
de burócratas mal habidos que no quieren trabajar o de trasnochados líderes
pseudo izquierdistas que siguen persiguiendo a la figura del difunto Marx? Y la
última, de refilón comunista, ¿querrán los nuevos
millonarios rusos, como algunos maestros oaxaqueños, que regrese la doctrina de
Marx? Como dijera el clásico, es una
simple pregunta.
Analista Político
Twitter: www.twitter.com/@Marcovherrera
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