El pacto por
México es un sólido documento que contiene los principales problemas del país y
los acuerdos a los que se deben llegar para solucionarlos. Sin embargo existen
factores preocupantes, fundamentalmente por la falta de verdadera
representación social en su Consejo Rector.
El pacto por México
apareció el año pasado como un acto político de gran envergadura. Con un sólido
documento que contiene los principales problemas del país y los acuerdos a los
que se deben llegar como acciones de gobierno, requiere un determinado número
de reformas que los firmantes, los tres partidos políticos más grandes y
representativos, se comprometen a consensar para que sean autorizadas por el
poder legislativo. El gobierno de Peña
Nieto lo planteó como una mesa de conciliación ante el hecho de que ninguno
de los partidos tiene mayoría por sí solos y México ya no puede seguir con una parálisis legislativa y sin tomar
decisiones sobre los problemas estructurales; es hoy o puede ser posible que México llegue a un punto de no retorno.
En su momento, no se definió cómo operaría el pacto y su firma en el Castillo de Chapultepec fue la muestra del gran consenso de voluntades
entre los principales actores políticos
conseguido por el nuevo gobierno de Peña
Nieto para demostrarle a todo el país que hay ganas de hacer cambiar a la
política y a México.
En México está demostrado
que los pactos han sido una de las mejores herramientas para lograr consensos y
avances en materia política y económica. Recordemos que en la época del
Presidente Miguel de la Madrid,
gracias al Pacto de estabilidad y crecimiento (PECE) se logró detener el
difícil deterioro económico creado por la inestabilidad de la moneda, los
intereses y la inflación. Parte del éxito del PECE fue debido a que se logró
que todos los sectores moderaran sus demandas e intereses y todos lo aceptaron
poco a poco. Al llegar Salinas de
Gortari se continúo con esta estrategia y se tuvo un buen desempeño
económico. El Presidente Zedillo
también utilizó esta figura y emplazó a los sectores empresariales y sindicatos
a llegar acuerdos sobre precios y salarios para recobrar la confianza de los
inversionistas en el País, y del cual sirvió para gestar la reforma política y
electoral más importante de los últimos tiempos. Es importante en este tipo de
acuerdos que ninguno de los sectores falle a los compromisos.
Hoy, el acuerdo que estamos viendo es un acuerdo político y no
económico y responde al saldo del deterioro en la relación política de los
partidos después de 12 años, en donde no se lograron acuerdos sólidos para
cambiar al país. Tal vez por eso, en el pacto no se encuentra representada la
sociedad en general, sino nada más por lo que le corresponde de los partidos
políticos. El problema es que como parte de este saldo político de los últimos
años, los partidos se han alejado completamente de los intereses sociales, por
lo que se ha tenido un gran crecimiento de las organizaciones civiles como
consecuencia natural de dicho
distanciamiento social.
Y eso es lo que preocupa del Pacto; se
acaba de crear un Consejo Rector
que involucra a actores de los tres principales partidos así como a representantes
del gobierno, el cual, en pocas palabras, es una mesa de negociación política.
Si en México hubiera una guerra, el
pacto funcionaría como mesas de negociación para la paz lo cual, insisto, está
bien, pero no deja de preocupar que no exista representación social, la de la
verdadera sociedad, las de las organizaciones civiles en búsqueda de un balance
entre los intereses de los políticos y los partidos.
El riesgo que se corre ante esta situación radica en que los grupos
sociales y empresariales ahora deberán de ir a cabildear con el Consejo Rector
y no con los legisladores ya que, al final del día, los legisladores van a
responder a las instrucciones de sus líderes partidistas. Esperemos que en una
tercera etapa y muy pronto, se incorpore un consejo de empresarios y un sistema
de vigilancia ciudadana para dar fe de las negociaciones ahí definidas.
Otro reto, si no logran incorporar a los sectores civiles, será el que
los partidos políticos verdaderamente se acerquen a los sectores sociales
porque, muchas veces, las distorsiones de la visión partidista distan mucho de
la realidad de los factores sociales y económicos y nos encontraremos con
políticas públicas que puedan no funcionar para acelerar el ritmo del país.
Una preocupación más que dejan los nombramientos en este nuevo consejo
rector es que entre los principales actores vemos a viejos políticos, no está
representada la nueva generación de políticos mexicanos, recaen nombramientos
importantes en funcionarios de muy viejo cuño partidista y con antecedentes
oscuros. O, ¿será que lleva dedicatoria especial hacia el gremio de los
maestros?
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